¿El embudo está mal?
En el proceso del discipulado cada persona lleva el mensaje de salvación a otros y, en este proceso, hay crecimiento de personas salvas.
Mientras escribía la serie de los tres artículos anteriores a este, que tratan del asunto del embudo de ventas aplicado al evangelismo digital, me encontré con una imagen parecida con la que usted puede ver a continuación.
Confieso que cuando la vi, casi entré en pánico y me pregunté inmediatamente: ¿Será que esa historia del embudo está completamente equivocada? ¿Será que estamos yendo por un camino contrario al propuesto por Jesús?
Lea también:
Esa imagen y los interrogantes en mi mente me indujeron a la reflexión, y ahora quiero compartirlo con usted. Pero, si usted todavía no leyó los artículos que mencioné, le recomiendo volver a ellos y leerlos (partes I, II, III), pues la comprensión de este texto depende de los anteriores.
Jesús y sus discípulos arrastraban a multitudes
El primer punto en el cual quiero reflexionar, y del cual no podemos escapar es que en la estrategia de Jesús una persona alcanza a miles. Él es el ejemplo en persona de esa estrategia. Los evangelios relatan constantemente que una gran multitud lo seguía (Mateo 8:1; Mateo 15:32, 35; Mateo 20:29; Lucas 6:17, 19; Lucas 12:13 y otros).
Pero, a pesar de que Jesús es el mayor ejemplo con relación a arrastrar multitudes, definitivamente él no es el único. Al final de cuentas, cuando pensamos en predicar el evangelio a miles es casi imposible no recordar el episodio de Hechos 2, donde una multitud escuchó la predicación de Pedro, y en seguida casi dos mil personas fueron bautizadas (vers. 41).
Otro personaje que nos viene a la mente es Pablo. Entre variasocasiones podemos citar el episodio de Atenas (Hechos 17), donde comienza predicando en una plaza pública, y en seguida es llevado al Areópago, “uno de los lugares más sagrados de toda Atenas […] Era en ese lugar donde los asuntos relacionados con la religión eran considerados cuiadosamente”.1 Según Elena de White, “Sus más sabios oyentes estaban asombrados al escuchar surazonamiento”.2
Y como si no alcanzara con los ejemplos dados antes, no podemos olvidar el hecho de que Jesús y doce personas más alcanzaron el mundo, y hoy en pleno siglo 21 estamos hablando aquí de ellos.
Parece que en realidad el embudo está en la contra mano de Jesús, ¿no es así? Fue exactamente aquí que surgió mi casi crisis existencial. Si Jesús alcanzaba a multitudes, ¿por qué escribí yo sobre un embudo que en cada etapa perdería personas?
La multitud es el tope del embudo
El primer punto en el cual quiero reflexionar, y del cual no podemos escapar, es que en la estrategia de Jesús, una persona alcanza a miles. Él es el ejemplo en persona de esa estrategia. Los evangelios relatan constantemente que una gran multitud lo seguía (Mateo 8:1; Mateo 15:32, 35; Mateo 20:29; Lucas 6:17, 19; Lucas 12:13 y otros).
Pero, a pesar de que Jesús es el mayor ejemplo con relación a arrastrar multitudes, definitivamente él no es el único. Al final de cuentas, cuando pensamos en predicar el evangelio a miles es casi imposible no recordar el episodio de Hechos 2, donde una multitud escuchó la predicación de Pedro, y en seguida, casi dos mil personas fueron bautizadas (vers. 41).
Otro personaje que nos viene a la mente es Pablo. Entre varias ocasiones podemos citar el episodio de Atenas (Hechos 17), donde comienza predicando en una plaza pública, y en seguida es llevado al Areópago, “uno de los lugares más sagrados de toda Atenas […] Era en ese lugar donde los asuntos relacionados con la religión eran considerados cuidadosamente”.1 Según Elena de White, “Sus más sabios oyentes estaban asombrados al escuchar su razonamiento”.2
Y como si no alcanzara con los ejemplos dados antes, no podemos olvidar el hecho de que Jesús y doce personas más alcanzaron el mundo, y hoy, en pleno siglo 21, estamos hablando aquí de ellos.
Parece que en realidad el embudo está en la contra mano de Jesús, ¿no es así? Fue exactamente aquí que surgió mi casi crisis existencial. Si Jesús alcanzaba a multitudes, ¿por qué escribí yo sobre un embudo que en cada etapa perdería personas?
La multitud es el tope del embudo
Después de reflexionar un poco, llegué a la conclusión de que aun Jesús, Pedro, Pablo y otros, en cierta forma seguían la estrategia del embudo. Claro que no de manera literal y consciente, pero la seguían, pues las multitudes eran, y son, el tope del embudo. Y por hablar de Jesús, les recomiendo también que lean las partes I y II del artículo El método digital de Cristo, pues allí entenderán mejor esos aspectos.
Como bien sabemos, el tope del embudo es la camada que alcanza el mayor número de personas, y de a poco, los que no están en realidad interesados, van saliendo y el público va disminuyendo. Y como también ya sabemos, el tope del embudo es el contenido. ¿Y qué son los sermones, exhortaciones y exposiciones públicas, si no el contenido?
Cuando Jesús se detenía a predicar, enseñar y sanar, miles de personas se juntaban para verlo y escucharlo. En ocasión de su entrada triunfal a Jerusalén (Mateo 21), por ejemplo, multitudes lo aclamaron. Pero, fue también una multitud que repetidas veces gritó “crucifícalo” (Mateo 27:22, 23) y todavía tuvieron la audacia de decir “Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos” (Mateo 27:25). O sea, no necesariamente la multitud que lo escuchaba, realmente lo seguía.
Momentos antes de resucitar a Lázaro, “Jesús lloró” (Juan 11:35). Elena de White afirma que “Lloró porque muchos de los que estaban ahora llorando por Lázaro maquinarían pronto la muerte del que era la resurrección y la vida”.3
Pero una vez más podemos inferir que de la multitud que veía y oía los milagros (contenido) realizados por Jesús, no todos “entraban en el embudo” evangelizador del Maestro.
¿Y qué decir entonces de los líderes religiosos? Varias veces presenciaron los sermones de Jesús, fueron reprendidos por él, vieron a personas curadas y resucitadas. Pero, poquísimos, por no decir prácticamente ninguno, se convirtió. Tenemos a Nicodemo como el mayor ejemplo de esos pocos convertidos. Después de su encuentro con Jesús. Elena de White afirma que “las palabras pronunciadas de noche a un solo oyente en la montaña solitaria no se perdieron”.4
Una vez más, vemos a alguien que había sido alcanzado en medio de la multitud, y que ahora presenciaba el encuentro personal con el Maestro, “concretar las etapas del embudo de Jesús”.
Concluyo esta sección reflexionando en Mateo 22:14 que dice: “muchos son llamados, y pocos escogidos”. De cierta forma, ese pasaje puede entenderse en el sentido de que las multitudes son alcanzadas, pero pocos se entregan.
Uniendo las dos propuestas
Para finalizar esta reflexión, y la aparente oposición entre el embudo y el método evangelístico de Jesús, quiero proponer una manera nueva de mirar a los dos embudos del comienzo del artículo.
En la imagen de arriba, tenemos tres embudos. Imagine que en el primero, usted y otras personas más oyeron hablar de Jesús por medio de alguien. Esa persona que les predicó posiblemente también predicó a otras personas, pero no todas aceptaron el mensaje, solo algunas. De esa forma, según el ejemplo del embudo, en el resultado simplificado, solo usted se convirtió.
Ahora que usted es el resultado de un proceso evangelizador, en el segundo embudo usted se prepara para predicar. Esa única semilla que brotó, usted, crecerá y predicará a muchos. Seguramente usted tiene un público a alcanzar, ya sean amigos, familiares, colegas de trabajo o seguidores en las redes sociales. No importa, usted tiene un público y también un contenido, que será transmitido en el tercer embudo, que representa a un embudo evangelizador.
En él podrá seguir las etapas mencionadas en los artículos anteriores, pero sepa que, aun alcanzando a miles, no siempre miles se convertirán. Ese es un proceso que depende de la acción del Espíritu Santo y no debemos frustrarnos con los resultados. Somos llamados a predicar (Mateo 28:19, 20), y el Espíritu Santo hará el trabajo de conversión de las almas (Juan 16:8).
Al final de ese proceso, aunque usted haya ganado solo un alma, el proceso del embudo se repetirá. Esa alma nueva se preparará, predicará y se multiplicará. Y en ese proceso cíclico y estratégico de la predicación del evangelio, pronto veremos volver a nuestro Señor en las nubes (Apocalipsis 1:7), para rescatarnos.
Referencias
[1] Ellen G. White. Atos dos Apóstolos. 236
[2] Idem. 237
[3] Ellen G. White. Atos dos Apóstolos. 533
[4] Idem. 176