Un nombre nuevo antes de la Tierra Nueva
La experiencia, en algunas culturas, de recibir una nueva identidad al aceptar a Cristo, muestra la profundidad de la transformación que proporciona el Evangelio
Hace mucho tiempo que el mundo occidental convirtió la práctica de dar nombres a una persona en algo mucho más sencillo y común de lo que era en los tiempos bíblicos, y como algunos pueblos lo hacen todavía hoy. Elegimos un nombre para un niño porque nos gusta como suena o para homenajear a una persona querida o famosa.
Pero, como dije, todavía hay algunos grupos étnicos donde el nombre de una persona tiene un significado muy profundo, ya sea religioso o parte de una tradición. Aquí en Egipto, y en países musulmanes con presencia cristiana, casi siempre podemos saber si una persona es islámica o no por su primer nombre. Mohamed Ahmed, Mahmoud, Mustafá, Alí e Islam son los nombres más comunes entre egipcios musulmanes. Evidentemente, no hay personas cristianas de nacimiento que se llamen así.
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Por otro lado, algunos nombres de profetas son comunes entre ambas religiones. En esos casos, basta preguntar el segundo o tercer nombre de la persona para descubrir de qué “lado” es; eso porque por aquí el apellido en realidad es una secuencia del primer nombre, que se hereda del padre, abuelo, bisabuelo, y puede retroceder hasta siete generaciones.
Hubo un período en el que los egipcios registraban una secuencia de nombres de tantos antecedentes como la familia podía recordar; hoy, el gobierno pide que sean solo tres o cuatro “apellidos”.
Vidas transformadas
Hace un tiempo conocimos a Farida (la llamaré así para proteger su identidad). Ella es parte de un grupo de seguidores de Cristo del siglo XXI que recibieron un nombre nuevo al aceptar a Jesucristo como Señor de sus vidas. Me quedé intrigada cuando le pregunté cómo se llamaba y ella insistió en decirme solo su sobrenombre; estaba con vergüenza de decir su nombre de nacimiento. Ella me llamó a un rincón, y susurró: “En realidad, ese era mi nombre musulmán, y a mí no me gusta escucharlo más”.
Todavía sin entender muy bien las marcas profundas de una persona transformada por la sangre de Cristo, intenté disminuir la tensión del momento elogiando su nombre islámico, que era realmente lindo. Le hablé con sinceridad. Aquella joven todavía estaba viviendo bajo la presión de haber dejado a sus padres y familiares para seguir a Jesús. Llamarla por su nombre registrado le traía el recuerdo de la difícil decisión de seguir a Cristo.
En la época, Farida todavía no había decidido cuál sería su nombre nuevo, por eso insistió en solo decirme su sobrenombre. El hecho es que esta es la forma más real y evidente para esas personas de anunciar al mundo que pertenecen a Cristo. Mantener el nombre recibido al nacer no tiene sentido para ellas. Prácticamente todas las personas que pasan por ese cambio radical de vida eligen una nueva identidad para sí mismas; casi siempre un nombre reconocidamente cristiano.
Aunque para la mayoría de ellas el nombre registrado nunca cambie, las conoceremos y las llamaremos por sus nombres nuevos. Muchas personas mantienen sus identidades islámicas por seguridad; otras presentan su nombre nuevo solo a los amigos de fe; algunas eligen un nombre más “occidental”, bajo la excusa de que es más fácil para que los amigos lo recuerden, especialmente cuando cambian de país, evitando preguntas de carácter religioso. Pero, al final de cuentas, todas son realmente nuevas criaturas, renacidas en Cristo.
Un nombre nuevo
Yo no tenía idea de cuán importante y profundo es eso en sus vidas, y al entender un poco mejor ese proceso, pude imaginar cómo será la sensación de recibir mi nombre nuevo de las manos de Dios mismo. Al ver la alegría en los ojos de los que nos presentan su identidad nueva, tenemos una vislumbre de lo que sucederá en la Tierra Nueva. Después de un tiempo en su caminata con Dios, Farida encontró su nombre nuevo. De hecho, ella nació de nuevo.
¿Conoce usted a personas que transformadas por el evangelio podrían recibir una identidad nueva en esta Tierra? Usted mismo, ¿podría asumir un nombre diferente después de haber reconocido a Cristo como su Salvador y Señor? ¿Qué transformación causó y está causando en su vida?