Principios bíblicos y la discriminación
¿Qué enseñan las Sagradas Escrituras sobre el valor de las personas, sobre el concepto de discriminación y la armonía que Dios establece entre la justicia y el amor?
Este artículo presenta algunos principios bíblicos aplicables a la discriminación, que es el “acto de segregar o de no aceptar a una persona o grupo de personas por cuenta del color de la piel, sexo, edad, creencia religiosa, trabajo, convicción política, etc.”[.i]. Siguen algunos ejemplos.
Entre el siglo XVI y mediados del siglo XIX, cerca de cuatro millones de esclavos africanos desembarcaron en puertos brasileños.[ii] Mas tarde, por la Ley 3.353 del 13 de mayo de 1888, se declaró abolida la esclavitud en Brasil.[iii] Hitler creía y enseñaba que los judíos eran “una amenaza biológica más profunda derivada del contacto, y sobre todo de la relación sexual con miembros de la raza judía”.[iv] El 10 de diciembre de 1948, después de los horrores del Holocausto, por el que cerca de seis millones de judíos fueron exterminados durante la Segunda Guerra Mundial, 58 naciones firmaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
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Apoyo a los derechos humanos
Desde su formación, en la mitad del siglo XIX, la Iglesia Adventista del Séptimo Día ha apoyado los derechos humanos. .[v] Y, después de 1948, ha insistido en el respeto a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, porque considera “un documento fundamental que apoya firmemente la dignidad humana, la libertad, la igualdad y la no discriminación de las minorías”.[vi] La Iglesia ha ayudado a perpetuar la pregunta: “¿Qué aprendimos de Auschwitz?”. Nuestra respuesta siempre será: “Aprendimos a resistir al nuevo antisemitismo”[vii], pues condenamos “todas las formas de racismo, inclusive la actuación política do apartheid, con su segregación forzada y discriminación legalizada”.[viii]
La intolerancia religiosa, durante a Inquisición Católica Romana, por siglos esparció tortura y muerte en Europa.[ix] Aprendimos, también, con la historia que, “nadie, ni la iglesia ni el gobierno, tiene el derecho de obligar a alguien a adoptar una religión, a cambiar de religión, a permanecer en la misma religión o no tener religión”.[x] Individualmente, y como organización, levantamos la bandera de la verdad y de la libertad religiosa convencidos de que, “la bandera de la verdad y de la libertad religiosa desplegada por los fundadores de la iglesia evangélica y por las testigos de Dios durante los siglos transcurridos desde entonces, en este último conflicto, fue confiada a nuestras manos”.[xi] Creemos que para que exista libertad religiosa y derecho de elección es mejor mantener a la Iglesia y el Estado separados.[xii]
El valor de las personas
Teniendo en cuenta que la discriminación se caracteriza por acciones horizontales efectuadas de ser humano contra ser humano, es necesario profundizar nuestro conocimiento en cuanto al valor real de cada persona, y como debe ser tratada. Para saber lo que es el hombre, los estudiosos de antropología generalmente se dirigen a tres caminos: a la filosofía, a la teología o a la Palabra revelada de Dios.[xiii]
La respuesta correcta no está en la filosofía. Esta es ineficiente para eliminar discriminaciones, pues por medio de especulaciones comparativas describe al hombre como un animal, y un mero producto de culturas.[xiv] En esos debates, no hay un Dios personal, ni absolutos morales. No se produce transformación del corazón, ni respeto al prójimo. La teología fue varias veces ineficaz para declarar el valor real de un ser humano, y resolver el problema de las discriminaciones, pues no siempre los teólogos fueron humildes al punto de someter sus propias ideas a la Palabra de Dios. Por ejemplo, cuando los teólogos embebidos de racionalismo consideran la Biblia como una colección de mitos condicionada al saber de los tiempos y culturas, podemos estar seguros de que ellos no son portavoces de Dios.
Esto es evidente cuando ellos niegan la inspiración de las Escrituras, sus absolutos morales, y sus milagros. Y se colocan en diálogo interdisciplinario con el humanismo, el existencialismo y el evolucionismo y el marxismo embebiéndose de sus conceptos antropocéntricos y revolucionarios. Una vez perdida la brújula divina, su teología funciona como una embarcación naufragada en un mar revuelto. Los Adventistas del Séptimo día no están preocupados con la filosofía, o la falsa teología, ni con los referidos diálogos interdisciplinarios que eliminan a Dios y su Palabra inspirada, colocando al hombre en el centro de su dialéctica. Los adventistas prefieren hacer un estudio bíblico, y aprender directamente de Dios el valor y el lugar de cada ser humano. A continuación, presentamos algunos principios de las Sagradas Escrituras.
Puntos importantes
- La Biblia es la Palabra escrita e inspirada de Dios. Es la regla suprema de fe y práctica para el cristiano (Salmo 119:105; Proverbios 30:5, 6; Isaías 8:20; Juan 17:17; 1 Tesalonicenses 2:13; 2 Timoteo 3:16, 17; Hebreos 4:12; 2 Pedro 1:20, 21.[xv]Necesitamos buscar orientación segura en las Sagradas Escrituras, e imitar el ejemplo de Lutero cuando fue discriminado, por enseñar según la Biblia la salvación únicamente por la fe en Jesucristo: “Por lo tanto, a menos que yo sea convencido por el testimonio de las Escrituras o por el más claro razonamiento; a menos que sea persuadido por medio de pasajes que cité; a menos que así sometan mi consciencia por la Palabra de Dios, no puedo retractarme y no me retractaré, pues es peligroso a un cristiano hablar contra su conciencia".[xvi]
- Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza (Génesis 1:27; Éxodo 20:8-11; Salmo 8:4, 5; 33:6, 9; 95:6, 7; 139:13; Isaías 45:12, 18; Hechos 17:26; Apocalipsis 10:6; 14:7). “El acto creador de Dios establece su paternidad (Mal. 2:10) y revela la hermandad existente entre los componentes de la familia humana. Él es nuestro Padre; nosotros somos sus hijos. Independientemente del sexo, etnia, nivel intelectual o posición social, todos fuimos creados a imagen de Dios. Este concepto, si fuere comprendido y aplicado, eliminaría por completo el racismo, la división por castas, la intolerancia o cualquier otra forma de discriminación”.[xvii]
- Jesucristo, el hijo de Dios, es el Redentor de los seres humanos. Por amor, a fin de salvarnos de la perdición, él murió voluntariamente por nuestros pecados. Su muerte es “sustitutiva y expiatoria, reconciliadora y transformadora”[xviii](ver Isaías 53:4-6; Daniel 9:25-27; Lucas 1:35; Juan 1:1-3, 14; 3:13-15; 10:9, 18; Romanos 3:24, 25; 5:1; 6:23; 8:1-3; 1 Corintios 15:3, 4; 2 Corintios 3:18; 5:17-19; Filipenses 2:6-11; 1 Pedro 2:21, 22).
- En Cristo pasamos de muerte a vida y somos nuevas criaturas adoptados en la familia de Dios. “Las distinciones de raza, cultura y nacionalidad, y diferencias entre altos y bajos, ricos y pobres, hombres y mujeres, no deben ser motivo de disensiones entre nosotros. Todos somos iguales en Cristo, el cual por un solo Espíritu nos unió en comunión con él y unos con otros” (Salmo 133:1; Mateo 28:19, 20; Juan 17:20-23; Hechos 17:26, 27; Romanos 12: 4, 5; 1 Corintios 12:12-14; 2 Corintios 5:16, 17; Gálatas 3:27-29; Efesios 2:13-16; 4:3-6, 11-16; Colosenses 3:10-15).[xix]
- Cristo ordenó a sus seguidores: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mateo 22:37). “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (v. 39). Si amamos a Dios, amaremos también a nuestro prójimo, a los buenos y los malos. Las Escrituras son claras al decir que: “El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor” (1 Juan 4:8). Cristo no discriminó a los marginados como, por ejemplo, a los samaritanos, a los publicanos y los leprosos (Lucas 10:25-37; 15:1-7; 17:11-19). Nosotros debemos ser imitadores de Cristo.
Todavía es necesaria otra reflexión. A la luz de la Biblia, parece que el tema de la justicia en favor de los discriminados debería ser equilibrado con la proclamación de la santidad de los mandamientos de Dios, la fe en Jesucristo, y la realidad del juicio (Apocalipsis 14:12 6; Hechos 17:31), a todas las personas, sean oprimidos u opresores, discriminados o discriminadores.
Las Escrituras declaran que Dios es amor y que también es santo, odia el pecado, defiende al pobre, a los huérfanos, las viudas, los oprimidos, y se preocupa incluso por los presos (Santiago 2:1-9; Salmo 146:9; Hebreos 13:3). Por otro lado, es bueno reflexionar que con misericordia Dios envió a Noé para predicar durante 120 años a los antediluvianos. Después de ese tiempo, el Señor salvó al piadoso patriarca y su familia, pero destruyó a los impíos.
Los que se perdieron no podrán decir con justicia que Dios los discriminó. Por 400 años, soportó los malos hábitos de los cananeos. Finalmente, fueron juzgados y destruidos. Ellos tampoco podrán declarar que Dios los discriminó. Tenemos que amar a las personas, respetarlas, tratarlas con dignidad, pero esto no significa que debemos aprobar su estilo de vida pecaminoso y promiscuo. La segunda venida de Cristo está cercana. Será alegría para los salvos, pero desesperación para los impíos. Como embajadores de Cristo, debemos ser como él, cuya naturaleza no es discriminar o condenar, sino amar, salvar del pecado y de la destrucción (Ezequiel 33:11; Apocalipsis 14:6, 7).