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Iglesia, ¿Quién la necesita? Parte 2

¿Qué papel desempeña en los días de hoy? ¿Su propósito cambió? Entiéndalo.


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La Iglesia es un lugar fundamental para desarrollar las relaciones con los que profesan la misma fe o buscan conocer a Dios (Foto: Shutterstock).

En la primera parte de este artículo presentamos un panorama sobre el pensamiento posmoderno sobre la relación de las personas con la Iglesia. Si usted todavía no lo leyó, haga clic aquí.

Retomando el asunto, expongo algunos motivos que tal vez expliquen, por lo menos parcialmente, porqué muchos evitan la Iglesia.

Lea también:

Iglesia: ¿Quién la necesita? Parte 1

  1. Vivimos en la era de no comprometerse. Tanto es así, que las compañías de tarjetas de crédito o asociaciones y clubes ganan clientes prometiendo que podrán salir de la sociedad sin ninguna burocracia y a la hora que lo deseen. “No habrá ningún impedimento en cancelar la suscripción a nuestro producto” es la promesa que el cliente quiere escuchar. La Iglesia actúa de manera opuesta a esto. Exige un compromiso eterno, por eso muchos se muestran con aversión a su filiación.
  2. X. Kaufmann elaboró tres tesis en las cuales resume la problemática de ser y de hacerse cristiano en la sociedad moderna:

“Es difícil ser cristiano en esta cultura moderna”.

“Es difícil vivir y actuar como cristiano bajo las premisas de esta cultura”.

“Si, pues, alguien intenta efectivamente dar validez a su ser cristiano, resulta difícil para su medio ambiente”. Y muchos no quieren ese desafío para sí.

  1. Existen diversos problemas de relaciones a causa de un ambiente que por no desarrollar una actitud acogedora termina siendo hostil a nuevos conversos. A esto se suma el hecho de que algunos, por estar todavía poco preparados doctrinalmente, terminan apegándose demasiado a aspectos sociales (y no a la enseñanza) para afirmarse en la fe. No se dan cuenta de la diferencia de ser adventistas. Si se sienten bien en otra religión que les sea más receptiva, no dudan de ir a ella.

El hecho de tener una doctrina diferente y contraria a la enseñanza bíblica no es realmente relevante para ellos. Fue Philip Yancey que admitió cierta vez su consternación cuando intentó convencer a un homosexual a abandonar esa vida y unirse a una iglesia evangélica. El joven fue firme en la respuesta: “¿Y qué voy a hacer allá? ¿Buscar apoyo? Sabe, Philip, es más fácil encontrar sexo en la calle que un abrazo en la iglesia”.

  1. La falta de piedad vista en muchos profesos seguidores del evangelio. Una encuesta reciente hecha en los Estados Unidos señaló cuáles eran los segmentos con más descrédito en la opinión de los ciudadanos norteamericanos. Los más citados fueron: la política, el departamento de Justicia, el sistema policial y las agrupaciones religiosas.

La causa de esta desconfianza era el número elevado de escándalos involucrando jueces, promotores, policías, abogados y políticos. No debemos de ningún modo justificar los malos testimonios. Sin embargo, el problema de algunos es que prefieren cortar todo el bosque por dos o tres árboles pobres que encontraron en medio de él. Decir que la Iglesia no es digna porque un líder se equivocó significa calificar erróneamente a un gran número de hermanos piadosos que no tuvieron relación con aquel error. Es colocarse por encima de otros como si estuviera espiritualmente tanto o más elevado y que decide no contaminarse por estar en medio de una Iglesia problemática. No es para menos que alguien dijera con ironía: “No se quede fuera de la Iglesia diciendo que en ella hay demasiados hipócritas, venga, siempre hay espacio para uno más”.

Al final, ¿necesitamos la Iglesia o no?

En realidad, no son las obras ni la Iglesia lo que nos salva, es Jesús. Sin embargo, no podemos olvidar dos cosas:

Primero: Reunirse en la Iglesia es una orden de Dios. “Juntadme mis santos, los que hicieron conmigo pacto con sacrificio” (Salmo 50:5). Dios no convierte a nadie para hacer de él un cristiano aislado.

Segundo: Aun viviendo en una Iglesia con mil problemas, el autor del libro de Hebreos afirmó: “No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca” (Hebreos 10:25). Sentirse decepcionado no es una excusa para salir de la Iglesia.

Y además, la fe solitaria es como una braza fuera del fuego que pronto se apaga. Necesitamos estar junto a quienes comparten nuestra fe, de lo contrario, nos desanimaremos.

Cuando alguien pregunta si se puede ir al cielo estando fuera de la Iglesia, inmediatamente debemos hacer otra pregunta: “¿Es posible atravesar el Atlántico en un barco a remo?” Sí, es posible. El brasileño Amir Klink lo hizo en la década de 1980. Remó durante 100 días de la Costa Occidental africana hasta Brasil. Pero si podemos elegir, es mucho mejor ir en un transatlántico o en avión; y es mucho más seguro.

De la misma manera, es posible que alguien llegue al cielo estando fuera de la Iglesia, pero es mucho más seguro si está dentro de ella.

Rodrigo Silva

Rodrigo Silva

Evidencia de Dios

Una búsqueda de la verdad en las páginas de la historia

Teólogo posgraduado en Filosofía, con maestría en Teología Histórica y especialista en Arqueología por la Universidad Hebrea de Jerusalén. Doctor en Arqueología Clásica por la Universidad de Sao Paulo (USP), es profesor del Centro Universitario Adventista de Sao Paulo (Unasp), en Brasil, curador del museo arqueológico Paulo Bork y presentador en portugués del programa Evidencias, de la TV Novo Tempo.