Aclarando algunos malentendidos sobre el creacionismo
En tiempos en que la verdad se ha vuelto relativa, la cosmovisión cristiana ofrece una base única y sólida: Dios como el Creador

Dentro del contexto social y cultural en el que vivimos, inmersos en las redes sociales, ha sido bastante desafiante dialogar de forma auténtica. Muchas personas se esconden detrás de avatares y, cuando se expresan, frecuentemente repiten, como un disco rayado, ideas equivocadas propagadas por pseudo influencers. Por eso, ha sido una ardua tarea distinguir la distorsión, y la verdad de la mentira. El resultado es una especie de disonancia cognitiva colectiva.
En el ámbito de la ciencia, la historia no es muy diferente. El concepto de verdad se ha convertido en un terreno de disputa. A lo largo de los siglos, influenciado por distintas corrientes filosóficas, el concepto de verdad se volvió fluido: paradigmas que en determinada época fueron considerados incuestionables se revelaron equivocados. Un ejemplo notable es la creencia en el geocentrismo. Durante siglos, se creyó que la Tierra era el centro del universo, una convicción sostenida hasta que fue derribada por las observaciones de Nicolás Copérnico, Galileo Galilei y Johannes Kepler. Los científicos, por lo tanto, redefinen continuamente lo que se entiende por verdad conforme surgen nuevos conocimientos.
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Para quienes tienen una cosmovisión cristiana, la verdad no es relativa ni transitoria. Se ancla en Dios y en su Palabra como fuente absoluta, independientemente de las variaciones culturales o interpretaciones humanas. Esta comprensión ofrece un sentido de propósito que va más allá de la mera supervivencia: orienta decisiones, moldea valores y da sentido a la existencia.
Naturalismo y creacionismo: dos cosmovisiones en competencia
Actualmente, dos cosmovisiones compiten por espacio en la interpretación de la realidad: el naturalismo, que es un supuesto básico de la cosmovisión evolucionista, y el creacionismo, característico de la cosmovisión bíblico-cristiana.
El naturalismo sostiene que todos los fenómenos pueden explicarse sin recurrir a agentes sobrenaturales ni a un Creador. Desde esta perspectiva, las herramientas de la ciencia serían suficientes para describir y explicar el origen y el funcionamiento del universo. El creacionismo, por otro lado, combina presupuestos bíblicos y filosóficos con el análisis científico, reconociendo como plausibles las hipótesis que el naturalismo descarta por principio. Este enfoque interpretativo amplía el horizonte de lectura de los datos, permitiendo que fósiles, rocas o evidencias geológicas sean comprendidos bajo diferentes lentes, sin que ciertas hipótesis sean negadas de antemano.
La herencia científica de la cosmovisión cristiana
Aunque muchas veces se caricaturiza como anticientífica o pseudociencia (lo cual es un error), la cosmovisión cristiana creacionista desempeñó un papel central en la construcción de los pilares de la ciencia moderna. Científicos como Copérnico, Galileo, Kepler y Newton desarrollaron sus teorías movidos por la convicción de que la naturaleza reflejaba la racionalidad y el orden del Creador. Estudiar los fenómenos naturales, para ellos, era una forma de comprender la mente divina.
Un ejemplo notable es el de Isaac Newton. En una carta enviada en 1692 a su amigo Richard Bentley, Newton afirmó que el objetivo de sus estudios (como en su célebre libro Principia) era llevar a las personas a pensar y creer en Dios. Él escribió: “Cuando escribí mi tratado sobre nuestro sistema, tenía en mente principios que pudieran funcionar en la consideración de los hombres respecto a la creencia en una Divinidad; y nada puede alegrarme más que considerarlo útil para ese propósito”. ¹
Testimonios como este evidencian que la fe y la ciencia no necesitan ser vistas como opuestas. Al contrario, son enfoques complementarios: mientras la ciencia busca explicar cómo ocurren los fenómenos, la fe señala quién está detrás y cuál es el propósito responsable del orden observado en el universo.
Incluso en este contexto, todavía hay quienes defienden que no es posible realizar una investigación científica de calidad tomando en cuenta, por ejemplo, el relato bíblico sobre los orígenes. La cosmovisión creacionista, con frecuencia, es blanco de críticas, siendo muchas veces rotulada como pseudociencia o asociada a la Teoría del Diseño Inteligente, vista por algunos como creacionismo disfrazado.
A continuación, se discutirán cuatro críticas comunes dirigidas a la cosmovisión creacionista y por qué no tienen el menor sentido.
1. Los creacionistas ignoran las evidencias evolutivas
Una crítica común dirigida al creacionismo es que sus defensores ignoran las llamadas “evidencias evolutivas”. Sin embargo, es importante destacar que no existen “evidencias evolutivas” o “evidencias creacionistas”: la evidencia es evidencia. Un fósil, por ejemplo, no puede ser etiquetado como evolucionista o creacionista. Es simplemente un fósil. Lo que puede variar es la interpretación hecha por el científico que lo estudia, ya sea desde la perspectiva evolucionista o desde la creacionista.
Un ejemplo ilustrativo es el de un plesiosaurio expuesto en el Museo de Historia Natural de Londres. Este animal fue preservado casi completo, con las partes aún articuladas, lo que sugiere que fue enterrado rápidamente. Si hubiera permanecido expuesto, habría sido consumido por organismos detritívoros y desmembrado con el tiempo. Para que un fósil como este se preservara de forma tan íntegra, era necesario un enterramiento rápido. La cosmovisión creacionista interpreta este proceso como resultado de la gran catástrofe del Diluvio, mientras que la perspectiva evolucionista lo entiende como eventos localizados ocurridos en el pasado, sin implicaciones globales.

2. El creacionismo fue refutado por la evolución
Muchos críticos afirman que el creacionismo fue refutado por la evolución, pero antes de aceptar tal afirmación es fundamental aclarar qué se entiende por evolución, ya que el término se usa con frecuencia de manera imprecisa. En sentido amplio, y como fue establecido por el propio Darwin, la evolución significa descendencia con modificación, es decir, cuando los individuos transmiten características a las siguientes generaciones con pequeñas variaciones. Los ejemplos como las diferencias en la forma del pico de los pinzones o las variaciones en el caparazón de las tortugas gigantes de las Islas Galápagos ilustran este proceso.
Tales cambios, conocidos como microevolución, corresponden a variaciones dentro de una misma especie, algo que los creacionistas no niegan. Las diversas razas de perros, que van desde el pug hasta el husky, son un ejemplo claro: todos pertenecen a la misma especie (Canis lupus), pero presentan una amplia diversidad en tamaño, fuerza y adaptación. Estas variaciones surgieron a lo largo del tiempo, estimuladas por la selección artificial conducida por el ser humano.
Para el creacionismo, tales procesos son posibles porque entiende que Dios creó a los seres vivos con capacidad de adaptación, aunque dentro de ciertos límites. En contraste, los evolucionistas también defienden la existencia de la macroevolución, es decir, cambios a una escala mucho mayor, capaces de generar nuevos grupos de organismos a partir de ancestros comunes. Desde esta perspectiva, la selección natural, a lo largo de millones de años, podría originar nuevas formas de vida, como que los T-Rex dieran origen, tras millones de años, a aves como las gallinas. Sin embargo, los creacionistas consideran esta interpretación insostenible, pues no hay evidencias observacionales concluyentes y el registro fósil presenta lagunas significativas.
Así, mientras la teoría evolucionista se basa en la idea de un único árbol de la vida, el creacionismo propone la baraminología², según la cual Dios creó diferentes tipos básicos de organismos, comparables a un pomar (huerto), en el que cada grupo puede diversificarse internamente, pero sin sobrepasar los límites establecidos en la creación.

3. El creacionismo es Diseño Inteligente disfrazado
Recientemente, la revista Super Interesante publicó un texto criticando el Diseño Inteligente, clasificándolo como “una pseudociencia creacionista que intenta infiltrarse en las escuelas”. ³ Sin embargo, es necesario aclarar que el creacionismo no es pseudociencia, ni un Diseño Inteligente disfrazado: se trata de perspectivas distintas.
El Diseño Inteligente es presentado por diversos teóricos, como Michael Behe y Stephen Meyer, quienes defienden que es posible utilizar el método científico para identificar evidencias de un diseñador en la naturaleza. Entre los criterios utilizados, se destacan los conceptos de complejidad irreducible e información especificada.
El concepto de complejidad irreducible se ilustra frecuentemente con el ejemplo de una ratonera: si cualquiera de sus piezas falla o está ausente, el mecanismo deja de cumplir su función. De manera análoga, los sistemas biológicos como la estructura propulsora del flagelo bacteriano o el complejo enzimático de la ATP sintasa dependen de la presencia y el funcionamiento adecuado de todos sus componentes. La ausencia o el defecto de una sola parte compromete todo el sistema, imposibilitando su funcionamiento.
Si el gradualismo fuera real, estos sistemas no podrían haberse formado a lo largo de millones de años, pues habrían sido eliminados por la selección natural. Por otro lado, el concepto de información especificada se refiere a la información presente en los seres vivos, como el código del ADN. Estas moléculas no podrían haber surgido únicamente por medio de la selección natural, ya que esta no tendría capacidad para generar información nueva con ese nivel de organización.
Así, el Diseño Inteligente busca analizar los procesos naturales y evaluar si es más probable que hayan sido resultado de una causa inteligente que de mecanismos puramente naturales, sin asumir compromiso directo con la identidad de ese diseñador.
El creacionismo, por su parte, es una cosmovisión que reconoce a ese diseñador como el Creador revelado en las Escrituras, e involucra una dimensión de fe racional basada en evidencias proporcionadas por el método científico. Por lo tanto, aunque ambos critican las limitaciones de la teoría evolutiva, no deben confundirse. Incluso hay personas agnósticas o sin vínculo religioso que aceptan el Diseño Inteligente sin identificarse como creacionistas.
Por eso, al reducir el debate a una asociación simplista entre creacionismo y Diseño Inteligente, se corre el riesgo de incurrir en falacias, en lugar de promover una discusión consistente sobre las debilidades e implicaciones de cada perspectiva.
4. El creacionismo es religión, no tiene base científica
El creacionismo no es una religión en sí, sino una cosmovisión. Aunque existen diversas denominaciones religiosas, el creacionismo se caracteriza por comprender que hay evidencias científicas, históricas y arqueológicas que respaldan la fe en el relato bíblico de la creación; no solo en el libro de Génesis, sino también en toda la Biblia como un conjunto coherente y digno de confianza. Además, reconoce que la propia naturaleza, en sus dimensiones visibles e invisibles, apunta hacia el Creador.
Como afirma el salmista: “Los cielos proclaman la gloria de Dios; el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmos 19:1, 2). De forma similar, Pablo escribe: “Lo invisible de él, su eterno poder y su deidad, se hace claramente visible desde la creación del mundo y se puede discernir por medio de las cosas hechas (…)” (Romanos 1:20).
Esto muestra que no es necesario que Dios haga un discurso directo; mediante la observación y el estudio de la naturaleza es posible reconocer su intervención en la vida de los seres creados. La fe, por lo tanto, no debe ser ciega, sino que debe estar fundamentada en evidencias que apelan a la razón humana, como el apóstol Pablo afirma en Romanos 12:1 al exhortar sobre el culto racional.
Así, el creacionismo es una cosmovisión sustentada por múltiples tipos de evidencias, incluyendo las científicas, que revelan orden y propósito en el universo. De la misma manera que no vemos la gravedad ni las leyes que rigen el movimiento de los planetas, pero las reconocemos mediante cálculos y observaciones, también comprendemos que donde hay leyes, hay un legislador.
Es interesante notar que las críticas al creacionismo y los debates entre defensores del Diseño Inteligente y de la teoría de la evolución revelan mucho más que una simple disputa de evidencias: muestran cómo diferentes perspectivas moldean nuestra comprensión de la realidad, incluso en lo que respecta a la existencia o no de lo trascendente.
Ante esto, podemos sentirnos tentados a adoptar una postura combativa, como si la aceptación de nuestra cosmovisión dependiera únicamente de nuestra habilidad de argumentación y persuasión. Sin embargo, es fundamental recordar dos puntos esenciales. Primero, no somos nosotros, sino la acción del Espíritu Santo quien convence a las personas (Juan 16:8). Segundo, detrás de las discusiones sobre creación y evolución existe un trasfondo mayor: el gran conflicto.
Nuestro adversario no es la persona con la que dialogamos, sino Satanás. Por eso, nuestra preparación debe ir más allá de los argumentos científicos y filosóficos, incluyendo también el estudio profundo de la Palabra de Dios. Así, aunque el resultado inmediato no sea el esperado, podemos tener la certeza de que estamos acompañados por el mayor y mejor aliado: nuestro Creador.
Referencias
[1] Carta original de Isaac Newton para Richard Bentley. The Newton Project. 10 de dic. de 1692. University of Oxford, publicado on-line en oct. de 2007. Disponible en: https://www.newtonproject.ox.ac.uk/view/texts/normalized/THEM00254. Acceso el 31 de ago. de 2025.
[2] MARSH, Frank L. Variation and fixity in nature. Creation Research Society Quarterly, v. 11, p. 60-68, jun. 1974.
[3] Bruno Carbinato. O que é “design inteligente”, a pseudociência criacionista que tenta se infiltrar nas escolas. Disponible en: https://super.abril.com.br/ciencia/o-que-e-o-design-inteligente-a-pseudociencia-criacionista-que-tenta-se-infiltrar-nas-escolas/. Acceso el 20 de ago. de 2025.