¿Por qué padres y madres actúan mal, incluso sabiendo lo que deben hacer?
Factores como un mal ejemplo, la falta de tiempo y el cansancio hacen que los padres fracasen en la educación de sus hijos, pero hay una solución para esto en Dios.
Vivimos en una era de mucha información y, cuando el tema es la educación de los hijos, estos contenidos van desde opiniones que no pedimos hasta las modernas teorías sobre cómo educar, teniendo en consideración los descubrimientos científicos acerca de nuestro desarrollo cerebral. Tenemos libros, blogs, videos, cursos… las opciones son muchas. Estamos bien suplidos. Pero sabemos que tener conocimiento no es suficiente. Los padres y las madres se equivocan incluso sabiendo lo que deberían (o no) hacer.
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Una de las razones es que muchos de nosotros crecemos escuchando y viendo cosas que no son buenas, entonces, terminamos reproduciendo en la educación de nuestros hijos lo que vivimos en nuestra infancia. Sí, el poder del ejemplo también influyó sobre nosotros. Es posible que usted haya dicho alguna vez en el pasado una frase que comenzaba con “cuando sea padre/madre, yo…”, y es muy posible que usted ya haya fallado en ese mismo punto.
Otra razón es que estamos muy ocupados y el comportamiento del niño no se adapta al tiempo de nuestra agenda. No tenemos tiempo de incentivar un comportamiento y esperar que este ocurra. Queremos hablar solo una vez y ver que el niño actúe como orientamos. Pero pasa que tendremos que hablar varias veces porque el proceso de educar requiere, entre otras cosas, repetición. Y, como repetir puede ser aburrido y no tenemos tiempo para eso, caemos en errores como el de actuar con impaciencia o el de hacer la vista gorda a cosas que habíamos acordado con el niño, por ejemplo.
Aquí, considero muy importante recordar cuántas veces Dios tuvo que repetirnos paciente y amorosamente la misma instrucción a nosotros, adultos. Sin duda, hay algo que usted sabe que Dios dejó revelado y que usted no lo ha practicado debidamente. ¿Cómo lo trata él por eso? ¿Será que actúa con usted de la misma forma en la que usted actúa con su hijo?
Cansados
Una tercera razón es que estamos sin energía. Estamos cansados. Vivimos en una sociedad que no da descanso a nuestra mente, produce en nosotros una sensación continua de que todavía necesitamos hacer más y más, no importa cuánto hayamos hecho (en cualquier área de la vida). El cansancio hace cualquier actividad más desafiante. Y educar ya es desafiante por sí solo. Si la educación de nuestros hijos no es la prioridad, nuestra energía se gastará con otras cosas primero y estaremos demasiado agotados para lidiar bien con los niños.
Podríamos enumerar otras razones por las cuales fallamos, incluso teniendo el conocimiento. Para todas las razones hay una herramienta que podemos usar para eludir lo que no puede ser cambiado o para cambiar lo que es posible: la autocompasión. Y no estoy hablando de auto piedad. Tampoco se trata sólo de ser bondadoso con usted mismo, a pesar de que eso es muy importante. Es necesario entender la importancia del ejercicio de la autocompasión para las madres.
No es conocimiento lo que nos falta; es sabiduría. Conocemos muchas cosas, pero nuestras decisiones nos han impedido practicarlas. No creamos condiciones adecuadas para vivir lo que sabemos. Pero “El temor de Jehová es el principio de la sabiduría” (Proverbios 9:10). Si iniciamos nuestro día buscando en Dios la sabiduría y la unción del Espíritu que tanto necesitamos, y pasamos nuestro día al lado de él, seremos capaces de corregir en nosotros lo que nos ha impedido educar bien a nuestros niños.