El engaño no está donde imaginas
En un mundo rodeado de luces y atractivos que inducen al placer inmediato, es posible que las cosas positivas se pierdan.

¿Alguna vez te has puesto a pensar que el pez no es consciente del agua en la que nada? Para él, el agua es simplemente el ambiente natural de la vida. De la misma forma, nosotros, los seres humanos, rara vez percibimos la atmósfera literal y cultural en la que vivimos. Respiramos oxígeno, ideas, valores, distracciones y deseos, como si fueran neutros e inofensivos. Y ese es uno de los mayores secretos del engaño.
Mucha gente piensa que el diablo es el mayor engañador del universo. Y sí, se lo llama “padre de la mentira”. Pero la Biblia nos advierte que existe algo aún más engañoso: el corazón humano. Jeremías 17:9 dice: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?”.
Lea también:
Hasta Satanás cayó por causa del deseo de su propio corazón. No fue engañado por una mentira externa, sino arrastrado por su propia ambición de ser como Dios. De la misma forma, Jesús confronta a los fariseos en Juan 8:44 diciendo: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer”. La alineación con el engaño está en los DESEOS.
Lo que engañó a los fariseos no fue solo una teología equivocada, sino el hecho de que sus corazones se alinearon con los deseos del enemigo. El engaño siempre comienza allí: en el corazón que desea algo contrario a Dios.
La arquitectura del engaño
Si yo fuera un arquitecto del engaño, como lo es el diablo, haría dos cosas fundamentales. Primero, escondería la mentira de modo que no fuera fácilmente percibida. Segundo, haría que esa mentira fuera deseada. Porque si algo es deseado, no será confrontado. Al contrario, nos convertimos en defensores de aquello que deseamos.
El camino perfecto para eso es crear una atmósfera. Imagine un ambiente que, por fuera, parece neutro, incluso benéfico, pero que por dentro refuerza lo que el corazón ya desea. En ese caso, no es necesario empujar a nadie. El propio corazón camina hacia el engaño, creyendo estar al control, cuando en realidad está siendo moldeado por la atmósfera alrededor. Nosotros elegimos nuestras propias prisiones.
Las redes sociales como atmósfera
Ahora, piense conmigo: ¿cuál es la atmósfera más poderosa de nuestro tiempo? Las redes sociales.
Parecen neutras. Técnicamente, cualquiera puede elegir qué consumir. “Es solo saber usarlas bien”, dicen. ¿Pero será realmente así? La propia estructura de las redes fue diseñada para estimular deseo, consumo y entretenimiento. Sí, es posible encontrar contenido espiritual allí dentro, como en este portal. Pero ¿tendrá ese contenido la misma fuerza frente al mar de distracciones, anuncios, videos graciosos y noticias escandalosas?
Es como entrar en un parque de diversiones gigantesco. Puede que haya una capillita en un rincón del parque. Pero ¿quién va a prestar atención al culto, mientras las luces, los juegos y las músicas gritan alrededor? El culto no deja de existir, pero pierde su potencia. De la misma forma, la espiritualidad en las redes sociales puede estar presente, pero diluida, inofensiva, irrelevante.
Ese es el secreto de la atmósfera del engaño: parece inofensiva, pero crea un ambiente que refuerza lo que el corazón desea.
El engaño escatológico
¿Y qué tiene todo esto que ver con el fin de los tiempos? Absolutamente todo. La Biblia nos advierte que el engaño de los últimos días sería tan fuerte que, si fuera posible, engañaría hasta a los escogidos (Mateo 24:24). Ese engaño no es solo la mentira declarada, sino una atmósfera cultural, digital y espiritual que moldea deseos y sofoca la verdad.
Fíjese: el problema no es solo el contenido equivocado. El problema es el ambiente entero, que parece neutro, pero nos condiciona a vivir para el entretenimiento, el consumo y el placer inmediato. Una atmósfera que, día tras día, debilita el hambre por Dios.
En Apocalipsis, la figura de Babilonia representa exactamente eso: no solo una ciudad literal, sino una atmósfera cultural de seducción. Una ciudad que embriaga a las naciones con su vino, sus riquezas, su lujo. Una ciudad que crea el ambiente perfecto para que las personas deseen lo que es contrario a Dios, sin siquiera percibir que están siendo engañadas.
Esa es la batalla del tiempo del fin: no solo contra falsas ideas, sino contra una atmósfera entera, invisible, agradable, aparentemente inofensiva, pero que moldea el corazón lejos de Cristo.
El peligro de no percibir
El pez no percibe el agua. El hombre no percibe su atmósfera. Y el mayor riesgo de nuestra generación es no percibir que vivimos en un ambiente diseñado para engañarnos, no por la fuerza, sino por el deseo.
Si en el fin de los tiempos el engaño tiene más que ver con la atmósfera que con el argumento, la vigilancia que Jesús pide en Mateo 24 cobra aún más sentido.
No basta solo con conocer la verdad; es necesario desconfiar de la atmósfera.
Porque el corazón es engañoso, y la atmósfera del fin de los tiempos fue diseñada para darle todo lo que desea.