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Sin tiempo para vivir

Cómo pasar tiempo con Dios puede cambiar la vida de una persona. Entiéndalo en este artículo.


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El tiempo es un elemento a ser administrado, especialmente en el contacto con Dios. (Foto: Shutterstock)

¿Puede imaginarse vivir una vida como la de Jesús en su ritmo de vida actual? Deténgase y piense. Retirarse de la ciudad un fin de semana para pasar el día sentado conversando con desconocidos, compartiendo historias y lecciones aprendidas. ¿Tiene algún sentido para usted?

Cuando vivía en Sao Paulo, en mis fines de semana libres (porque muchos estaban ocupados con eventos y otros compromisos), necesitaba quedarme en casa para descansar de la rutina exhaustiva. O, como máximo, lograba encontrarme con mis amigos más allegados en un restaurante cercano, si el tránsito no estaba muy pesado. La vida seguía un ritmo normal. Un buen trabajo, estabilidad, siempre involucrados con la iglesia, un rincón para llamarlo nuestro.

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Zona de confort

Yo creo que Dios nos sacó de nuestra zona de confort en Brasil en respuesta a mis inquietudes. No sabía que sería necesario salir del país donde nací, crecí y me establecí. Hace algunos años que estaba orando por un equilibrio en mi vida. Clamé a Dios para que me mostrara más claramente cómo vivir según su voluntad y su ejemplo, con salud física, emocional y espiritual.

Intente imaginar nuevamente esas escenas: andar por la ciudad o a la orilla del mar en busca de personas que puedan unirse a usted, y que vivan acompañándolo por el evangelio. Sentarse a la espera de alguien que necesita oír una palabra de ánimo, de motivación. Así era la vida de Jesús; vivía entre las personas, para las personas. No tenemos tiempo para eso en nuestros días.

Nuestras agendas están llenas de eventos, proyectos, cursos, capacitaciones y viajes deseados. Falta tiempo, y tiempo es lo que necesitamos para vivir como Cristo. ¿O será que estamos en “otros tiempos” donde vivir como Jesús es de otra manera?  Cada vez es más común, también, hacer muchas cosas buenas en el nombre de Jesús, y en realidad no le damos espacio a él para que nos use de verdad.

Un aprendizaje nuevo

Actualmente vivimos en el lado del mundo donde el tiempo, en general, no es lo que controla nuestras acciones, como en occidente. Estamos tratando de aprender a vivir por las relaciones, dedicando nuestra vida (todo el tiempo) al servicio del cristianismo. Para quienes crecimos recibiendo una educación donde “el tiempo es dinero”, enfrentamos un cambio radical de vida. Buscamos entender, y lo hemos sentido en la piel, el valor indispensable de la presencia física, del compartir el pan, de sentarse a escuchar, de participar de los tés de la tarde. Nuestra casa ha estado abierta, casi las 24 horas, los fines de semana y feriados, para recibir personas.

En mi jornada de vida como adventista, al intentar  acercarme al ejemplo que Cristo nos dejó, las intensas rutinas de trabajo, el uso de mi tiempo y talentos ya no estaban teniendo mucho más sentido. Faltaba tiempo y energía para el devocional, para la familia, para los amigos, faltaba tiempo para caminar en el parque con personas queridas y para encontrar a los que tanto necesitan un “oído”, para compartir sus aflicciones y victorias. Antes de mudarnos para acá, no recordaba la última vez que había recibido a una familia no adventista en casa. No teníamos tiempo para eso.

Es más, ¿hace cuánto tiempo que usted no comienza una amistad nueva con alguien que no conoce a Cristo como usted? ¿Cuántas familias que no son de su iglesia son parte de su círculo más próximo de amistad? ¿Ha encontrado tiempo para nutrir esas relaciones? Agradezco a Dios por haberme sacado de mi zona de confort personal, familiar, profesional y espiritual para dar continuidad a mi jornada en esta tierra.

Dios nos envió a este lugar para que aprendamos a vivir como él y con él. Todavía estamos ajustándonos, como si estuviéramos aprendiendo a caminar por primera vez. A veces, nos perdemos en medio de conflictos de interés, perdemos el foco. Fuimos formateados para vivir en modo “línea de producción”, y cambiar no es fácil. Los proyectos todavía existen, hay mucho trabajo que hacer. Continuamos teniendo empleo, informes y plazos que cumplir, pero nuestro mayor esfuerzo ha sido sacar los ojos del reloj, de los números y de los papeles para mirar de forma activa a los que nos rodean.

 

 

 

 

Ana Paula

Ana Paula

Misión y voluntariado

Hasta dónde llegan las personas que se colocan en manos de Dios para servir en la misión de predicar el evangelio

Periodista y escritora, fue voluntaria en Egipto entre 2014 y 2015, donde vive actualmente con su esposo, Marcos Eduardo (Zulu), y sus hijas, María Eduarda y Anna Esther. Es autora del libro Desafio nas Águas: Um resgate da história das lanchas médico-missionárias da Amazônia (CPB).