Salir de las grandes ciudades: ¿ahora o cuándo? Parte III
¿Cómo armonizar el llamado para dejar los grandes centros con la misión de anunciar el retorno de Cristo?
Para concluir esta serie de artículos exploraremos el cuarto y último tópico: el compromiso evangélico de la Iglesia Adventista. En el caso de que no haya seguido el asunto desde el principio, lea la parte I aqui y la II aqui.
En general, en este punto se concentra un campo de tensión definido por George R. Knight, autor e historiador adventista, como “situación ambivalente”. [1] Por un lado están las afirmaciones ya mencionadas sobre las ventajas de vivir en el campo, y en el otro, la necesidad de evangelización de las ciudades, pequeñas y grandes, cuya negligencia fue corregida por Elena de White en sus testimonios, escritos especialmente entre 1901 y 1910. La cuestión no era si los adventistas deberían trabajar o no en las grandes ciudades, sino cómo hacerlo.
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Evangelismo a partir de puestos de avanzada
En los textos que escribió en ese período aparecen algunas veces el concepto de “Evangelismo de puesto de avanzada”.[2]Ella escribió en 1902: “Hay que trabajar en favor de las ciudades desde puestos de avanzada. El mensajero de Dios dijo: “¿No serán amonestadas las ciudades? Sí; pero no por el pueblo de Dios que viva en ellas, sino mediante sus visitas realizadas para advertirlas de lo que sucederá sobre la tierra”.[3]
En un artículo publicado en la Review and Herald el 14 de abril de 1903, se lee: “Es designio de Dios que nuestros hermanos se establezcan fuera de las ciudades y desde esas avanzadas amonesten a las ciudades, y se levanten en ellas monumentos conmemorativos para Dios”.[4] Esas afirmaciones parecen radicalmente inflexibles, pero, una vez más debe buscarse el contexto para un correcto entendimiento de lo que ella está hablando.
Una preciosa ayuda para la comprensión del significado de esas citas viene del siguiente comentario de George R. Knight: “Esas dos declaraciones son semejantes a muchas otras que ella escribió a lo largo de los años. Como resultado, algunos han sostenido que, en la perspectiva de Elena de White, está mal establecer obreros evangelistas dentro de las ciudades. Esa posición, sin embargo, considera solo parte de su consejo. Es muy fácil no examinar todo lo que ella escribió sobre el tema o incluso descuidar la lectura cuidadosa del contexto de sus citas”.[5]
Si buscamos el significado que ella da al evangelismo a partir de puestos o centros de avanzada, necesitamos acceder a otras citas fundamentales para una correcta comprensión de ese concepto. La primera de ellas dice: “Dios ha advertido una vez tras otra que nuestras escuelas, casas editoras y sanatorios deben establecerse fuera de la ciudad, donde pueda enseñarse a los jóvenes con la mayor eficacia posible qué es la verdad”.[6]
“El Señor nos ha indicado repetidamente que debemos trabajar en las ciudades desde puestos de avanzada ubicados fuera de ellas. En esas ciudades debemos tener casas de culto, como monumentos de Dios, pero las instituciones destinadas a la publicación de la verdad, a la curación de los enfermos y a la preparación de los obreros deben establecerse fuera de las ciudades […] En armonía con estas instrucciones se han comprado y se han vuelto a dedicar salones de reuniones en Washington y en Nashville, mientras las casas editoras y los sanatorios se han establecido fuera de los centros congestionados de las ciudades, como puestos de avanzada”.[7]
No quedan dudas que Elena de White trata de puestos o centros de avanzada en conexión exclusivamente con algunas instituciones adventistas, casas publicadoras, centros educativos y sanatorios.
Estos deberían estar ubicados en áreas apartadas del centro de las ciudades y, a partir de ahí, como puestos o centros de avanzada, además de cumplir las actividades internas, sus servidores deberían salir para evangelizar las ciudades cercanas. En las 22 veces en las que se encuentran las expresiones puestos o centros de avanzada en varios de sus libros [8], se refieren invariable y específicamente a esas instituciones.
Actividades que pueden realizarse en las ciudades
La preocupación de Elena de White por la obra a realizarse en las ciudades era grande. Un texto que representa muy bien sus insistentes recomendaciones fue escrito en 1910: “Aunque se ha entrado en algunos lugares, tendrían que establecerse muchos centros donde se empleara a cientos de obreros. En toda ciudad debería existir una misión que fuera una escuela de preparación para obreros. Muchos de nuestros hermanos pueden ser condenados a la vista de Dios porque no han hecho la misma obra que Dios quería que hicieran”. [12]
Los llamados “centros de influencia” ahora están siendo rescatados por la Iglesia Adventista como estrategia de misión urbana alrededor del mundo.[13]
En el tomo 9 de la serie Testimonios para la Iglesia, que reúne consejos escritos por ella entre 1904 y 1909, se encuentra una cita sobre la necesidad de atender a familias negras que vivían en el sur de los Estados Unidos. Ella afirmó: “Hasta donde sea posible, estas escuelas debieran establecerse fuera de las ciudades. Pero en las ciudades hay numerosos niños que no podrían asistir a instituciones educativas que no funcionan dentro de sus límites; para beneficio de ellos, hay que establecer escuelas en las ciudades tanto como en el campo”.[14]
Sabiduría, equilibrio y sentido común
Ese no es un caso aislado en que ella presenta una alternativa a una cuestión que antes parecía única, radical e inflexible. Así fue con la posición correcta para orar [15]; el lugar de la reforma de salud en nuestro mensaje[16]; la ciudad adecuada para que los niños vayan a la escuela [17] y tantos otros asuntos.
Por eso se necesita sabiduría y equilibrio para buscar las diversas declaraciones acerca de un tema, como también el contexto en que fueron pronunciadas, a fin de no hacer un mal uso y distorsionar el propósito de sus recomendaciones. Sobre la reforma de la salud, ella dejó un consejo que puede aplicarse al uso general de sus escritos.
“Vemos a personas que seleccionan de los testimonios las declaraciones más fuertes, sin explicar o prestar atención a las circunstancias en las cuales las palabras de alerta y amonestación fueron dadas, y las aplican en todos los casos. Así producen impresiones desfavorables en la mente de la gente”.[18]
Ella también aclaró: “Dios quiere que tengamos sentido común, y que razonemos con sentido común. Las circunstancias alteran las condiciones. Las circunstancias cambian la relación de las cosas”.[19] Es realmente impresionante cómo ella misma reconoció que las circunstancias pueden ocasionar cambios. Esa es una afirmación para ser analizada con profunda oración y reflexión.
A partir de ahí podemos hacer algunas preguntas intrigantes: ¿cómo aplicar los consejos de Elena de White en un mundo donde la mayoría de la población está viviendo en zonas urbanas? ¿Qué decir de las personas pobres que no tienen recursos para comprar un pedazo de tierra? Aunque no sea el propósito de este artículo responder esas preguntas, ellas se transforman en una invitación para estudio y consideración.
George R. Knight confirma una posición aceptada por muchos estudiosos de que existe una diferencia entre el ideal de Dios y la realidad humana. Él afirma que Elena de White era más flexible con sus propios escritos de lo que las personas logran percibir. Ella entendía que muchas veces la realidad humana conducía a una modificación aceptable del ideal divino.[20]
Eso armoniza con lo que presenta el teólogo, profesor y escritor adventista Herbert E. Douglass, en Mensajera del Señor, al abordar los principios de interpretación de los escritos proféticos. Él reconoce la necesidad de hacer distinción entre normas y principios.[21] Esa posición no conduce a la relativización de principios, que son eternos, pero prevé una adaptación razonable para atender a los consejos y normas, conforme lo exijan las circunstancias.
Evangelismo en las ciudades
Una pregunta inquietante y que necesita una respuesta es: ¿qué tiene para decir Elena de White sobre obreros y otras familias que necesitan vivir en las grandes ciudades? ¿Esa posibilidad sería considerada una rebeldía a la luz de las recomendaciones para la vida en el campo? Un buen comienzo es considerar el ejemplo de Cristo.
“Jesús pasó su niñez y juventud en una aldea de montaña”[22]; allí disfrutaba de la tranquilidad de los alrededores de Nazaret, donde buscaba los lugares retirados para estar en comunión con su Padre [23]; pero también eligió Capernaúm para ejercer su ministerio.
Elena de White agrega: “El Salvador, durante su ministerio terrenal, aprovechó las oportunidades para trabajar en los lugares por donde transitaban los viajeros. Jesús moraba en Capernaúm mientras viajaba de un lugar a otro, y esta ciudad llegó a conocerse como “su ciudad”. Esta ciudad estaba bien situada para ser el centro de la obra del Salvador. Por encontrarse en la ruta de Damasco a Jerusalén, y a Egipto y el mar Mediterráneo, pasaban por ella o bien descansaban allí, numerosos viajeros de diversos países. Ahí podía Jesús encontrar a gente de todas las naciones y condiciones sociales, el rico, el importante, como también el pobre y el humilde; y sus lecciones serían llevadas a otros países y a muchos hogares. Así la gente se interesaría en investigar las profecías y dirigiría su atención hacia el Salvador, y su misión se llevaría ante el mundo”. [24]
Jesús iba y estaba donde podía encontrar a las personas con la intención de presentarles la salvación. Ese debe ser nuestro principal propósito de vida.
Al hacer la aplicación del ejemplo de Cristo para nuestros días, Elena de White afirmó: “Los cristianos que viven en los grandes centros comerciales y turísticos tienen oportunidades especiales. Los creyentes que moran en estas ciudades pueden trabajar para Dios en el vecindario de sus hogares”. [25]
En esas citas se resalta con claridad la admisión de Elena de White a familias que viven en ciudades, justificada por un propósito superior, es decir, el cumplimiento de la misión de evangelizar, un objetivo que vale tanto para los que permanecen en centros urbanos, como para los que deciden fijar su residencia en áreas rurales.
Un ejemplo más del papel de familias y obreros adventistas que viven y trabajan en grandes ciudades viene de los cristianos de la iglesia primitiva. Elena de White escribió: “El ejemplo de los seguidores de Cristo en Antioquía debería constituir una inspiración para todo creyente que vive en las grandes ciudades del mundo hoy. Aunque es plan de Dios que escogidos y consagrados obreros de talento se establezcan en los centros importantes de población para dirigir esfuerzos públicos, es también su propósito que los miembros de la iglesia que viven en esas ciudades usen los talentos que Dios les ha dado trabajando por las almas. Hay en reserva ricas bendiciones para los que se entreguen plenamente al llamamiento de Dios”. [26]
Otra advertencia la encontramos en el capítulo 16 del libro Servicio Cristiano y orienta a los adventistas a no formar colonias, ni agruparse en grandes comunidades. Contra esa tendencia, ella recomendó: “Dios quiere que estén dispersados por todo el país, en pueblos, ciudades y aldeas, como luces en medio de las tinieblas del mundo”. [27]
Ella incentivó a los miembros a mudarse a “ciudades y villas” donde haya una luz pequeña o ninguna. Véase claramente que el foco mayor es el cumplimiento de la misión. Dar atención al “id” es más importante que el lugar donde las personas deciden vivir ya sea en la ciudad o en el campo, nunca menospreciando los riesgos reales que existen en los tiempos modernos, comunes a todos los lugares, en especial en las grandes ciudades.
En 1908 ella reconoció que “algunos deben quedarse en las ciudades con el objetivo de dar la última nota de advertencia, pero eso se volverá cada vez más peligroso de hacer”.[28] Hay muchos riesgos en todas partes. Pero, el peligro real está en descuidar la comunión con Dios y la tarea de testificar, ya sea que las personas vivan en el campo o en las ciudades.
Conclusión
Dios dispuso en plan para que sus hijos puedan vivir de manera más plena el estilo de vida que él recomendó. El consejo divino es que vivamos en el campo, siempre que no se pierda el objetivo mayor de cumplir la misión. El tiempo recomendado para ese cambio es cuanto antes posible, según una decisión consciente individual o de cada familia, como resultado de la comunión con Dios y una cuidadosa planificación.
Al mismo tiempo, el Señor reconoce que, para algunos, por diversas razones, existen objetivos evangelizadores e impedimentos circunstanciales para dejar los centros urbanos inmediatamente, y no serán pasibles de condenación por eso. Pero llegará el tiempo, cuando el decreto dominical sea promulgado, entonces la orden de huir de las grandes ciudades será una emergencia y deberá ser obedecida.
Los miembros y pastores de la Iglesia necesitan despertar, pues hay un trabajo que debe hacerse en todas partes, en las áreas más apartadas y en pequeñas y grandes ciudades. “La comisión evangélica es la magna carta misionera del reino de Cristo. Los discípulos habían de trabajar fervorosamente por las almas, dando a todos la invitación de misericordia. No debían esperar que la gente viniera a ellos; sino que debían ir ellos a la gente con su mensaje”.[29]
Dios llama a obreros asalariados y a voluntarios, a familias y a jóvenes para que acepten el desafío de ser sal de la tierra y luz del mundo. Que cada uno ore sobre esto, y bajo la dirección divina busque cuál es su lugar en esa grande obra. Las promesas y advertencias están a disposición de todos.
Gracias a Dios por la claridad de los testimonios y por darnos luz suficiente para que nadie quede en tinieblas. “Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas, y seréis prosperados” (2 Crónicas 20:20).
Referencias
[1] Knight, George R. Vida nas Cidades. Fortin, Denis & Moon, Jerry (edit.). Enciclopédia Ellen G. White. Casa Publicadora Brasileña, 2018, p. 755.
[2] Ibíd.
[3] White, Elena de. Mensajes selectos, t. 2. Asociación Casa Editora Sudamericana, p. 410.
[4] White, Elena de. El evangelismo. Asociación Casa Editora Sudamericana, p. 60.
[5] Knight, George R. Vida nas Cidades. Fortin, Denis & Moon, Jerry (edit.). Enciclopédia Ellen G. White. Casa Publicadora Brasileña, 2018, p. 755.
[6] White, Elena de Mensajes selectos, t. 2. Asociación Casa Editora Sudamericana, p. 409.
[7] Ibíd., p. 411.
[8] Knight, George R. Vida nas Cidades. Fortin, Denis & Moon, Jerry (edit.). Enciclopédia Ellen G. White. Casa Publicadora Brasileira, 2018, p. 756.
[9] White, Ellen G. Mensagens Escolhidas, v. II. Casa Publicadora Brasileira, 1986, p. 142.
[10] White, Ellen G. Testemunhos Para a Igreja, v. 7. Casa Publicadora Brasileira, 2005, p. 60.
[11] White, Ellen G. Ministério Para as Cidades. Casa Publicadora Brasileira, 2013, p. 94-95.
[12] White, Elena de. Un ministerio para las ciudades. Asociación Casa Editora Sudamericana, 2012, p. 117.
[13] Ibíd.
[14] White, Elena de. Testimonios para la Iglesia, t. 9. Asociación Casa Editora Sudamericana, p. 161.
[15] White, Elena de. Mensajes Selectos, t. 2. Asociación Casa Editora Sudamericana, p. 359-362.
[16] White, Elena de. Testimonios para la Iglesia, t. 1. Asociación Casa Editora Sudamericana, p. 427 y 487.
[17] White, Elena de. Mensajes selectos, t. 3. Asociación Casa Editora Sudamericana, p. 244-286.
[18] Ibíd., p. 326.
[19] Ibíd., p. 247.
[20] Knight, George R. Introducción a los escritos de Elena G. de White. Asociación Casa Editora Sudamericana, 2014, p. 282.
[21] Douglass, Herbert E. Mensageira do Senhor. Casa Publicadora Brasileña, 2001, p. 397-398.
[22] White, Elena de. El Deseado de todas las gentes. Asociación Casa Editora Sudamericana, p. 49.
[23] Ibíd., p. 69.
[24] White, Elena de. Testimonios para la Iglesia, t. 9. Asociación Casa Editora Sudamericana, p. 98.
[25] Ibíd., p. 99.
[26] White, Elena de. Los hechos de los apóstoles. Asociación Casa Editora Sudamericana, p. 128.
[27] White, Elena de. Servicio cristiano. Asociación Casa Editora Sudamericana, p. 222.
[28] White, Elena de. Un ministerio para las ciudades. Asociación Casa Editora Sudamericana, 2012, p. 115.
[29] White, Elena de. Los hechos de los apóstoles. Asociación Casa Editora Sudamericana, p. 23.