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Cómo se desarrolló la separación entre el judaísmo y el cristianismo

Entienda la cuestión histórica y teológica que explica esta separación y cómo eso llegó hasta estos tiempos en la realidad del cristianismo.


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El segundo artículo de la serie sobre el cristianismo y el judaísmo señala cómo se dio esa división a lo largo de la historia. (Foto: Shutterstock)

El primer siglo de la era cristiana terminó con discusiones de identidad y el inicio de relaciones conflictivas entre cristianos y judíos, cuyas doctrinas y creencias estaban aún dentro del trasfondo judío general, conocido en esos tiempos. 

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Al salir de este siglo, no podemos dejar de notar que la identidad judía fluida fue dejada atrás, después de la casi destrucción del judaísmo en el año 70. La necesidad de fijar una identidad que no fuera demasiado abierta y amplia fue una decisión tomada por los principales partidos sobrevivientes, fariseos y cristianos. En ese proceso, las diferencias empezaron a pesar mucho más que las similitudes y estas fueron acentuándose cada vez más en los siguientes siglos y migrando de la periferia hacia el centro. 

Cambios profundos en el segundo siglo 

Este cuadro se unió las presiones políticas. Tanto las ejercidas sobre el judaísmo en los dos primeros siglos, como sobre el cristianismo, hasta la época del compromiso. Entonces, la unidad en la diversidad se transforma en la diversidad de la diferencia, como veremos en las siguientes partes de esta serie. 

El periodo iniciado en el segundo siglo marca la profundización de las diferencias entre judíos y cristianos, hasta el punto de ruptura ocurrida alrededor del siglo IV. No era posible continuar manteniendo la unidad tenue del primer siglo y cada actitud del grupo contrario estaba marcada como una acción de alejamiento. 

Por un lado, los judíos acentuaban el alejamiento de la Torá por parte del cristianismo, denunciándolo como apostasía. Por otro lado, el cristianismo acusaba al judaísmo de deicidio, causado por el alejamiento de la Torá, y la aceptación de tradiciones de sus rabinos. En resumen, en un adelantamiento de las recíprocas excomuniones entre el cristianismo del oriente y del occidente. Los judíos y los cristianos se acusaban virtualmente de lo mismo: apostasía. 

Supervivencia 

A pesar de eso, había un interés más humano y terrestre en las crisis del segundo siglo: la supervivencia. Observando la dinámica de las relaciones entre judíos, cristianos y el Imperio Romano, no es difícil concluir que, de alguna forma, ambos veían en el fin del otro su salvaguarda. 

De hecho, en el primer siglo, cuando Nerón acusó a los cristianos del incendio en Roma, rápidamente los judíos trataron de declarar que la fe cristiana nada tenía de judía. Igualmente, en el intento de mantenerse como religio licita, el judaísmo, nuevamente, se declara apartado del cristianismo. 

Los cristianos, a su vez, durante las revueltas del 66-70 EC, bajo Vespasiano y Tito, y en el 132-135, bajo Adriano, también se declararon no participantes del medio judío, ni de sus rebeliones. De cierta manera, por lo tanto, las relaciones de judíos y cristianos con el estado moldearon las relaciones entre ellos. Y no solo en Roma, sino en cada estado en el cual coexistían. 

En los siguientes siglos, encontramos la misma dinámica de acusaciones mutuas en Constantinopla (siglos III y IV), Venecia (siglos X y XI) y Alemania (siglos XVI y XVII), con el cristianismo utilizando el poder estatal para imponer al judaísmo derrotas en supuestos debates teológicos, además del destierro para sus líderes. 

Desde la perspectiva teológica, con Justino se acentuó el antisemitismo. A partir de sus lecturas y de sus apologías, se creó la idea de protocristianos, que estaban constituidos por los grandes hombres de la Biblia hebrea, cristianizados, mientras que la designación de los judíos fue reservada para los hombres malos de la historia de Israel, como los adoradores del becerro de oro, los profetas de Baal, etc. 

De esta forma, el judaísmo fue teológicamente vaciado de significado, y su existencia vista solo como un mero puente para la realidad mayor de la Iglesia. Esta fue la posición dominante en el pensamiento cristiano durante el periodo de dominación católica, pero no dejó de existir con el surgimiento del protestantismo. 

Reformadores y el tema 

De hecho, casi nada cambió para las relaciones judío-cristianas con la llegada de la Reforma. Si, por un lado, los reformadores lanzaron bendita luz sobre temas de las Escrituras oscurecidos por las tinieblas de la Edad Oscura, esa luz no alcanzó la comprensión del papel y posición de Israel. 

John Huss atacó fuertemente a los judíos por no aceptar convertirse al cristianismo. Martín Lutero, el campeón de la Reforma, veía a los judíos como “mentirosos” y responsables de la muerte de Jesús. Él escribió tres obras amargas contra los judíos: Sobre los judíos y sus mentiras, Von Shem hamphoras y Warning against the Jews. En esas obras, Lutero pregona que los judíos debían morir, ser desterrados y que eran equivalentes al propio demonio. 

Ahora, Calvino mantenía la idea de que los judíos de su tiempo no tenían piedad y que eran una nación rechazada por Dios. En su Response to Questions and Objections of a Certain Jew, argumentó que los judíos ni siquiera sabían leer. Y muchas veces tergiversaban sus propias Escrituras. La influencia de esos reformadores, entre otros, puede sentirse aún en nuestros días, con el pesado legado antisemita con su jerga de sustitución, aún existente en mucha de la teología cristiana. 

Conclusión 

En líneas apresuradas, vimos el desarrollo de la separación entre cristianos y judíos. Y descubrimos que no es un fenómeno que puede ser localizado en un punto temporal único, sino en un proceso que pasó por el recrudecimiento de las animosidades entre estas dos confesiones religiosas que poseen relación de origen y originada. Las relaciones políticas y la búsqueda por la identidad ejercieron una influencia sensible en la profundización de esta crisis que inició en el final del primer siglo, se acentuó en los siguientes siglos y de forma increíble, hasta nuestros días, pasando viva y fortalecida por el tiempo de los reformadores. 

En la última parte de esta serie, queremos reflexionar sobre cómo la Iglesia Adventista del Séptimo Día en el siglo XXI se encaja en esa línea. ¿Estamos del lado del antisemitismo o de los judaizantes modernos? ¿O ninguno, sino en una tercera posición bíblica? ¿Cómo podemos alinear la perspectiva misiológica y eclesiástica de la Iglesia Adventista con su énfasis en el remanente con una posición antisemita? ¿O con una posición dispensacionalista que ve la Iglesia como un paréntesis en el plan de Dios que se cumpliría finalmente con Israel? 


Sergio Monteiro es teólogo, capellán y miembro del Instituto de Estudos Judaicos Feodor Meyer, miembro de la Adventist Theological Society, International Association for the Old Testament Studies y de la Associação dos Biblistas Brasileiros