No permita que las ideologías le roben la verdadera esperanza
La confianza en Dios no proviene de ideologías que contradicen la Biblia. Y, al mismo tiempo, esta esperanza no niega la importancia de la participación social.
“No confiéis en los príncipes, ni en hijo de hombre, porque no hay en él salvación” (salmo 146:3).
Guillermo Miller (1782-1849), precursor del movimiento adventista, que atrajo millones de adeptos en los Estados Unidos de América en el siglo XIX, fue un hombre incrédulo durante parte de su vida. En la adolescencia, Miller se adhirió a una corriente intelectual destacada en la época, el deísmo, que desafiaba las enseñanzas que Guillermo había recibido de su familia cristiana.
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La idea de un Dios personal, que interviene en la historia y se relaciona con las criaturas se convirtió, al mismo paso que la creencia en los esfuerzos humanos para construir un mundo mejor, en objeto de su devoción. Durante ese período, la religión estuvo reducida a un asunto para bromas en las borracheras con los amigos.
Los conceptos como el pecado, la salvación y la eternidad eran conceptos infantiles para Miller. En vez de eso, la amistad, el nacionalismo, la educación y la ciencia eran algunos de sus dogmas. Esas creencias no resistieron a la sangrienta guerra civil norteamericana. Su experiencia durante el conflicto implosionó su fe en el hombre y lo volvió a Dios y, posteriormente, a las Escrituras: “La Biblia se volvió mi libro de estudio principal, y verdaderamente puedo decir que comencé a investigarla con gran deleite”.[1]
Una nueva esperanza
El regreso de Miller a las Escrituras lo llevó a una verdad ignorada en los púlpitos cristianos de la época: el regreso inminente, literal, corporal y visible de Jesucristo en las nubes de los cielos. En ese contexto, las iglesias se habían rendido al espíritu optimista de su tiempo. Los grandes avances y hechos humanos se habían incorporado a sus teologías. Por otro lado, “el fundamento del movimiento millerita estaba en el concepto pesimista de que la humanidad no alcanzaría sus grandiosos planes”[2].
En lugar de eso, la solución al problema humano vendría por medio de la intervención de Dios en la historia con la segunda venida de Cristo. En ese sentido, el movimiento millerita comenzó a atraer sectores de la población que también estaban desilusionándose de las iniciativas humanas, y eso resultó en una confrontación entre los cristianos optimistas y los adventistas pesimistas.
Aprendiendo con las lecciones pasadas
Una mirada hacia atrás, a la conversión de Miller, el crecimiento del adventismo y el impacto de esos movimientos revela que el escepticismo hacia la acción humana está directamente relacionado a la creencia de la acción de Dios en la historia. Las ideologías, en ese sentido, deben ser enfrentadas como herramientas capaces de comprender la devoción y drenar las esperanzas.
Por esa razón, Carlos Flavio Teixeira entiende que el “papel del teólogo es deshacer tales ideologías, reconducir al individuo inteligible de vuelta a la Biblia”[3]. Según el rector de la Facultad Adventista de la Amazonia (Faama), “al cuidar de una teología puramente bíblica y preocupada por la integralidad invisible del ser humano, indirectamente combatirá tales desvíos de la mente humana en sus desvaríos especulativos”[4], explica. “Además de combatir tales ideologías, el teólogo debe cuidar que las mismas no ejerzan influencia ni limiten u orienten su teología”, finaliza Teixeira.[5] Amoldarse a las presiones de su tiempo es desfigurar la fe.
Integración social
La creencia en la acción de Dios, por otro lado, no consiste en abandonar la búsqueda de la justicia social. Esa es una aspiración legítima de los discípulos de Jesús. Un buen ejemplo del equilibrio entre la creencia en Jesús y los impactos sociales del Evangelio se encuentra en John Wesley (1703-1791), uno de los principales articuladores de la abolición de la esclavitud en Inglaterra.
Vishal Mangalwadi comenta que “Wesley creía que la Palabra de Dios convoca a la salvación de almas individuales. Pero también da indicaciones relacionadas a la existencia nacional y para tener una vida social en la presencia de Dios”[6]. En otras palabras, “la redención del individuo lleva a la regeneración social”[7].
Los pioneros adventistas heredaron el énfasis en la santidad social de los metodistas y también supieron articular la teología y la sociedad. Un ejemplo fue el compromiso de los pioneros adventistas en la lucha contra la esclavitud. Richard W. Schwarz afirma que “las convicciones abolicionistas de la mayoría de los conferenciantes milleritas los hacía personas no gratas [personas no bienvenidas o aceptables] en el sur”.[8]
Joshua V. Himes, el gran responsable de la expansión del adventismo millerita por medio de la literatura, se manifestó contra la posibilidad de que los dueños de esclavos se adhirieran a la causa “basado en el argumento de que corrompieron la organización”.[9] Para Himes, la abolición era un asunto innegociable para el cristianismo. John Byington (1798-1887) y Joseph Bates (1792-1872), que fueron presidentes de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, también se mostraron activamente involucrados en esa causa.
Libertad religiosa
En A. T. Jones podemos destacar la defensa de la libertad religiosa en una época cuando ese principio todavía tambaleaba. Él decía que las “cosas pertenecientes a Dios no pueden ser sometidas al gobierno, a los poderes constituidos”.[10] Por eso, notaba la prevalencia de algunas ideologías de su época como amenazas: “El principio que sirve de base para que el Dr. Crafts y sus aliados en la ley dominical consiguieran el apoyo de la clase obrera en este proyecto de ley, no es nada más que evidente socialismo”.[11]
Elena G. de White, a su vez, notó las consecuencias de la esclavitud en los Estados Unidos y manifestó su preocupación promoviendo la causa de la educación como herramienta para la ascensión social de los negros: “La nación americana posee una deuda de amor hacia los negros, y Dios ordenó que debe restituir el error que cometió en el pasado. Los que no tomaron parte activa en la aplicación de la esclavitud de las personas negras no están libres de responsabilidad de hacer escuerzos especiales para remover, tanto como sea posible, el resultado inevitable de su esclavitud”[12].
Mervyn Warren, rector jubilado de la Universidad de Oakwood, institución educativa adventista con prevalencia negra, afirma que la instalación de la “Oakwood Industrial School [fundada a fines del siglo XIX] se transformó en la prueba de la justicia social promovida por los adventistas del séptimo día, como fue comprendida por Elena de White”.[13]
Para pensar
La trayectoria adventista revela equilibrio entre la esperanza futura y el trabajo presente. La trama bíblica de la creación, caída y redención debe ocupar espacio de honor en el corazón de los que desean un mundo mejor. Ese asunto complejo, que da base a las estructuras del gran conflicto, aparta al hombre de la tentación de creer en sus propios esfuerzos, ya sea para la salvación o para mejorar la tierra, pero también nos aparta de la indolencia.
Nuestras instituciones y vocaciones individuales sirven para la gloria de Dios y el servicio al prójimo. Nuestra participación en la sociedad, la cultura, las artes, la educación y el mercado son parte de nuestras responsabilidades. Sin embargo, no debemos creer en ninguno de esos esfuerzos como el medio de redimir a la humanidad de su estado. La liberación del hombre comprende la soteriología y escatología bíblicas, no las formulaciones ideológicas.
Según lo enseña Knight, la “única respuesta suficiente y permanente para las dificultades humanas que involucran a un mundo perdido, de acuerdo con lo que Cristo enseñó tanto en los evangelios como en el libro del Apocalipsis, será su regreso en las nubes del cielo. En su regreso hay verdadera esperanza. El resto no pasa de un simple paliativo”.[14]
Los momentos de crisis económica y moral, como el que vivimos hoy, sirven para que deseemos más todavía el desenlace divino para la historia humana prometido por Dios. Cuando comparamos con esa promesa las ideologías, se revelan como esperanzas apóstatas y competidoras e ilusorias para la verdad.
Davi Boechat es periodista y estudiante de derecho.
Referencias
[1] Midnight Cry, 17 de novembro de 1842, p. 1.
[2] KNIGHT, George. Adventismo: origem e impacto do movimento millerita, p. 20. Casa Publicadora Brasileira, 2015.
[3] TEIXEIRA, Carlos Flávio. Repensando a Religião: Debates Sobre Teologia, Estado e Religião, p. 192. Unaspress, 2011
[4] Idem.
[5] Idem.
[6] MANGALWADI, Vishal. O Livro que fez o seu mundo: como a Bíblia criou a alma da civilização ocidental, p. 308. Editora Vida, 2013.
[7] Idem.
[8] Portadores de Luz, p. 52. Unaspress, 2016.
[9] KNIGHT, 2015, p. 123.
[10] JONES, Alonzo T. A Lei Dominical Nacional, p. 23. Editora dos Pioneiros, 2015.
[11] Idem, p. 97.
[12] Elena G. de White, Review and Herald, 21 de janeiro de 1896, em The Southern Work, p. 54.
[13] Thompson, Jonathan A. Social Justice (p. 36). Pacific Press Publishing Association. Edição do Kindle.
[14] KNIGHT. A Visão Apocalíptica e a Neutralização do Adventismo, p. 105. Casa Publicadora Brasileira, 2015.