El cuidado de la iglesia desde la perspectiva de una joven anciana
La diversidad en el liderazgo amplía las posibilidades ante las demandas de la iglesia y la fortalece para el cumplimiento de la misión
Ya sea que haya nacido en un hogar adventista o que esté asistiendo a la iglesia hace poco tiempo, sin duda, usted ha sido impactado por el trabajo de un anciano o anciana. Estos líderes son designados para acompañar a los miembros y apoyar los ministerios, para mantener a la iglesia unida y firme en los propósitos de Dios.
Es cierto que, históricamente, los cargos del ancianato eran ocupados mayoritariamente por hombres con más experiencia. Pero este escenario se está diversificando. En 2021, los líderes de la Iglesia Adventista en Sudamérica votaron a favor de la ordenación de mujeres al ancianato, lo que ya está ocurriendo en muchas iglesias del territorio, además de que hay cada vez más jóvenes designados para cumplir esta función.
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Para estimular la reflexión sobre este tema, a la víspera del Día del Ancianato, que se celebrará este sábado, 24 de junio, en las Iglesias Adventistas de Sudamérica, nosotros, de la Agencia Adventista Sudamericana de Noticias (ASN), entrevistamos a Adacleine Melo, quien hace pocos meses fue ordenada como anciana de la iglesia adventista central de Brasilia, para ver la actividad bajo la perspectiva de una mujer joven. Lea la conversación, a continuación.
Cuéntanos como conociste la Iglesia Adventista y sobre tu desempeño en ella desde entonces.
Nací y fui criada en una familia pastoral de otra denominación. Recién de adulta tuve la oportunidad de conocer profundamente la Iglesia Adventista. Recibí estudios bíblicos y aprendí sobre el sábado, las profecías y los aspectos teológicos que sonaban como una novedad para mí. Me atrajo la curiosidad sobre estas cosas que no conocía, pero fui tocada por la música. Cuando escuché por primera vez un coro adventista, cayeron mis defensas y abrí mi corazón al mensaje. Por eso, siempre me desempeñé en la iglesia en ministerios relacionados a la música. Canté en grupos que fueron oportunidades para acercarme a la nueva fe.
Al principio, me sentía un poco intimidada y huía de funciones más desafiantes en la iglesia. Pero, desde hace algunos años, después de superar una depresión e iniciar otro nivel de relación con Dios, le prometí en oración que no diría más “no” a lo que él me desafiara a hacer. Y fue en ese contexto que me convertí en la directora del Coro Joven de Brasilia y anciana en la iglesia central de Brasilia.
¿Cuál fue tu reacción y sentimiento al saber que serías ordenada como anciana?
Primero, creí que mi nombre no sería aprobado. [Risas] Pensé que, entre las mujeres increíbles que habían sido propuestas, “¿quién era yo?”. No me veía a la altura de las responsabilidades. Pero, pasado el periodo de evaluación de la iglesia, las cosas seguían bien, y recordé la promesa que le había hecho a Dios de no negarme a los llamados, y me esforcé para ya no sentirme la persona incorrecta en el lugar incorrecto.
El hecho es que el Señor me permitió vivir ese momento en nuestra iglesia, y solo pude responder “heme aquí”, deseando que, en mis imperfecciones y debilidades, su poder fuera perfeccionado. Me siento honrada, bendecida y desafiada por esta oportunidad de servir al Señor en esta función, tal vez, la más desafiante de mi vida, hasta ahora.
¿Cuál es tu papel como anciana?
En nuestra iglesia somos 17 ancianos, tres de los cuales son mujeres. Yo fui designada para apoyar los ministerios de los Adolescentes y Doctores de esperanza, pero también me desempeño en otros ministerios relacionados a la música y la mujer.
De forma general, el trabajo del ancianato está bien definido en el Manual de la Iglesia, y he aprendido mucho sobre eso en los últimos meses. Es una función enfocada en percibir a las personas y las necesidades de la iglesia y actuar en pro de ellas. Nosotros, ancianos, debemos comprometernos sinceramente con las personas y ministerios, y ayudar a encontrar soluciones que acerquen a todos a Dios y su voluntad.
¿Has encontrado desafíos en esta función?
Para mí, uno de los desafíos más grandes es conciliar lo aprendido con la acción de forma asertiva y sin omisión. Estoy al lado de ancianos y ancianas con mucha experiencia y he aprendido mucho con ellos. La tendencia es escuchar más para aprender a honrar la experiencia de esos hermanos y hermanas, pero tampoco puedo estar de brazos cruzados.
Este desafío se debe al hecho de que todavía no tengo experiencia, y no necesariamente, por ser mujer o por ser joven. Sé que el ancianato femenino es una novedad que todavía despierta diferentes reacciones, pero, en mi iglesia, hemos sido recibidas con mucha gentileza y apertura, tanto por parte de los ancianos como por los pastores y miembros. Nunca recibí ninguna crítica, abierta o disimulada, en el ejercicio de esta honorable función. ¡Por el contrario! He sido bien acogida y percibo lo mismo con las otras ancianas.
¿Cómo ves el desempeño de jóvenes en el ancianato? ¿Qué impacto tiene eso en la dinámica y en la identidad de la iglesia?
Tener jóvenes en el ancianato es una bendición. Además de ser una forma de preparar a la futura generación de líderes, crea una buena conexión entre los líderes de la iglesia y la juventud. Los jóvenes ven a ese líder como su representación en el cuerpo directivo, se sienten vistos y escuchados, pero, no basta con que el anciano sea joven para que exista esa conexión. Se necesita que este acepte el desafío de unir a los jóvenes con la dirección de la iglesia, y viceversa, así como que sea acogido, escuchado y considerado por los ancianos con más experiencia, teniendo oportunidades para aprender y desarrollarse.
Hace poco tiempo que la Iglesia Adventista votó la ordenación de mujeres al ancianato. ¿Cómo ves esa decisión?
Es inevitable que las personas vean esa novedad bajo una óptica sociocultural, y tal vez, incluso se opongan a ello justamente por eso. Pero me gusta pensar que Dios tiene un llamado para las personas, hombres o mujeres, de acuerdo con las necesidades de cada tiempo. La iglesia de Dios ya ha pasado por diversas fases y, en todas ellas, hombres y mujeres fueron igualmente importantes. La Iglesia Adventista, que tiene entre sus primeros líderes a una figura femenina (Elena de White), comprende bien eso.
Entiendo que Dios permitió que las mujeres fueran ordenadas al ancianato en este tiempo porque tenemos necesidades que demandan mujeres en esta función. No es porque ellas quieren o buscan autoafirmación, o para que la iglesia se muestre “en sintonía”, sino porque necesitamos la percepción femenina, especialmente ante temas sensibles.
Sabemos que las mujeres y los hombres tienen percepciones y capacidades distintas, y eso es una bendición. Los matrimonios tienden a alcanzar un alto nivel de madurez cuando aprendemos a usar esas diferencias como herramientas para construir, y no como armas para atacar. Lo mismo ocurre en el ejercicio del liderazgo de la iglesia. Necesitamos humildad y sabiduría para sumar nuestras diferencias en la edificación del cuerpo de Cristo. Así, la iglesia continuará siendo bendecida por el desempeño de hombres y mujeres.
Si estuvieras en un púlpito este sábado, cuando se celebra el Día del Ancianato, ¿qué consejo le dejarías a la iglesia y a los ancianos presentes?
Reciban con amor y cariño a las mujeres y a los jóvenes ordenados al ancianato. Junto con los de más experiencia, ellos se dedican a la misma misión: amar a las personas y ayudarlas a encontrar el camino al Cielo. Independientemente de la función que ocupen, mujeres y hombres, jóvenes y adultos llenos del Espíritu Santo sabrán hacer eso.
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