Cancelando la Cultura de la Cancelación
Tenga cuidado con la cancelación de otros, principalmente porque tiene implicaciones espirituales. Estemos atentos al consejo bíblico.
Se ha hablado mucho de la cultura de la cancelación. El término que antiguamente se empleaba para referirse a servicios y productos hoy se usa como arma contra las personas.
Funciona así: alguien actúa de manera equivocada en determinado momento, algún otro registra esa actitud y la hace pública, impulsando al máximo de personas a criticar, condenar y dejar de seguir a la persona que tuvo una actitud que se considera equivocada.
En resumen, la “cancelación” es una audiencia virtual, donde cualquier internauta puede evaluar, juzgar, y condenar. Frente a una computadora, cualquiera puede ponerse en la posición de mediador o abogado. Solo tiene que estar en línea para transformarse en reo.
El juicio es poco justo y no requiere declaraciones, hechos y mucho menos justificación de los involucrados. Es juzgado por el “crimen” en cuestión, sin piedad. El gran problema, es que los “jurados de la cancelación” son generalmente tan malos y con tantas faltas como aquellos a quienes están juzgando y cancelando. Tal vez sus errores sean diferentes o menos evidentes, pero existen.
La Biblia dice que “no hay justo ni aún uno” (Romanos 3:10) pues “todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). O sea, tratándose de errores, de pecados, todos somos iguales, nivelados hacia abajo, porque “cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos” (Santiago 2:10). Somos todos culpables, dignos de ser cancelados por el único que es justo y tiene el derecho de cancelar a alguien, Dios. Él no nos juzga, pero a nosotros nos gusta juzgar a otros.
Lo curioso de esto es que un juicio no puede considerarse válido cuando el juez es tan culpable como el reo a quien trata de condenar, sin embargo, esto es exactamente lo que sucede hoy: los seres humanos, con faltas, pecadores, miserables, juzgan y condenan a otros seres humanos con faltas, pecadores y miserables.
Aunque el término cancelación esté en el top trend actual, ya existía mucho antes de que surgiera Internet. Hace casi dos mil años, María Magdalena, por ejemplo, ya fue acusada y sentenciada por personas tan culpables como ella. Personas comunes, culpables de hasta errores peores, que se ponían en lugar de juez, sentenciando a personas tan pecadoras como ellas. En fin, es la hipocresía.
Creo que la verdadera justicia se hará cuando dejemos de señalar con el dedo el error de otros y miremos hacia nosotros mismos. La sabiduría reside en dejar de hablar de la paja en el ojo del otro, y ver la viga que está en el mío (Mateo 7:5). Usar las faltas de otros para recordar mis propias faltas. Dejar de cancelar, comenzar a aceptar.
Sí, reconocer el error y combatirlo, pero al mismo tiempo amar al que se equivocó y aceptarlo. ¿No fue eso lo que hizo Jesús? Es lo que nosotros debemos hacer.
De manera práctica, cuando usted se enfrenta con una actitud incorrecta de alguien, en vez de publicarla al mundo, busque a la persona en privado. Pregúntele qué sucedió, escuche su versión, exponga de manera educada su opinión, y especialmente recíbala, poniéndose a disposición para ayudarla en lo que fuera necesario.
No eche leña al fuego. Sea sensible, sensato y amable. Póngase en el lugar de la persona acusada, dígale lo que le gustaría que le dijeran a usted si estuviera en su lugar. Deje claro que usted es tan pecador como ella, y que aunque quizás no se equivoque en el mismo asunto, posee errores y faltas en otras áreas.
Mientras juzgar lastima, ¡el amor cura! El amor es medicina. Cura al pecador y lo redime de su pecado. Ame como usted es amado, no solo por las personas, sino por el único que podría juzgarlo, pero aun así no lo hace: Jesús. Sea como él, esparza el amor y no piedras, su carga será mucho más liviana.
¿Acepta el desafío de ser distribuidor de misericordia?