Santificación y administración de la vida
La mayordomía cristiana en el contexto de reavivamiento y reforma.

Piense en un hermoso jardín. El reavivamiento sería como la lluvia de la primavera que despierta las semillas. La reforma sería la remodelación de las formas, la eliminación de las malas hierbas. La mayordomía sería el cuidado diario de regar, podar y cosechar, que haría que el jardín fuera bello y funcional. Y sin la administración, la bendición de la lluvia se perdería. Es decir, no es posible pensar y desear un reavivamiento y reforma, pero rechazar la mayordomía cristiana.
El llamado al reavivamiento y a la reforma se ha convertido en un tema central para la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Es una invitación para que el pueblo de Dios experimente una vida espiritual renovada (reavivamiento) y un cambio duradero en el carácter y la práctica (reforma). Sin embargo, estas experiencias no se sostienen únicamente mediante la emoción. Echan raíces cuando los fieles abrazan los principios de la mayordomía cristiana, que es la gestión fiel de todo lo que Dios nos ha confiado.
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La mayordomía, en su sentido más verdadero, es la administración de la vida bajo la dirección de Dios. Incluye nuestro tiempo, talentos, cuerpo (templo), recursos (tesoro) e influencia (testimonio). Cuando el reavivamiento despierta el corazón, la mayordomía proporciona la estructura mediante la cual el crecimiento espiritual se expresa y la santificación se vuelve una realidad diaria.
Reavivamiento, reforma y mayordomía: un cordón de tres hilos
El reavivamiento es la obra del Espíritu Santo que insufla vida a una fe que se ha fatigado. La reforma es el cambio de conducta y prioridades que le sigue. Pero el reavivamiento sin mayordomía, muchas veces, desaparece; mientras que la mayordomía sin el reavivamiento se convierte en poco más que un ritual. Juntos, forman una experiencia espiritual equilibrada.
El apóstol Pablo expresó este equilibrio: “...pues Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad” (Filipenses 2:13). El reavivamiento es el Espíritu de Dios despertando nuestra voluntad, la reforma es el Espíritu capacitándonos para actuar, y la mayordomía es la manera cotidiana en que cooperamos con esa obra.
En pocas palabras, la escritora Elena de White declaró que “Reforma significa una reorganización, un cambio de ideas y teorías, hábitos y prácticas. La reforma no producirá el buen fruto de la justicia a menos que esté conectada con el reavivamiento del Espíritu” (Review and Herald, 25 de febrero de 1902, párrafo 8). La mayordomía es esa reforma vivida en elecciones prácticas.
Santificación: una vida totalmente consagrada
La santificación es el proceso de toda la vida de llegar a ser santo, de reflejar a Cristo en el carácter. No se trata solo de devoción interior, sino también de hábitos exteriores. “La santificación presentada en las Sagradas Escrituras tiene que ver con todo el ser: las partes espiritual, física y moral” (Elena de White, Minha consagração hoje, 1 de septiembre, traducción libre).
Esto significa que la mayordomía es inseparable de la santificación:
- Tiempo: el reavivamiento despierta la necesidad por Dios, pero la santificación crece cuando reservamos tiempo para oración, estudio y servicio.
- Talentos: los dones deben ser usados, no enterrados. En la parábola que contó Jesús en Mateo 25, el mayordomo fiel multiplica los talentos que le fueron confiados. El reavivamiento revela estos dones, y la mayordomía los orienta hacia el ministerio.
- Cuerpo (Templo): Pablo nos recuerda: “¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo que habita en vosotros, el cual tenéis de Dios? … glorificad a Dios en vuestro cuerpo”. (1 Corintios 6:19-20). La reforma de la salud es tanto la santificación del estilo de vida como la administración del cuerpo.
- Recursos (Tesoro): donar no es solo un deber, sino una alegría. “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”. (Mateo 6:21). Diezmos y ofrendas reflejan un corazón santificado.
- Influencia (Testimonio): nuestras palabras y acciones son semillas plantadas día a día. Un mayordomo santificado usa su influencia para elevar y conducir a otros a Cristo.
Así, la santificación no es solo una obra oculta de la gracia, sino también una vida visible de buena administración.
Administración de la vida: poniendo la fe en orden
La expresión “administración de la vida” puede parecer simple, práctica o incluso secular, pero en realidad es profundamente espiritual. Pablo aconsejó: “Hágase todo decentemente y con orden” (1 Corintios 14:40). El reavivamiento trae un celo renovado, pero la reforma organiza ese celo en hábitos duraderos.
Y la administración de la vida también enseña humildad. Administrar la vida es admitir nuestros límites y alinear las prioridades con la misión de Dios, recordando que los seguidores de Cristo deben tener orden y sistema en todo lo que hacen. Un mayordomo santificado planea con oración, gasta con sabiduría y vive con propósito.
Lecciones de las Escrituras
En la Biblia encontramos ricos ejemplos de santificación a través de la mayordomía:
- José del Egipto, en Egipto, resistió la tentación en privado (Génesis 39) y organizó recursos para una nación (Génesis 41). Su vida santificada bendijo a otros mediante una administración sabia.
- Nehemías combinó oración con planificación. Lideró reformas en adoración y justicia, al mismo tiempo que asignó recursos y gestionó trabajadores (Nehemías 2–6). Su reavivamiento de la fe fue acompañado por una administración cuidadosa.
- La iglesia primitiva vivió el reavivamiento en el Pentecostés. De inmediato, su mayordomía se manifestó en generosidad: “Vendían sus propiedades y bienes y los repartían entre todos, conforme a la necesidad de cada uno” (Hechos 2:45). La santificación se hizo visible en la vida comunitaria.
En cada una de estas experiencias, el reavivamiento se sostuvo porque la mayordomía ordenaba la vida diaria.
Un llamado para hoy
El llamado adventista al reavivamiento y a la reforma no apunta solo a momentos de inspiración, sino también a una preparación constante para el regreso de Cristo. El reavivamiento puede comenzar con una semana de oración o un momento devocional tranquilo, pero la santificación madura cuando las prioridades se reordenan para Dios. La reforma puede empezar con la convicción sobre la salud o la observancia del sábado, pero perdura cuando la mayordomía gobierna las elecciones.
Elena de White nos asegura: “La mayor y más urgente de todas nuestras necesidades es la de un reavivamiento de la verdadera piedad entre nosotros. Procurarlo debiera ser nuestra primera obra ” (Servicio cristiano, p. 53). Este reavivamiento debe llevar a la mayordomía, de lo contrario se marchitará.
El reavivamiento despierta el corazón, la reforma redirige la vida y la mayordomía sostiene ambos. La santificación no es más que una vida administrada, ordenada por el Espíritu de Dios y consagrada a su misión.
Al responder al llamado de Dios, recordemos: la santificación crece no solo en momentos de despertar espiritual, sino también en la administración fiel de la vida diaria. Una iglesia reavivada y reformada es un conjunto de miembros que administra bien el templo, el tiempo, los talentos, el tesoro y el testimonio, para la gloria de Dios.
Que, de esta forma, la santificación se vuelva visible, la mayordomía se vuelva gozosa y la preparación para la eternidad ¡se convierta en el trabajo diario de tu vida!