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Biblia

La providencia divina y la historia de la escritura

Dios condujo el desarrollo de la escritura hasta llegar a nuestros tiempos. La Biblia, uno de los libros más importantes del mundo, es un buen ejemplo de ello.


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Antiguos escritos sumerios en estilo cuneiforme. Foto: Shutterstock

El cristianismo y el judaísmo, debido a su fuerte conexión con la Santa Biblia, son consideradas religiones “del Libro”. O sea, la legitimidad histórica de sus creencias está íntimamente ligada a la veracidad de una Escritura Sagrada que permea sus enseñanzas. Por eso una búsqueda religiosa de cualquier enseñanza bíblica no puede prescindir del conocimiento acerca de la producción de ese Libro, o sea, cuándo y cómo fue escrito. ¿Cómo se originaron sus historias? ¿Quién las coleccionó y conservó?

Está claro que no fue solo una persona la que escribió la Biblia. Ni Moisés, ni Abraham, Pablo, ni el mismo Jesús fue el autor responsable de todo su contenido. Por el contrario, la Biblia es el resultado de una producción literaria que incluyó a varias personas a lo largo de muchos años. Fueron en total cerca de 1500 años de redacción que involucraron a decenas de autores consagrados e inspirados por Dios.

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Historia de la Escritura

Puede parecer increíble, pero los historiadores creen que la Escritura fue inventada cuatro veces, casi simultáneamente. Alrededor del 4000 a.C. (una fecha hipotética y convencional) China, Egipto, Mesopotamia y pueblos de América central comenzaron a desarrollar los primeros sistemas para registrar la comunicación. Para quien cree en el relato bíblico, ese fenómeno de la escritura debe haberse iniciado en algún momento justo después del diluvio.

Nada de letras, sílabas o palabras. Solo dibujos. En aquella época, si alguien quisiera escribir “buey”, probablemente dibujaría una cabeza de buey en un ladrillo de barro o en un pedazo de cerámica. Por eso, esos sistemas fueron llamados pictóricos o ideográficos. Un ejemplo muy conocido de ese tipo de escritura es el jeroglífico egipcio.

Aunque el momento exacto de la creación de la Escritura sea un asunto complejo, podemos afirmar que esta fue la mayor invención del hombre, junto con la invención de la rueda, de los números y de la matemática. Sin los antiguos y actuales sistemas de escritura, jamás hubiéramos evolucionado como organismo social, pues toda la comunicación y el comercio que caracterizan a las sociedades a lo largo del tiempo dependen de alguna forma de la escritura para ser eficaz. Es claro, sin embargo, que el hombre ya vivía en grupos antes de la invención de la escritura, y en esa condición aquellas sociedades antiguas se basaban en un sistema de tradiciones orales pasadas de boca en boca, de padre a hijo.

Aunque los habitantes de esas sociedades estuvieran acostumbrados a ese proceso más que nosotros en nuestros días, ellos también pecaban en el detalle de los relatos y faltaban a la precisión en uno o en otro punto del mensaje transmitido. Por ese motivo, hasta lo que Dios había revelado corría el riesgo de ser prejudicialmente alterado con el paso de los años. Era esencial, por lo tanto, el establecimiento de algún tipo de preservación de contenidos que fuera más seguro que la mera transmisión oral. Por lo tanto, no es difícil afirmar que la providencia divina estaba por detrás de la invención humana de la escritura.

La alfabetización en los tiempos antiguos

La posición más tradicional afirma que la escritura humana se originó en la antigua Mesopotamia, actual región de Siria e Irak. Fueron los sumerios, destacado pueblo de esta región, quienes desarrollaron la escritura y las primeras escuelas de escribas. Abraham, solo para recordar, nació en Mesopotamia y probablemente sabía leer y escribir. Sin embargo, Dios no consideró necesario que tuviéramos algún escrito de Abraham presente en el canon de las Escrituras.

La enseñanza de la lectura y escritura comenzaba bien temprano para los sumerios y era brindada a los niños a partir de los cinco o siete años. Hay indicios de que las niñas también podrían ser capacitadas como escribas, pero la mayoría del alumnado estaba compuesto por niños, hijos de familias ricas o nobles. Solo las clases más adineradas tenían acceso a la escuela que funcionaba en una casa o en dependencias de un templo.

Tablitas de arcilla con inscripciones de la época describen la vida cotidiana en la sala de clases. Revelan, por ejemplo, que los alumnos recibían castigos físicos como golpes de vara en la espalda cada vez que se equivocaban en una lección o hablaban sin permiso del profesor. Un simple atraso a la clase resultaba en paliza frente a los compañeros. Una metodología expresamente condenada hoy.

Antiguas tablitas de arcilla, desenterradas en Kurdistán, muestran ejercicios de clase que hacían los alumnos. Allí siempre había palabras y símbolos escritos al dorso o en una línea de arriba, y el alumno debía copiarlo correctamente, bajo el riesgo de ser castigado si leía o escribía algo mal.

Los escritos y el lenguaje humano

Con la evolución de la escritura, los diferentes símbolos dejaron de representar solo objetos, como caballos, bueyes o carneros, y comenzaron a representar el lenguaje humano. Actualmente, algunos arqueólogos afirman poder ubicar el registro más antiguo de esa transformación: una tabla sumeria de 3000 a.C., encontrada en la ciudad de Jemdet Nasr, en Irak. En ella, los investigadores encontraron el dibujo de un asta de junco en posición horizontal en una lista de objetos del templo.

¿Qué hacía el dibujo de un asta de junco en una relación de objetos sagrados? Hasta que uno de los responsables de la traducción notó que el mismo sonido que significaba “junco” en la lengua de los sumerios [gi] también significaba “proveer o “pagar”. El responsable de la contabilidad del templo percibió la semejanza entre los sonidos de las dos palabras y “tomó prestado” el símbolo del junco para crear otra palabra, en otro contexto.

Los pueblos antiguos eran mucho más creativos de lo que imaginábamos y, también, conservaban su historia. Y no piense que ellos escribían solo cosas sencillas como nombres de cosas sueltas, no. Grandes obras literarias, poemas, tratados médicos, matemáticos y astronómicos fueron escritos por los sumerios y después por los babilonios, sus primeros herederos literarios.

El papel de los egipcios

Mientras ese sistema se desarrollaba en la Mesopotamia, casi que en paralelo a los sumerios, los egipcios también producían su forma de escritura. Ubicados en las márgenes del Río Nilo, y rodeados del desierto de Sahara, los egipcios desarrollaron una forma peculiar de registrar su historia. Como la escritura sumeria, su lenguaje también era una mezcla de sonidos silábicos e ideogramas que exigían gran destreza artística del escritor. Por estar mayormente presente en paredes de tumbas y templos, esa forma de escribir se hizo conocida como “escritura sagrada” o como se dice en griego jeroglífica. Pero con el tiempo, ese modo de escribir de los egipcios evolucionó hacia formas más simplificadas, como el hierático, que era una variante más cursiva que se podía pintar en papiros o placas de barro. Y todavía más tarde, con la influencia griega, vino el demótico, fase en que los jeroglíficos iniciales quedaban bastante estilizados, también con inclusión de algunas señales griegas en la escritura.

Además, es importante decir que, a diferencia de los sumerios que usaban más la arcilla y las piedras para escribir, tallando literalmente sus fonemas en las tabletas, los egipcios optaron por la invención de un tipo de papel, el papiro, hecho del tallo de la planta del mismo nombre que crecía a lo largo del Nilo y suprimía la falta de piedra y arcilla en su reino; después de todo, vivían en pleno desierto.

Fue de esta planta, llamada por los griegos biblos, que vino el nombre del libro más importante de la humanidad: la Biblia. Un mensaje dado por Dios a los hombres, en el que el Altísimo nos revela sus verdades, su carácter y cuál es el camino de la salvación. Con seguridad la invención de la escritura fue un gran paso en el desarrollo de las civilizaciones, pero no se debió a la genialidad humana. Vino de Dios la capacidad que permitió la creación de los símbolos, sílabas y letras que permitieron al Espíritu Santo hablarle a los hombres con lenguaje humano. Gloria a Dios por la invención de la escritura. Gloria a Dios por la dádiva de la Santa Biblia.

 

 

 

 

 

Rodrigo Silva

Rodrigo Silva

Evidencia de Dios

Una búsqueda de la verdad en las páginas de la historia

Teólogo posgraduado en Filosofía, con maestría en Teología Histórica y especialista en Arqueología por la Universidad Hebrea de Jerusalén. Doctor en Arqueología Clásica por la Universidad de Sao Paulo (USP), es profesor del Centro Universitario Adventista de Sao Paulo (Unasp), en Brasil, curador del museo arqueológico Paulo Bork y presentador en portugués del programa Evidencias, de la TV Novo Tempo.