Evangelismo versus digital
¿Cuál debe ser la prioridad a la hora de pensar en un nuevo producto/proyecto que llegue a las personas?
Con este artículo, llegamos al final de una serie temática que busca arrojar algunos fundamentos básicos sobre el evangelismo digital. Creo que los asuntos que discutimos a lo largo de esta caminata son de gran valor para la comprensión de este modelo de evangelismo tan popular en la actualidad.
Y para cerrar este ciclo, quiero proponer una reflexión directa y honesta. ¿Qué es más importante: el evangelismo o lo digital? Vea que estoy trabajando con las dos palabras por separado.
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Sé que en un análisis inmediato la respuesta es lógica y la pregunta, irrelevante. Sin embargo, ¿será que incluso en la práctica ponemos el evangelismo por encima de lo digital? Repito, esta será una reflexión directa y honesta. Por eso, le pido que me acompañe con esto en mente.
Problemas reales versus problemas virtuales
Haciendo un análisis de algunos proyectos de inteligencia artificial que fallaron, Alyssa Simpson menciona un error común: “Ellos comenzaron con un problema de IA en vez de un problema de negocios”.[1] Lo que ella quiere decir con esa afirmación es que los proyectos fallan cuando el producto final no soluciona el problema real.
Es por eso que muchos startups fallan el primer año, y muchas aplicaciones no alcanzan el resultado esperado. Muchas veces el problema no está en la ejecución. Los buenos profesionales componen el equipo de startups, una excelente arquitectura y usabilidad son implementadas en ciertas aplicaciones, pero incluso teniendo excelente calidad, ya sea de equipo o de producto, el resultado simplemente no resuelve el problema del público destinatario.
Un influenciador digital brasileño afirma que la clave del éxito para los productos no es la calidad en sí, sino la distribución. Normalmente, los mejores productos no están en las manos de las mayores empresas del rubro. Sin embargo, las mayores empresas dominan la distribución y se destacan incluso haciéndole frente a un producto mejor.
Sé que los contextos son distintos, pero si los acercamos de alguna manera, podemos entender que los buenos proyectos necesitan tener una buena distribución, y podemos también hacer una analogía de la distribución relacionada con el problema que se resolverá para el público destinatario en cuestión. Si no hay problema para resolver, no se puede distribuir el producto.
¿Y por qué menciono esto? Bueno, lo hago porque percibo diferentes áreas de la iglesia que fallan en emprendimientos digitales. ¿El motivo? Son los más diversos, pero, de alguna forma, están unidos a lo que mencioné anteriormente. A veces un proyecto es ideado porque la tecnología está de moda y “tenemos que estar en la onda”, pero no hay un problema real que resolver.
A veces se desarrolla un proyecto porque el equipo que lo ideó y lo desarrolló pensó que era una idea fantástica, pero ese grupo no representa el público destinatario y no conoce las necesidades y posibilidades reales de ese público. También hay situaciones en las que se desarrollan los proyectos porque “necesitamos entrar un determinado lugar y no quedarnos atrás”.
Creatividad responsable
Quiero que usted sepa que no predico estancamiento, conformación, la simple copia de lo que funcionó o cualquier cosa por el estilo. ¡De ninguna manera! Es imprescindible innovar y, a veces, se hace necesario ser el primero. Yo mismo ya me he arriesgado con proyectos innovadores, pero cuando lo hice, tenía indicios suficientes para invertir en una pasión ciega y, además, en una creatividad responsable.
El último emprendimiento fue la Esperanza, sobre cuyos números ya hablamos un poco aquí, y definitivamente podemos afirmar que funcionó y continúa funcionando.
Cuando la desarrollamos, era algo innovador y no teníamos ni la menor idea de cómo hacerla. Pero teníamos un problema que necesitábamos resolver: miles de personas deseosas de estudiar la Biblia por WhatsApp y por Facebook Messenger. Antes de crear Esperanza tal como la conocemos hoy fueron desarrollados otros proyectos intermedios con el deseo de validar la idea y asegurarnos de que estábamos en el camino correcto. Siempre que la estrategia intermedia llegaba a su límite, pasábamos a una nueva etapa, hasta que la construimos.
Lo que quiero decirle es que teníamos la idea de construir un chatbot que fuera capaz de enseñar la Biblia, y estábamos entusiasmados por eso. Pero más allá de ese entusiasmo, analizamos el contexto por un buen tiempo, validamos la idea, y algunas veces cometimos errores rápidos y baratos antes de dar ese paso costoso e innovador. Hoy es común ver chatbots, pero en esa época era realmente una novedad.
Ahora estamos estudiando la IA de forma intensa e intencional. Debemos aumentar los recursos de IA a Esperanza para que pueda atender las necesidades específicas de nuestro público y también de otros proyectos futuros en los cuales trabajaremos. Estamos caminando en esa dirección no porque la IA sea lo que está en la onda y queremos estar actualizados. Estamos caminando en esa dirección porque conocemos los problemas reales que necesitan resolución. ¿Ve la diferencia?
Evangelismo versus digital
Ahora quiero traer el título del artículo a discusión. Cuando hago este antagonismo entre el evangelismo y lo digital, quiero que usted reflexione, en la práctica, quién viene primero.
Hay una máxima muy conocida que dice: “La Iglesia no tiene una misión, sino que la misión tiene una iglesia”. ¡Me gusta esa frase! Me hace reflexionar en que la misión de salvar no depende de la iglesia, sino que la iglesia depende de esa misión.
Ya sea en sus iniciativas personales o denominacionales, ¿será que lo digital, la novedad, lo destacado, viene antes incluso que la misión?
Entienda que cuando hago esta pregunta no quiero insinuar mala intención de ninguna manera. A veces, en medio del entusiasmo, la pasión y la buena intención, cometemos errores que podrían evitarse. Y ¿sabe lo que sucede cuando se cometen esos errores? ¡Lo digital pierde credibilidad! Se comienza a culpar a lo digital cuando, en realidad, el error estaba en la estrategia. Y cuando lo digital pierde credibilidad, los proyectos realmente eficientes dejan de ser ejecutados porque ya no se cree.
Por eso, si usted tiene una idea para desarrollar en el medio digital, responda con sinceridad las siguientes preguntas sencillas:
- ¿Qué problema real se resolverá?
- ¿Hay otras formas de resolverlo que no sean con mi idea?
- Si es así, ¿cuáles son los puntos positivos y negativos de cada una?
- ¿Hay alguna solución disponible?
- Si no hago lo que estoy pensando, ¿cuáles serán los prejuicios?
- ¿Cuál es el ciclo de vida del proyecto/producto? Ejemplo: Si se trata de un juego, ¿por cuánto tiempo las fases serán novedad para quien va a jugar?
- La inversión ¿vale la pena en relación con el ciclo de vida y los resultados esperados?
- ¿Cuál es el camino más rápido para validar la idea sin invertir mucho dinero y poner un producto en las manos del público? Para entender mejor este tema, lea un poco sobre el Producto Mínimo Viable (MVP, por sus siglas en inglés).
Cuando vamos a construir una casa, no le pedimos a un científico que haga los planos, por más inteligente que sea. De esta manera, para desarrollar proyectos digitales, busque profesionales con conocimientos técnicos sólidos sobre el tema y que no posean intereses personales relacionados al mismo.
Al poner el evangelismo por delante de lo digital, ponemos nuestra preocupación en las personas que serán alcanzadas. Al poner el evangelismo por delante de lo digital, permitimos que el Espíritu Santo trabaje. Al poner el evangelismo por delante de lo digital, demostramos amor por la misión y no por nuestra visión.
Referencias
[1] Real World AI: A Practical Guide for Responsible Machine Learning