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Mi vida es un “CHICLE”

El testimonio de la esposa de un pastor contado por el Sábado Misionero de la Mujer.


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La vida de una mujer misionera es de desprendimiento. (Foto: shutterstock)

Sentada en mi mesa de trabajo y pensando que ya era hora de ir a buscar a mi hija que venía de visita; me apresuré a ir al aeropuerto. Reflexioné en la vida “Chicle” (Goma de mascar) de la esposa del pastor.

 ¿“Chicle”?

Sí “Chicle”,  porque nuestra vida se transforma en un tire y afloje de emociones que compiten por ocupar un lugar en nuestro corazón. Verdaderamente debemos ser fuertes para mantener la compostura. No cualquiera resiste los embates y bendiciones del ministerio, realmente Dios escoge a mujeres únicas y especiales.

Hay veces en que somos “tironeadas” por sentimientos de apego a las personas, a los lugares, a las rutinas, a las cosas materiales que dejamos atrás.

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Algunas veces somos “aplastadas” por emociones fuertes como resultado de los traslados repentinos, los cambios de área de trabajo, la manipulación de nuestros horarios y los desafíos que nos sacan de la zona de confort.

Otras veces somos “infladas” como un globo por demostraciones de cariño;  tanto de la familia como de los amigos y hermanos de la iglesia, gente que no escatima esfuerzos para hacernos sentir valiosas e importantes, a pesar de que saben que solo estaremos de paso.

Hay veces en que  sentimos que la vida está perdiendo su sabor, no le encontramos  el gusto a las cosas por no encajar en el nuevo distrito pastoral o la nueva responsabilidad.

Otras veces el sabor se vuelve picante, mentolado tras las discusiones y desacuerdos, juicios y prejuicios de aquellos a quienes lideramos.

Un sin número de emociones que se dan juntas y que hay que mantenerlas a todas en su carril sin permitirles siquiera un desliz. 

Hace poco tiempo éramos cuatro en casa. Nuestras niñas eran pequeñas y correteaban a nuestro alrededor esperando llamar nuestra atención. Las emociones peleaban por ellas ya que su bienestar era nuestra prioridad.

Formábamos “globos” de alegría que nos envolvían en los paseos en familia, los programas que organizábamos para la iglesia, el Club de Conquistadores, la Escuela Bíblica, el Grupo Pequeño, los viajes para visitar a la familia y amigos.

 Nos“estirábamos” para alcanzarlas en momentos de tristeza cuando teníamos que dejar amigos, vecinos y familiares al trasladarnos a un nuevo lugar.

Nos“encogíamos” cuando no podíamos demostrar frente a ellas preocupación o tomar decisiones difíciles; con el propósito de no lastimarlas, perjudicar su crecimiento y desarrollo emocional. 

Y nos “estiramos” hasta casi rompernos por más de mil kilómetros cuando el nido quedó vacío. Tras la despedida cuando las chicas salieron de casa para ir a estudiar en nuestros colegios cristianos, lugar que consideramos con mi esposo como el mejor lugar para su desarrollo armonioso,  y del cual nuestra adolescencia formó parte.

La responsabilidad actual de mi esposo hace que él viaje mucho y pocos son los días del mes en los que duerme en casa.

Cuando creo que me estoy acostumbrando a estirarme en la noche y encontrarme con él en la otra punta de la cama, me doy cuenta que su lado está frio y vacío.

Cuando creo que me estoy acostumbrando a cocinar para dos, me doy cuenta que la comida sobra en la fuente y que aunque la guarde en el refrigerador, no tendré ganas de comer lo mismo cada día durante una semana.

Cuando creo que saldremos juntos al trabajo en la mañana, me doy cuenta que me estoy subiendo al auto por el lado equivocado,  ya que debo manejar.

Cuando pienso que iremos juntos el sábado a la iglesia y tendremos el privilegio de estudiar la Biblia con nuestros amigos, me doy cuenta que debo colocar el despertador para no quedarme dormida,  porque él no estará para traerme el desayuno a la cama como de costumbre los sábados de mañana.

Cuando creo que llegaré a casa y podremos hablar de nuestro día,  sentados tranquilos en el sofá, me doy cuenta de que debo esperar a que me llame por teléfono para charlar,  porque puede estar en una reunión importante que no puedo interrumpir.

Ahora debo ir a buscar a mi hija al aeropuerto que viene de visita por unos días, y mis emociones casi no se pueden mantener en su cauce, produciendo una “explosión” de sabores que no quiero “masticar” muy de prisa, para que no se apresure el momento amargo de una nueva despedida.

Más allá de este tire y afloje de emociones,  hay una que me llena por completo y me da la mayor satisfacción que podía esperar de la vida:  el estar cumpliendo el objetivo por el cual Dios me creó, el ser un instrumento en sus manos para completar su obra en el lugar donde estoy, el de ser un canal de bendición para quienes están en mi zona de influencia, el de ser la esposa de un pastor.

Y tú querida amiga que no eres la esposa de un pastor, tal vez este no sea tu sentir, pero en esta vida agitada y desafiante, estoy segura que tú también sientes que eres un “chicle” en el tire y afloje de tu realidad.

Dios nos llamó a disfrutar de ese “masticar”, sabiendo que nuestra vida “Chicle” es un privilegio que pocos tienen: el de pertenecer a una familia diferenciada, una familia que “mastica” la misión.

Mi vida es un “chicle” de emociones que se estiran y se aflojan, se inflan y explotan, con mezclas de sabores y aromas que tendré que cuidar para que no salgan del lugar; ya que el “chicle” fue un regalo del Creador para que lo disfrute y lo saboree al máximo antes de que pierda totalmente su sabor.

¡A “masticar”!

Lía Treves

Lía Treves

Detalles de Mujer

Un plan detallado de Dios para la mujer cristiana de hoy

Profesora de enseñanza primaria, graduada por la Universidad Adventista del Plata, en Argentina. Está casada con el pastor Jorge Rampogna y madre de dos hijas.