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Educación trascendente

Lea sobre la importancia de la presencia de la madre en el hogar y su influencia en la educación de los hijos.


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Es necesario tener un hogar bien constituido, donde se brinde soporte espiritual y un ejemplo a seguir. Imagen: shutterstock.

Hace un tiempo atrás me encontré con una persona que me hizo el siguiente comentario: “Amo a mis hijos, pero me costó mucho trabajo decidir la carrera que quería estudiar, tener mi título y posicionarme profesionalmente en la sociedad. Temo que, si dejo de trabajar para dedicarme a ellos, pierda todo lo que conquisté profesionalmente y me cueste volver a empezar”.

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Entonces la miré directamente a los ojos y le hice algunas preguntas:

  • ¿Cuánto tiempo estarán tus hijos contigo? ¿5, 10, 15 años?
  • ¿Qué es más importante, la educación de tus hijos o tu desempeño profesional?
  • ¿Qué pasará con tu profesión si tus hijos se vuelven rebeldes y maleducados delante de la sociedad?
  • ¿Podrá tu profesión sacar a tus hijos de los vicios y la presión social?
  • ¿Podrá la niñera reemplazar tus abrazos, tus besos, tu cariño, tu seguridad?
  • ¿Reemplazarán los juguetes, la ropa de marca que les compres con tu sueldo el tiempo de calidad que necesitan de ti?
  • ¿Será tu desempeño profesional lo que les muestre un modelo a seguir?
  • Si Dios te permitió tener hijos, ¿no crees que él podría reposicionarte profesionalmente incluso mejor de lo que estás ahora?

Entonces apareció como un rayo en mi mente el versículo de 2 Corintios 4:18 que dice: “No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”.

La educación de nuestros hijos no depende de la niñera, de los abuelos, de la escuela, de la iglesia o de la sociedad. Especialmente en los primeros 7 años de vida donde ellos forman su carácter y comienzan a sentar las bases de las creencias y principios que regirán toda su vida.

Es necesario tener un hogar bien constituido, donde se brinde soporte espiritual y un ejemplo a seguir.

Elena G de White aclara este asunto de la siguiente manera en el libro El Hogar Cristiano:

“En su sabiduría el Señor ha decretado que la familia sea el mayor agente educativo. En el hogar es donde ha de empezar la educación del niño. Allí está su primera escuela, allí, con sus padres como maestros, debe aprender las lecciones que han de guiarlo a través de la vida: lecciones de respeto, obediencia, reverencia, dominio propio. Las influencias educativas del hogar son un poder decidido para el bien o para el mal. Son, en muchos respectos, silenciosas y graduales, pero si se ejercen de la debida manera, llegan a ser un poder abarcante para la verdad y la justicia. Si no se instruye correctamente al niño en el hogar, Satanás lo educará por instrumentos elegidos por él. ¡Cuán importante es, pues, la escuela del hogar! (pág. 161)

Y luego reafirma: “Los padres no deben permitir que las preocupaciones comerciales, y las costumbres, máximas y modas del mundo los dominen al punto de hacerles descuidar a sus hijos en la infancia y dejar de darles las instrucciones apropiadas a medida que transcurren los años.” (pág. 162)

“Una de las grandes razones de que haya tanto mal en el mundo hoy estriba en que los padres dedican su atención a otras cosas que la que es de suma importancia: cómo adaptarse a la obra de enseñar a sus hijos con paciencia y bondad el camino del Señor. Si pudiera descorrerse la cortina, veríamos que debido a esta negligencia muchísimos hijos que se han extraviado se perdieron y escaparon a las buenas influencias. Padres, ¿podéis tolerar que así suceda en vuestra experiencia? No debiera haber para vosotros obra tan importante que os impida dedicar a vuestros hijos todo el tiempo que sea necesario para hacerles comprender lo que significa obedecer al Señor y confiar plenamente en él...” (pág. 162)

Creo que lo primero que Dios nos va a preguntar cuando Jesús venga a buscarnos será: ¿Dónde están los hijos que te di? Y, ¿qué vamos a responder?

  • ¡Ha Señor, estaba ocupada trabajando para ti! Mira cuántas personas ayudé con mi profesión.

Cuando nuestro primer ministerio como padres es cuidar de la educación de nuestros hijos.

Tal vez tuviste que renunciar a muchas cosas para tener el título que hoy tienes, para ejercer la carrera que amas. Pero cuando decidiste tener hijos, también decidiste que iban a ser lo más importante para tu familia y que lo demás pasaría a ocupar un segundo lugar.

Tenemos que poner a un lado las prioridades egoístas que podemos llegar a tener, ya sea la realización profesional o un buen pasar económico para dedicarnos a la educación de nuestros hijos. Muchos padres hoy se acercan a mí pidiendo socorro, porque sus hijos adolescentes están totalmente descarriados y no saben que hacer.

Como dice el versículo que leímos en un principio, debemos enfocarnos en las cosas que no se ven, en las que son trascendentes y eternas. El carácter de nuestros hijos es eterno, puede conducirlos a la vida o a la muerte. La educación que le demos también es eterna, puede llevarlos a tomar decisiones para bien o para mal. El tiempo que le dediquemos a la educación trascendente de nuestros hijos en sus primeros años de vida, va a hacer la diferencia.

Cuan importante es que como padres nos dediquemos a las cosas que no se ven, a las cosas que trascienden la estadía en este mundo, trascienden el pecado, trascienden nuestra propia individualidad.

Si Dios nos bendijo con hijos, ¿no crees que es el momento de hacer de ellos nuestro primer ministerio?

Pidámosle a Dios los frutos del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, dominio propio (Gálatas 5:22), para llevar esta tarea adelante con su bendición…

¡Y te aseguro que cuando tus hijos emprendan su propio vuelo, podrás sentir la mayor de las satisfacciones y además Dios te reposicionará profesionalmente mucho mejor de lo que estabas antes!

Vea el video que habla sobre el tema.

Lía Treves

Lía Treves

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Un plan detallado de Dios para la mujer cristiana de hoy

Profesora de enseñanza primaria, graduada por la Universidad Adventista del Plata, en Argentina. Está casada con el pastor Jorge Rampogna y madre de dos hijas.