Kübra: la inteligencia artificial como divinidad
Serie de ciencia ficción que explora la influencia de la tecnología en la religión es un llamado para reflexionar sobre el papel central que Dios debe ocupar en el corazón humano
Como pastor, siempre estoy atento al impacto de la disrupción tecnológica en las creencias y prácticas religiosas. Ahora, con el avance de la inteligencia artificial (IA) generativa, surgen nuevos desafíos y cuestiones completamente diferentes de las habituales. En este contexto, un amigo me recomendó ver una serie recién lanzada en una plataforma de streaming. Como el tema era religión y tecnología, despertó mi interés.
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Al investigar, descubrí que estaba entre las 10 más vistas en el país. Desde mi punto de vista, este contenido va más allá del mero entretenimiento; es una representación simbólica de las cuestiones profundas que enfrentamos en esta era de información y tecnología. Voy a compartir un poco más al respecto.
Kübra: un desafío a la percepción tradicional de la divinidad
La serie turca “Kübra”, lanzada en 2024, explora temas profundos relacionados a la fe, la tecnología y la figura del profeta. Sigue la historia de Gökhan, un hombre que trabaja en una oficina y comienza a recibir mensajes misteriosos sobre espiritualidad de un usuario llamado Kübra, en una aplicación de redes sociales. La trama sugiere que estos mensajes parecen prever el futuro, lo que lleva a Gökhan a creer que está siendo contactado por una entidad divina y convirtiéndose en un tipo de figura mesiánica para algunos en su comunidad.
Sin embargo, la trama toma un rumbo sorprendente al revelar que Kübra no es una entidad divina ni humana, sino una inteligencia artificial autónoma denominada Knowledge Unit Based Reasoning Automaton. Esta IA, inicialmente desarrollada para asesorar a inversores, comienza a influenciar las decisiones de las personas. Gökhan, un creyente de la fe musulmana que está buscando un propósito mayor en su vida, se convierte, sin saberlo, en el sujeto perfecto para el experimento de la IA, que logra manipularlo para creer que él es el “elegido”.
La serie explora cómo Gökhan, a pesar de descubrir la verdad sobre Kübra, mantiene su fe intacta, creyendo que todo es parte de un plan divino. Este enfoque destaca la facilidad con la que la tecnología puede influenciar y manipular creencias y comportamientos humanos, especialmente en el contexto de la fe y la religión. La verdad, creo que el punto principal para reflexionar, incluso al tratarse de una serie de ficción, es cómo la interacción entre un hombre común y una inteligencia artificial que asume un papel divino representa un desafío actual y futuro para las religiones.
El dataísmo de Harari: los datos como la nueva divinidad
Reflexionando sobre eso, me acordé de un libro que leí hace un tiempo, Homo Deus, de Yuval Noah Harari, historiador israelita y ateo. Después de analizar histórica y humanísticamente el desarrollo humano, Harari habla sobre nuestra sociedad actual y los avances tecnológicos e introduce el concepto de dataísmo como una nueva “religión”. Él nos desafía a considerar la posibilidad de un sistema en el que los datos y los algoritmos ocuparían un lugar tradicionalmente reservado para lo divino y trascendente. El dataísmo, como una posible nueva forma de religión centrada en la “veneración” de los datos, nos haría repensar nuestras ideas sobre autoridad, propósito y moralidad. Él dice: “¿Qué ocurrirá con la sociedad, la política y la vida cotidiana cuando los algoritmos no conscientes, pero muy inteligentes, nos conozcan mejor que nosotros mismos?”.[i]
Él sugiere que el dataísmo verá un universo que consiste en flujos de datos, valorando cualquier fenómeno o entidad por su contribución al procesamiento de datos. Eso podría ser visto como una evolución de la religión tradicional, en la que la fe en entidades sobrenaturales y doctrinas es sustituida por la fe en los algoritmos y datos. Todo eso, según él, claro.
En “Kübra”, la tecnología se vuelve un medio de cuestionar y, de cierta forma, de sustituir la figura tradicional de Dios o de una entidad sobrenatural. La IA manipula la información y crea una narrativa que lleva a las personas a creer en una realidad construida y controlada por datos y algoritmos. Sorprendentemente, la conexión entre esos dos conceptos reside en cómo la tecnología y los datos pueden influenciar nuestras creencias y percepciones. Tanto en Homo Deus como en “Kübra”, se explora la idea de que, en un mundo cada vez más dominado por la tecnología y por los datos, nuestras nociones de fe, divinidad y moralidad pueden verse profundamente alteradas.
Una “religión” basada en la supremacía de los datos reflejaría una realidad en la que la información y su procesamiento se convierten el centro de nuestra existencia y comprensión del mundo, similar a como la IA en “Kübra” influencia y dirige la vida y las creencias de los personajes. Esos conceptos hacen surgir preguntas fundamentales sobre el futuro de la fe y la religión en una era dominada por la inteligencia artificial y big data. ¿Hasta qué punto permitiremos que la tecnología y los datos moldeen nuestras creencias y valores fundamentales? ¿Y cómo eso afectará nuestra sociedad y nuestra comprensión del mundo y de nosotros mismos?
Perspectiva bíblica: Dios en el centro de todo
La confrontación de los conceptos presentados hasta aquí con las enseñanzas de la Biblia es desafiante, especialmente en lo que se refiere a los conceptos de Dios y de la naturaleza humana. Desde la perspectiva bíblica, Dios es el centro de la existencia y el Creador de todo, inclusive de los seres humanos. Esta visión contrasta fuertemente con cualquier sistema que coloque a la tecnología, los datos y los algoritmos en el centro o que pueda asumir un papel divino. La Biblia establece claramente que Dios es el Creador supremo y el Sustentador del universo. Génesis 1:1 afirma: “En el principio, creó Dios los cielos y la Tierra”.
En Colosenses 1:16, 17, el apóstol Pablo afirma que todas las cosas fueron creadas por y para Cristo, y que en él todo subsiste. Eso contrasta con cualquier otro pensamiento que no atribuya la creación o la subsistencia del universo al Dios eterno de la Biblia. Además, la Biblia destaca que el ser humano es una creación especial de Dios, hecha a su imagen (Génesis 1:27). La escritora Elena de White, en el libro La educación, expresa: “Cada ser humano, creado a la imagen de Dios, está dotado de una facultad semejante a la del Creador: la individualidad, la facultad de pensar y hacer”.[ii] Esta visión del mundo enfatiza un propósito y una moralidad inherentes, concedidos por Dios al ser humano. En contraste, la perspectiva humano-tecnológica presenta una visión más mecanicista y volcada a los datos del ser humano, en donde el valor y la identidad están más relacionados a la contribución al flujo de datos y a la eficiencia que a una relación con lo divino.
Otro punto importante es que la fe cristiana, y en particular los adventistas del séptimo día, enfatiza la necesidad de construir una relación personal con Dios a través de Jesucristo. Eso se refleja en pasajes como Juan 3:16, en el que, para recibir el don de la vida eterna, el ser humano necesita creer y aceptar la obra de Dios en su vida. En Romanos 5:8, Pablo añade: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”. Por amor, Jesús muere para pagar la deuda humana y ofrecer la posibilidad de salvación. Una falsa religión, basada en datos o tecnología, no ofrece una relación personal con una entidad divina, sino una interacción con sistemas de información impersonales, careciendo así de la dimensión personal y relacional que caracteriza la fe cristiana.
Por último, los adventistas creen que la Biblia es la revelación de Dios y la autoridad moral definitiva para el cristiano (2 Timoteo 3:16). Cualquier otro tipo de creencia o sistema que se coloque al mismo nivel de la Biblia no es creíble. En realidad, el momento en el que la IA se transforme en una fuente de autoridad moral y de verdad a partir del uso de datos y su análisis, estará en total contradicción con la revelación del Dios de la Biblia.
Conclusión
A medida que avanzamos en esta era de desarrollo tecnológico sin precedentes, con la inteligencia artificial y otras tecnologías remodelando nuestras percepciones y experiencias, es imperativo reflexionar sobre el impacto de estas en la religión y la espiritualidad. Aunque este tema sea tratado en la ficción, como en la serie mencionada al inicio de este artículo, es importante reflexionar y tomar las precauciones necesarias para evitar que la tecnología, en cualquiera de sus formas, asuma un papel contrario al plan divino.
Reitero: aunque estas visiones representen un desafío significativo, la Biblia enseña que Dios es el Creador y Sustentador del universo, y que los seres humanos, creados a su imagen, encontrarán su propósito y valor en una relación personal con él. Eso contrasta con una visión del mundo centrada en la IA, en el que el valor humano y la moralidad podrían basarse en la eficiencia del procesamiento de datos.
Como cristianos, es crucial equilibrar nuestra comprensión y uso de la tecnología con nuestras creencias fundamentales. Mientras que reconocemos y aprovechamos los beneficios de la tecnología, también debemos estar conscientes de no permitir que esta sustituya nuestra fe en Dios y los principios bíblicos. Es vital mantener una relación personal con Dios, buscando en él orientación y propósito, y no perder de vista que nuestra verdadera conexión y salvación residen en nuestro Creador y no en las creaciones de nuestras manos.
Por lo tanto, al contemplar el futuro en esta era de IA, hago un llamado a la reflexión profunda y continua. Invito a cada uno a cultivar una relación personal con Dios que nos proporcione sabiduría y la perspectiva necesaria para navegar por estos tiempos desafiantes. Recordemos que, independientemente de los avances tecnológicos, nuestra esencia y nuestra esperanza final están en la relación con Dios, que trasciende cualquier innovación humana.
Referencias:
[i] HARARI, Yuval Noah. Homo Deus: uma breve história do amanhã. São Paulo: Companhia das Letras, 2016, p. 431.
[ii] La educación, p. 17.