La práctica del perdón en la familia
El modelo del perdón está establecido desde la Biblia y trae paz a las familias.
Doña Concepción y el señor Juan, ambos ya fallecidos, tuvieron 12 hijos. Actualmente, todos tienen más de 60 años. Algunos son abuelos. Otros, incluso, bisabuelos. De los doce hermanos, solo tres se visitan y los hijos y nietos de estos se conocen e interactúan. Los demás casi no se encuentran y saben poco acerca de los otros.
Hace poco tiempo, el mayor estuvo muy enfermo, pasó por una cirugía, estuvo internado durante casi dos meses y casi falleció. Ninguno de los demás hermanos lo supo. Ante ejemplos como el de esta familia, surgen algunas preguntas. Por ejemplo: ¿Que contribuye para que algunas familias conserven sus relaciones entre sus miembros, mientras otras apenas se toleran, a pesar de haber tenido una larga convivencia al comienzo de su vida y de los padres que tienen en común?
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Los conflictos familiares en donde las ofensas no se perdonan y la práctica del perdón no se ejercita desde la infancia están entre los motivos principales de una relación precaria o hasta inexistente entre las familias. Las peleas y la falta de perdón no solo impiden una convivencia saludable o prolongada, sino dan origen a la separación a través de generaciones.
Cuando los adultos se rehúsan a dialogar y perdonar por alguna ofensa actual o antigua, los más jóvenes pierden la oportunidad de conocer la alegría de las relaciones familiares sólidas que los uniría a tíos, primos, abuelos y demás familiares.
Perdonar hace bien
El perdón entre los miembros de las generaciones mayores no solo abre puertas para relaciones significativas y comprensivas entre las generaciones más jóvenes, como también presentan innumerables beneficios tanto para la salud física, mental y espiritual de todos (Griffin et al., 2015; Norman, 2017)
Estudios destacan que personas que nutren ira y resentimientos no solo se envenenan ellas mismas, sino también a todas sus relaciones, además de que presentan mayor tendencia a sufrir ansiedad, estrés, culpa, depresión, insomnio, hipertensión, infarto, úlceras, dolor de cabeza, dolor en el cuerpo e incluso cáncer (Worthington et al., 2005).
Lo opuesto también es verdadero. ¡Perdonar solo hace bien! Además de reducir el estrés, la ansiedad y la depresión, libera a la víctima para que retome la vida y seguir adelante. También lleva a la madurez y tiene la oportunidad de un futuro desprovisto de las amarguras y sufrimientos del pasado (Melgosa, 2014).
Al estudiar sobre el impacto del perdón, no solo en el ambiente familiar, Luskin (2007) afirmó que la práctica del perdón reduce la depresión, aumenta la esperanza disminuye la ira, mejora la conexión espiritual y aumenta la autoconfianza. El autor verificó, además, que las personas con mayor capacidad para perdonar experimentan menos problemas físicos y mentales, y menos síntomas físicos de estrés.
Cuando se deja de tener ira o resentimiento por cualquier ofensa cometida por aquellos con quienes conviven y aman, el asunto deja de ejercer control sobre el estado emocional. Es un sentimiento liberador.
El perdón exige práctica
Perdonar es una elección que exige práctica constante, honestidad y disposición. No se trata de una invitación a fingir que no hay problemas y que nada sucedió aun entre las personas que más amamos, sino una invitación a crear un ambiente de libertad, paz y amor.
A veces, el perdón exige recordar sin temor el dolor, un diálogo más serio que hable a corazón y un tiempo más largo que lo esperado hasta poder perdonar de verdad. Otras veces hay que reconocer con honestidad que todos somos imperfectos y humanos, que cometemos errores y podemos hacer mal, incluso a quien amamos y entre ellos están los hermanos, los padres, cónyuges e hijos.
En relación con esto, todos corremos el riesgo de cometer los mismos errores que se cometieron contra nosotros. O sea, a veces somos víctimas, otras veces, culpables. Nunca una cosa sola.
En el proceso de la práctica del perdón es importante recordar que nada es imperdonable, y no hay nadie que esté más allá del perdón. Los resentimientos, los insultos, las pérdidas y los daños causados en el ambiente familiar muchas veces son inevitables. Todos los días en el hogar, en el grupo de esparcimiento, en el trabajo, en la escuela y en la calle enfrentamos la posibilidad de que alguien nos lastime o de herir a alguien. De ahí la necesidad de todos, desde los niños más pequeños hasta los ancianos, de ejercitar el perdón.
Cuando se cultiva esta práctica desde muy temprano en las pequeñas ofensas, existe la posibilidad que también se ejerza el perdón cuando se presente una necesidad mayor.
El modelo divino de perdón en la familia
No podemos desistir del deseo de retribuir el mal con el mal y “perdonar a nuestros deudores” por nosotros mismos. Si queremos vivir bien en familia y sociedad, nos falta el impulso del amor de Dios. De lo contrario, podemos tener doce hermanos y correr el riesgo de no relacionarnos bien con ninguno de ellos.
El camino del perdón siempre es el mejor. Los que lo eligen se encuentran con un modelo divino de perdón que incluye el arrepentimiento por parte de la persona que comete el error y el perdón que concede la persona que sufrió el perjuicio. Ante el reconocimiento de la culpa, Dios es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad (1 Juan 1:9).
Gracias a Dios por establecer un modelo de perdón (Efesios 4:32). Como fruto de la decisión de perdonar surgen nuevas oportunidades de convivencia con los que amamos; curas emocionales y oportunidades de nuevos comienzos. Por todo eso, hoy elijamos transitar el camino del perdón. Las bendiciones y los privilegios de esta decisión marcarán significativamente, no solo los años de la infancia y de la juventud en el hogar, sino toda una vida, como también la vida de las nuevas generaciones.
Referencias
Griffin, B. J., Worthington E. L., Levelock C. R., Wade N. G., Hoyt W. T. (2015) Forgiveness and Mental Hearth. In: Toussaint., Worthington E., Williams D. (eds) Forgiveness and Health. Springer, Dordrecht. https://doi.org/10.1007/978-94-017-9993-5-6
Luskin, F. (2007). O poder do perdão. São Paulo: Francis.
Melgosa, J. (2017). Crer faz bem. CPB, Tatuí, SP.
Norman K. (2017). Perdão: como ele se manifesta em nossa saúde, bem-estar e longevidade. University of Pennsylvania. (Master of applied. Positive Psychology). http//repository.upenn.edu/mapp-capstone
Worthington, E. L. Jr., Witviliet, C. V. O., Lerner, A. J., and Scherer, M. (2005). Forgiveness in health research and medical practice. EXPLORE 1, 169-176. doi: 10.1016/j.explore.2005.02.012