Cultive su guayabo
Servir y hacer el bien a otros favorece la salud mental y espiritual.
¿Y a quién no le gusta la guayaba? Por desgracia, la historia que contaré no fue muy buena, al menos para mí. Tengo dos guayabos en mi casa en California, Estados Unidos. Cuido los árboles con cariño, los podo, les pongo fertilizantes y el agua que necesitan. Sin embargo, en los últimos años, mis árboles no dieron más que 10 o 15 guayabas.
Uno de ellos da guayabas rojas por dentro, dulces y deliciosas. La otra produce frutos de color verde oscuro por fuera y moradas por dentro; por lo tanto, son ricos en antioxidantes y también muy sabrosas. La guayaba es rica en vitamina C, potasio y fibras. Sus hojas contienen tanino y se recomiendan para el control de la diarrea. El extracto de guayaba también se ha usado para el tratamiento de la diabetes.
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Volviendo a mis guayabas, incluso con tan baja productividad, yo continué dedicando tiempo a cuidar mis guayabos ingratos. Y, en contra de la presión de la familia que me pedía cortarlas para plantar otras plantas, seguí el cuidado, tal vez por el hecho de que mi madre también tenía esa persistencia. En algunas regiones, el problema de las guayabas son los insectos, y mi madre Antonieta acostumbraba a embolsar todas las guayabas para evitar a los bichitos. Daba un trabajo tremendo, pero en la cosecha nos deleitábamos con las guayabas grandes, dulces y blancas.
En Estados Unidos, los guayabos no tienen insectos, pero si no dan frutos, como los míos, tampoco sirve. En California, los guayabos dan frutos al final del verano. En la primavera del año 2022, vimos algunas flores y después pequeñas frutitas. Pero la mayoría de ellas se secó y cayó.
El momento equivocado
Al final del verano, viajé a Brasil, y nos olvidamos de los guayabos. Después de un mes, recibí un mensaje de André, mi segundo hijo, que me peguntaba qué hacer con las guayabas. Me mostró las fotos. Para mi sorpresa, uno de los guayabos dio casi 100 frutos. Alana, hija de André y mi nieta mayor, ya las estaba comiendo y todo quedó registrado en el video. Mi primera reacción fue la de comprar un pasaje de regreso, lo que me daría el título de “adicto a la guayaba”. Pero resistí la tentación con una paráfrasis de un versículo bíblico: “No solo de guayaba vivirá el hombre”.
Pero hubo una pregunta que ocupó mi mente: “¿Por qué? ¿Por qué los señores guayabos no me dieron frutas durante años pero ahora deciden darlos cuando estoy ausente? Le di algunas orientaciones a André y Alana para que consumieran lo que pudieran y que les regalaran el resto a familiares y amigos. Les pedí, también, que congelaran algunas, por lo menos para poder hacer una mermelada a mi regreso. Tuve que conformarme con videos de mi nieta saboreando las frutas.
La lección que aprendí es que en la vida las cosas no siempre salen como las planeamos. Y todos deben prestar atención a eso. Lo más importante es hacer las cosas no solo para nuestro beneficio, como en mi caso, plantar guayabas, pero pensando en los demás, en la alegría de otros, en satisfacción y felicidad. Me puso triste no saborear las frutas, pero me puso contento saber que mis hijos, nietos y amigos pudieron aprovecharlo. Hacer el bien a otros ayuda a mantener nuestra salud mental y espiritual. ¡Plante hoy su guayabo!
“No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros” (Filipenses 2:4).