Cinco puntos de vista para la Iglesia en la economía de la atención
Para alcanzar a las personas con el mensaje bíblico, deben ser tratadas como prioridad.
En 2017, el youtuber Whyndersson Nunes fue elegido en una encuesta realizada por Google como la personalidad más influyente de Brasil. En 2018, a la cantante pop Anitta se la celebra como la artista principal del país. Usted puede tener valores diferentes a los de esos dos personajes, y por lo tanto criticar y repudiar esa realidad. Pero surge una pregunta: ¿Qué está haciendo usted para ser una influencia relevante para las personas? ¿Qué pueden hacer los adventistas como organización y como personas para ser cada día más influyentes?
El economista americano Herbert Simon dijo que la riqueza de información genera pobreza de atención. Es el enunciado de la economía de la atención. Según esos estudios, la atención es el activo principal, una fuerza económica. Conquiste la atención de las personas y su influencia aumentará. Solo tiene que mirar a su alrededor: las personas están conectadas y dispersas, cada vez más absortas en sus smartphones. Conquistar la atención es ampliar la influencia.
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La Iglesia tiene el desafío de ser sal y luz (Mateo 5:13, 14), pero esa determinación está compitiendo con los dilemas de la generación millennials, que comienza a ocupar puestos de trabajo e influencia en la sociedad, y los pos millennials, aún más conectados. Es necesario hacer alguna reflexión sobre el desafío de influenciar para un estilo de vida orientado al amor a Dios y al amor al semejante como a sí mismo.
Estoy pensando y leyendo mucho al respecto, porque es algo que me preocupa, ya que veo que pensar sobre esto tiene que ver con el tipo de visión que mis hijos tendrán de la Iglesia. Como resultado de esa inmersión, surgieron cinco puntos de vista que llamaron mi atención. Son reflexiones sobre cómo ampliar la influencia de la Iglesia en la sociedad del conocimiento, y las quiero compartir con usted.
- En la cultura digital, el potencial de la Iglesia para ganar influencia es mayor que el potencial de perder. Esta es una buena notica. Y parece hasta una contradicción, ya que la Iglesia parece perder influencia: más personas abandonan las congregaciones, menos bautismos se realizan cada año. Sin embargo, las personas nunca tuvieron tanta necesidad de una orientación espiritual como ahora. La ansiedad aumenta. La tecnología ocupa un espacio de interacción e irónicamente parece reducir las posibilidades de relaciones humanas reales. El sentimiento de soledad de las personas está creciendo. En Japón, según un reportaje de la agencia de noticias Bloomberg, las mujeres con 60 años o más están cometiendo pequeños crímenes para ser llevadas presas, porque no logran vivir más en sociedad. En China, fue creada la primera clínica de rehabilitación para personas viciadas en Internet. En Brasil, según una encuesta, 49% de los adolescentes consideran el Smartphone como su mejor amigo (pienso sobre eso y llego a la conclusión de que paso menos tiempo con mis hijos que, bien… con el Smartphone). Usted puede ver todo esto como una distopía, pero la cultura del Reino me impele a ver todo esto como una oportunidad.
- Las Iglesias que aman más su organización o su agenda que a las personas tendrán cada vez menos espacio para ser influyentes. Piense en la siguiente analogía: la misión es viajar. Tal vez la Iglesia precise de una reflexión sobre el tiempo que está dedicando a discutir el tipo de transporte o la manera más eficiente de realizar el viaje. La planificación, la agenda, la organización, todo eso es importante. Pero la atención, el cuidado y, sobre todo, el amor que necesita dedicar a las personas debe ser la prioridad de un movimiento que se propone llevar esperanza y salvar personas. Startups y organizaciones digitales que tienen éxito en el día de hoy (Netflix, Nubank, entre otras) logran más éxito cuando dedican empatía y atención a los dilemas humanos en su método de servicio y misión. Las empresas orientadas prioritariamente por la calidad de su producto, como Kodak, quedaron por el camino o están en dirección a la irrelevancia. Empatía tal vez sea el sentimiento más relevante que la Iglesia necesita tener hoy, considerando que su misión es llevar personas a una relación creciente con Jesús.
- El cristianismo de consumo necesita dar lugar a un cristianismo basado en el discipulado, pero con el foco en la evangelización y en la misión de salvar personas. El cristianismo de consumo es el que constantemente se pregunta sobre lo que puede recibir de Dios. Está basado especialmente en programas y proyectos, enfocado en resultados de corto plazo, orientado por un tipo de capitalismo que está quedando atrás. Las Iglesias del cristianismo de consumo se asemejan a clubes, o fraternidades: las personas se reúnen regularmente, unen lazos exclusivos de fraternidad y amistad, participan de eventos de beneficencia, dejan algún dinero como una especie de sociedad, son exigentes en relación a la calidad de su programación y están atentas para satisfacer a sus asociados. Quien sabe, la Iglesia precisa entender mejor que el concepto de evangelización y el de discipulado no pueden ser parte de algo así. Discipulado, por lo que se describe en el libro bíblico de Hechos de los apóstoles parece estimular a las personas a tener pasión por las personas y a salir al campo para salvarlas, sirviéndolas incondicionalmente y despertándoles la misma pasión por la misión.
- Participar de la Iglesia debe ser algo más relacionado con lo que damos que con lo que recibimos. Alimentar un tipo de participación centrada en beneficios espirituales o materiales, en esta vida y en el futuro, parece ser un concepto equivocado acerca de lo que es ser Iglesia. La determinación que dio Jesucristo acerca de lo que es la misión de la Iglesia fue estructurada de tal manera que se resumen en dos mandamientos (amar a Dios por encima de todo, amar al semejante como a sí mismo), que forman una declaración de misión del cristianismo. Dios quiere bendecir a las personas para que sean una bendición a otras personas. En este aspecto, parece que nuestras reuniones necesitan ser menos sobre nosotros y más sobre Jesús y su amor por las personas. Cuando eso sucede, el hecho de estar en lo correcto será menos importante que hacer lo correcto: amar y servir. Recuerdo la frase del psicólogo Richard Carlson, que fue recordada en la película (emocionante) Extraordinario: Si tiene que elegir entre estar en lo correcto y ser cortés, elija ser cortés. Ser Iglesia involucra, claro, cuidar de los principios, prestar atención a la agenda y dedicarse a los proyectos; pero comprende el tratar a las personas con bondad, compasión en la vida cotidiana y atención a su bienestar espiritual.
- La Iglesia necesita entender su presencia digital como el complemento de la jornada, y no como su jornada a partir de ahora. Me gusta y lo menciono con mucha frecuencia lo que dijo el profesor y escritor americano Clay Shirky (¿ya leyó el libro Lá Vem Todo o Mundo: O Poder de Organizar Sem Organizações? Por favor, léalo): “La revolución se lleva a cabo, no cuando la sociedad adopta herramientas, sino cuando adopta comportamientos nuevos”. Todavía hay mucho debate sobre la iglesia online y su impacto en la iglesia offline. Yo pienso que en ciertas situaciones, la iglesia online puede ser la iglesia para algunos que simplemente no tienen ningún otro acceso a la iglesia. Pero hay algo en las relaciones humanas que requiere presencia. Porque la iglesia en su razón de existencia siempre se reunirá. Por lo tanto la iglesia online parece ser aquella iglesia que complementará la jornada de esta iglesia que reúne personas, que provoca su crecimiento espiritual, que la conduce a un tipo de compromiso centrado en el bien de las personas y en la salvación. Yo creo que las relaciones online son relaciones reales, pero no son las mayores relaciones que las personas pueden tener. Enfatizar la tecnología, los medios de comunicación y las redes sociales digitales, sin pensar especialmente en la contribución de esas herramientas para reunir personas en torno de la misión de la iglesia en la vida cotidiana de la sociedad, parece ser un camino sin regreso para un tipo de irrelevancia difícil de superar.