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Lecciones de la vida de Juan el bautista

Designado para una misión especial, él preparó el camino para la llegada del Mesías


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Juan el bautista bautizó a Jesús antes del comienzo de su ministerio público (Foto: Reproducción/ YouTube)

“Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado; porque irás delante de la presencia del Señor, para preparar sus caminos; para dar conocimiento de salvación a su pueblo, para perdón de sus pecados, por la entrañable misericordia de nuestro Dios, con que nos visitó desde lo alto la aurora, para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por camino de paz. Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu; y estuvo en lugares desiertos hasta el día de su manifestación a Israel” (Lucas 1:76-80).

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En mis cultos diarios, además de estudiar la Biblia y la lección de la Escuela Sabática, también profundizo mi estudio en los escritos de Elena G. White. Y fue en este estudio detenido, detallado, minucioso, donde me encontré con el décimo capítulo del Deseado de todas las gentes, titulado La voz que clamaba en el desierto. Me impresionaron la personalidad y el carácter de Juan el bautista. Por eso, quiero compartir con usted las características que encontré en su persona.

Él era santo

Juan el bautista fue llamado para ser mensajero de Jehová. Él debía darles a las personas “una nueva dirección a los pensamientos”. Él “Debía hacerles sentir la santidad de los requerimientos de Dios”. Si iba a ser llamado para ejercer una obra de santidad, él debía ser santo también. Juan el bautista era un santo hombre de Dios.

Cuando somos hijos de Dios, debemos ser santos. ¿Sabes por qué? “Porque debemos ser un templo para la presencia de Dios”. Ser santo significa ser consagrado a Dios, dedicado a Dios, vivir con una conducta coherente con Dios, quien nos invita a ser santos. En ese sentido, ser santo no es una consecución, sino un estado: cuando Dios me llama a una obra, él me santifica; me elige; me separa; me dedica a él.

¿Es usted santo?

Él era disciplinado

“En el tiempo de Juan el Bautista, la codicia de las riquezas, y el amor al lujo y a la ostentación, se habían difundido extensamente. Los placeres sensuales, banquetes y borracheras estaban ocasionando enfermedades físicas y degeneración, embotando las percepciones espirituales y disminuyendo la sensibilidad al pecado”. Las personas vivían como querían, y quien quería ser diferente, quien quería vivir la voluntad de Dios, debía dominar “los apetitos y las pasiones”. Para poder vivir la expectativa de Dios, Juan el bautista aprendió a “dominar sus facultades”. De esa manera, él fue capaz  de mantenerse inquebrantable en la sociedad, tan inquebrantable “como las rocas y montañas del desierto”.

Juan el bautista era disciplinado. Él tenía un carácter firme, decidido, enfocado. Nada lo distraía de la misión que tenía.

Como hijos e hijas de Dios, debemos ser disciplinados: firmes, decididos, enfocados, inquebrantables como las rocas. Indisciplinado es alguien desorganizado, desordenado, que no tiene tiempo para nada. Disciplinado es alguien organizado, metódico, sistemático.

¿Es usted disciplinado?

Él era reformador

Delante del descontrol, del libertinaje y de la permisividad de sus días, “Juan el bautista debía asumir la posición de reformador. Por su vida abstinente y sencilla de vestimenta debía constituir una reprensión para su época”.

Note que delante de una sociedad dispersada, Juan el bautista no hizo campaña, proyecto o movimiento; no hizo carteles, propaganda o marketing. Él era la campaña; él era el proyecto; él era el movimiento; su vida era su discurso. Antes incluso de predicar lo que las personas deberían abandonar, él ya demostraba en su vida el cambio que debía ocurrir. Antes de predicar cómo debían vivir las personas, él demostraba en su vida el modo correcto de andar.

Ser reformador significa mostrar en vida los cambios que queremos que ocurran en la iglesia y la sociedad; ser reformador significa reprender los malos comportamientos con el poderoso sermón de una vida pautada por la voluntad de Dios.

¿Es usted un reformador?

Él era estudioso

Juan el bautista tenía un discurso poderoso, tanto en la forma como en el contenido. Sí, su predicación tenía contenido sólido. ¿Dónde estudió él? ¿Qué estudió?

(1) Juan el bautista no estudió en las escuelas de teología de la época, porque estas no lo hubieran ayudado a prepararse para cumplir la misión que él tenía; los profesores de teología de esas escuelas no eran confiables;

(2) él fue al desierto, lugar literal y simbólico, que recuerda al aislamiento y concentración;

(3) Los temas que estudió fueron: la naturaleza y al Dios de la naturaleza.

Además, Elena G. White resalta que “Juan encontró en el desierto su escuela y santuario”. ¿Qué hacía en el desierto? En el desierto, “A solas, en la noche silenciosa, leía la promesa que Dios hiciera a Abrahán de una posteridad tan innumerable como las estrellas. La luz del alba, que doraba las montañas de Moab, le hablaba de Aquel que sería ‘como la luz de la mañana cuando sale el sol, de la mañana sin nubes’”.

Juan el bautista tenía un desierto literal, y allí tenía una experiencia de intenso aprendizaje. En el desierto, Juan el bautista bebía de la fuente del conocimiento.

Usted y yo necesitamos tener nuestro “desierto” y que este sea nuestra escuela; nuestra escuela para fortalecer el intelecto, y nuestro santuario para fortalecer nuestra fe. ¿Tiene usted su desierto de aprendizaje? Puede ser su oficina en la casa, en el trabajo o algún otro lugar. Usted necesita un lugar donde diariamente pueda leer, estudiar, profundizar y meditar en la verdad.

¿Es usted un estudioso?

Él era sociable

Por lo que comentamos hasta aquí, puede parecer que Juan el bautista era un antisocial, un ermitaño. Nada de eso. Elena de White escribió que “Juan no pasaba la vida en ociosidad, ni en lobreguez ascética o aislamiento egoísta. De vez en cuando, salía a mezclarse con los hombres; y siempre observaba con interés lo que sucedía en el mundo. Desde su tranquilo retiro, vigilaba el desarrollo de los sucesos. Con visión iluminada por el Espíritu divino, estudiaba los caracteres humanos para poder saber cómo alcanzar los corazones con el mensaje del cielo”.

Juan el bautista tenía una personalidad interesantísima que combinaba un estilo introvertido con extrovertido. En su introversión, pasaba largos períodos de tiempo en el desierto; en su extroversión, se mezclaba con las personas.

La vida de Juan el bautista, entre el desierto y las multitudes, es un tremendo llamado de atención a las personas que piensan que la vida cristiana se resume a vivir en las montañas y desde allí criticar a todo el mundo. Preste atención a lo que registró Elena G. White: “los que procuran conservar su religión ocultándola entre paredes pierden preciosas oportunidades de hacer bien. Mediante las relaciones sociales, el cristianismo se pone en contacto con el mundo”.

La vida de Juan el bautista, entre el desierto y las multitudes, es una tremenda inspiración.

¿Es usted sociable?

Él era singular

Juan el bautista era singular, único. Pero su singularidad, en vez de convertirlo en alguien extraño, raro, lo hacía alguien atractivo. Elena G. White afirma que “El aspecto singular de Juan hacía recordar a sus oyentes los antiguos videntes. En sus modales e  indumentaria, se asemejaba al profeta Elías. Con el espíritu y poder de Elías, denunciaba la corrupción nacional y reprendía los pecados prevalecientes. Sus palabras eran claras, directas y convincentes. Muchos creían que era uno de los profetas que había resucitado de los muertos. Toda la nación se conmovió. Muchedumbres acudieron al desierto”.

Ser singular significa ser diferente, inigualable, incomparable. No debemos ser la mera copia de otro. Somos especiales, no al punto de ser excéntricos, raros, sino al punto de ser únicos y sui generis.

¿Es usted singular?

Él era un predicador entusiasta

Juan el bautista era un predicador poderoso y entusiasta. Los antiguos comprendían la palabra entusiasmo como alguien inspirado o poseído por la presencia de Dios. De esta manera, el entusiasta sería alguien que tenía a Dios. Y Juan el bautista ciertamente tenía a Dios. Elena G. White escribe que él decía palabras que tocaban el corazón de las personas y que, al escucharlo, las multitudes reaccionaban con convicción, al punto de preguntarse: “[…] ¿qué haremos? Y respondiendo, les dijo: El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo” (Lucas 3:10, 11). Y advertía a los publicanos contra la injusticia y a los soldados contra la violencia.

Cuando usted vaya a predicar, hágalo con tal poder y entusiasmo que las personas sientan el deseo de entregarse a Dios y cambiar de vida.

¿Es usted un predicador entusiasta?

Él era humilde

Juan el bautista adquirió reconocimiento, fama, buena reputación. Pero siempre se mantuvo humilde. Eso se ilustra bien en estas palabras de Mateo 3:11: “Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego”.

Juan el bautista sabía quién era, pero también sabía quién no era. Él era humilde. La humildad es la virtud que nos da el sentimiento de nuestra debilidad y las limitaciones. La humildad es modestia. Ser humilde es permitir que la voluntad de Dios florezca en nuestra vida. Juan el bautista vivió así. Nunca se consideró más importante que los demás. Y aunque era valiente y decidido, se mantuvo humilde a lo largo de su ministerio.

¿Es usted humilde?

Conclusión

Quise compartir con usted algunas pocas características de la persona de Juan el bautista: él era santo, disciplinado, reformador, estudioso, sociable, singular, un predicador entusiasta, humilde.

¿Puede imaginarse el efecto que tiene alguien con esas características en su convivencia con otras personas?

El efecto será extraordinario, así como lo fue la vida de Juan el bautista.  “Muchos prestaban oído a sus instrucciones. Muchos lo sacrificaban todo a fin de obedecer. Multitudes seguían de lugar en lugar a ese nuevo maestro”.

Todo lo que escribí se puede resumir en una frase: “Más que solo impacto o admiración, la vida de un verdadero cristiano causa un efecto transformador en la vida de las personas a su alrededor”.

Adolfo Suárez

Adolfo Suárez

Escuchando la voz de Dios

Reflexiones sobre la teología y el don profético

Teólogo y educador, es el actual decano del Seminario Teológico Adventista Latinoamericano (SALT) y Director del Espíritu de Profecía de la DSA. Máster y Doctor en Ciencias Religiosas, con posdoctorado en Teología, es autor de varios libros y miembro de la Sociedad Teológica Adventista y de la Sociedad de Literatura Bíblica.