Un Dios soberano
“El mundo no está sin un gobernante”, dice la escritora Elena de White.
En el texto anterior inicié una serie basada en mi libro Herederos del Reino, lanzado por la Casa Publicadora Brasileña (CPB). En base al libro de Daniel presento lecciones que extraje de mi vida. A continuación, comparto una versión resumida del segundo capítulo. Por si todavía no leyó el primero, véalo aquí.
Algunos estudiosos han dedicado años de estudio e investigación intentando probar que la mayoría de los eventos narrados en el libro de Daniel no son verdaderos, que nunca existió un Daniel, y que los acontecimientos que son verdaderos, como la conquista de Judá por Nabucodonosor, no son otra cosa que eventos comunes sin ninguna intervención divina.
Si usted le pregunta a un historiador incrédulo la opinión acerca de libro de Daniel y de la conquista de Jerusalén por Babilonia, la respuesta que le dará será más o menos esta: “En el año 605 a.C. ocurrió un evento muy común para la época. Fue algo que conocemos como la ley del más fuerte, en la que el poderoso y en crecimiento reino de Babilonia, con un increíble poder militar, invadió y conquistó la pequeña y decadente nación de Judá”.
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Con el mismo pensamiento, esa persona dirá que “el rey de Judá provocó a Nabucodonosor al tratar sublevarse del imperio babilónico. Así, Nabucodonosor, que poseía un poder militar absoluto, sitió y tomó la ciudad de Jerusalén y el rey de Judá se transformó en un vasallo. En seguida, Nabucodonosor comenzó la primera deportación de exiliados a Babilonia, y algún tiempo después destruyó el templo y la ciudad de Jerusalén”.
“En verdad”, diría ese historiador, “un acontecimiento sobrenatural sería si Judá hubiera derrotado a Babilonia. Pero lo que ocurrió fue una conquista común para la época, sin ninguna manifestación divina. Y cualquier explicación contraria a eso sería creer en un mito de una tribu, que ya no podría llamarse nación, descendiente de lo que un día había sido el pequeño reino de Israel”.
Para los incrédulos, el templo de Jerusalén no era más que un simple edificio, Judá no pasaba de una simple tribu y los utensilios robados del templo no pasaban de simples creaciones humanas. Y los eventos narrados en el capítulo 1 de Daniel, cuando Nabucodonosor llevó prácticamente sin resistencia los utensilios sagrados a Babilonia y varios judíos como exiliados, serían una prueba más de esa teoría.
Pero si usted le pudiera preguntar a Daniel por qué el reino de Judá fue conquistado por Babilonia, la respuesta sería: “El Señor entregó en manos de Nabucodonosor a Joaquín, rey de Juda” (Daniel 1:2).
La historia individual
Daniel comenzó intencionalmente su libro omitiendo informaciones interesantes, como su infancia en Jerusalén, quiénes eran sus padres, cuál era su relación con Ananías, Misael y Azarías (Sadrac, Mesac y Abed Nego) y la realidad política de Judá antes de la deportación de los habitantes de Jerusalén a Babilonia. Daniel fue directo a lo que él considera esencial para la comprensión de su libro: Dios es soberano y el desarrollo de la historia está completamente bajo la dirección divina. Si no se entiende ese punto, no se comprenderá el libro de Daniel.
En todo el tiempo esas son las dos maneras de ver la historia de la humanidad y nuestra historia individual. Podemos creer que la casualidad está dirigiendo nuestra vida o podemos creer que hay un Dios soberano, poderoso e interesado en nuestra existencia. Daniel eligió la segunda opción y lo dejó bien claro ya en el comienzo de su libro. Él decidió no mirarse a sí mismo como una víctima de la casualidad. Tres veces, aun en medio del caos del exilio, pudo ver la acción soberana de un Dios poderoso.
La primera está en el versículo que vimos antes. Daniel está afirmando que había un soberano mayor que Nabucodonosor y que ese soberano estaba entregando la nación en las manos de Babilonia. Daniel demostró esa misma confianza en la soberanía divina al afirmar en el versículo 9: “Y puso Dios a Daniel en gracia y en buena voluntad con el jefe de los eunucos” (Daniel 1:9), y nuevamente en el versículo 17, al decir que “A estos cuatro muchachos Dios les dio conocimiento e inteligencia” (Daniel 1:17).
En el versículo dos, Daniel afirma que Dios es soberano en la historia de la nación, y en los versículos 9 y 17, afirma que Dios es soberano en su vida particular y en la vida de sus tres amigos. La deportación a Babilonia, la bondad que los funcionarios del rey demostraron a Daniel y sus amigos, la forma como se destacaron en sus estudios, todo eso vio Daniel como una manifestación de las acciones de Dios en su vida y en la historia. Es así como debemos mirar nuestra vida. Hay un Dios en nuestra historia y está trabajando en favor de sus hijos, y aun en circunstancias difíciles de la vida pueden verse bajo la óptica de la acción y la dirección divinas.
La historia humana
Por ese motivo, la primera observación que hace Daniel sobre Dios en su libro es que él está involucrado en la historia humana. Las preguntas que tenemos que hacer en este momento son: ¿cómo consiguió Daniel tener esperanza en medio del caos? ¿Cómo pudo ser fiel a Dios en esas circunstancias? Yo creo que la respuesta es la siguiente: Daniel tenía completa seguridad en la soberanía de Dios. En medo del caos, Dios continuaba siendo soberano y él continuaba fiel a ese Dios poderoso, que actuaba y estaba presente.
Necesitamos entender que nuestra infidelidad viene por la pérdida de la percepción de la soberanía de Dios. ¿Cómo puedo ser fiel en la observancia del sábado si estoy a punto de perder el empleo y no creo en la absoluta soberanía divina para cuidar de mi familia? ¿Cómo puedo ser fiel en la devolución de los diezmos y las ofrendas, si tengo que pagar una cuenta y no creo en la capacidad divina de mantener mi subsistencia? ¿Cómo puedo enfrentar tempestades en paz, si no creo que Dios está dirigiendo el barco de mi vida? ¿Lo entiende? Solo la completa seguridad en la soberanía de Dios puede hacer que actúe de manera fiel, aunque todo a mi alrededor clame diciendo que el camino de la infidelidad es el más seguro.