Marcas de la infancia
Cómo los acontecimientos ocurridos en la primera fase de la vida nos afectan en la edad adulta.
La infancia es un periodo de mucho aprendizaje. Y no se trata solo de contenidos académicos, sino también del desarrollo de hábitos, de la personalidad, de la autoimagen, de las habilidades emocionales, etc. Es en la infancia que construimos a los adultos.
Cuando atiendo a mis pacientes adultos, percibo que ellos no viven simplemente los dolores relativos a ese periodo reciente de la vida, sino que experimentan ahora los efectos (positivos y negativos) que la infancia dejó en su ser. Aunque la demanda en el consultorio parezca ser solo una “simple” orientación para un cambio de carrera, es como si, en cada uno de ellos, hubiera un niño herido, una historia de necesidades no suplidas.
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En Proverbios 22:6 leemos: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. La escritora Elena de White también resaltó los efectos de lo que se vive en la infancia: “Muchos niños, por falta de palabras de aliento y una pequeña ayuda en sus esfuerzos, se descorazonan y cambian de una cosa a otra. Y llevan este funesto defecto con ellos en la edad madura” (La educación cristiana, p. 26).
En psicología tenemos diferentes teorías y enfoques que orientan nuestra práctica clínica. Todas ellas consideran relevante el periodo de la infancia y sus influencias en la vida adulta. La Terapia del Esquema es un método dentro del abordaje Cognitivo-Comportamental que nos ayuda a comprender bastante esta relación de causa y efecto. De acuerdo con esta terapia, todo ser humano posee cinco necesidades emocionales fundamentales:
- Vínculos seguros con otros individuos;
- Autonomía, competencia y sentido de identidad;
- Libertad de expresión;
- Espontaneidad y ocio;
- Límites realistas y autocontrol.
Un individuo psicológicamente saludable, en esta perspectiva terapéutica, es aquel que logra satisfacer estas necesidades adecuadamente. De acuerdo con las experiencias de vida que tenemos, podemos desarrollar esquemas (patrones emocionales y cognitivos) adaptativos o desadaptativos. De acuerdo con Young, Klosko y Weishaar (2008), hay cuatro tipos de experiencias en la infancia que estimulan el desarrollo de esquemas desadaptativos:
- Frustración nociva de necesidades: cuando el niño pasa por pocas experiencias buenas y su ambiente es deficiente en ofrecer estabilidad, comprensión y amor.
- Traumas o victimización: cuando se causa daño al niño y este se vuelve víctima (por ejemplo, agresiones y abusos).
- Exceso de cuidados y ausencia de límites: cuando el niño vive una vida con gran cantidad de experiencias buenas, de modo que algo que sería bueno se vuelve excesivo. No se establecen límites y el exceso de cuidado puede resultar en sobreprotección.
- Internalización o identificación selectiva con personas importantes: cuando el niño internaliza pensamientos, sentimientos, experiencias y comportamientos de los padres como propios.
Todo eso se refleja en la vida adulta en la forma de dificultades para tomar decisiones, para concluir aquello que inició, para recibir y demostrar afecto, baja autoestima, constante ansiedad, entre varias otras cuestiones que llevan a las personas a buscar ayuda profesional.
Si usted es padre o madre, considere con cariño y responsabilidad la tarea de suplir, de forma adecuada (equilibrada), las necesidades de su hijo. Eso tendrá efectos por toda su vida. Si usted es un adulto que carga marcas negativas de la infancia y ha tenido dificultad en superarlas, busque ayuda profesional. Aunque el origen del problema esté en el pasado, hay mucho que podemos hacer por nuestra salud mental en el presente.
Referencias
YOUNG, Jeffrey E.; KLOSKO, Janet S.; WEISHAAR, Marjorie E. Terapia do Esquema: guia de técnicas cognitivo-comportamentais inovadoras. Porto Alegre: Artmed, 2008.