Los cristianos deben huir del consumismo y enfocarse en la planificación familiar
La felicidad no está en el consumismo insaciable, sino en contentarse con las cosas que van más allá de aquello.
Brasilia, DF…[ASN] El consumo es la adquisición de productos para suplir las necesidades básicas, o sea, todo lo que el ser humano necesita para vivir decentemente. En esa lista entra la comida, la ropa, la salud, la casa y la seguridad. En contra de esta idea, a su vez, está el consumismo, que predica un estilo de vida con una propensión creciente a comprar bienes o servicios superfluos o innecesarios, que promueven la “falsa” sensación de posesión, placer, éxito y felicidad.
Según el publicitario Helder Moraes, profesor del Centro Universitario Adventista de São Paulo, Brasil, se utilizan diversas estrategias de marketing para estimular el consumo. Entre ellas, promociones, pago hasta en 10 cuotas sin recargo, tramas cinematográficas exitosas con su protagonista, el uso de personas famosas para anunciar productos, degustación en un punto de venta. Sin embargo, él alerta que “todo esto tiene el objetivo de generar lucro en las empresas”.
Lea también
Los consumidores, a su vez, muchas veces no perciben estas artimañas y compran sin pensar, o solo buscan aliviar el estrés. Según un levantamiento realizado por el Servicio de Protección al Crédito y por la Confederación Nacional de Dirigentes Comerciantes, el 36,3% de los entrevistados admiten huir de la rutina por medio de compras innecesarias, y la mayor parte de este grupo está formado por mujeres. El estudio también revela que 3 de cada 10 consumidores creen que hacer compras mejora el humor.
La secretaria Tania Fanti cuenta que influenciada por amigos y familiares comenzó a realizar compras innecesarias y cuando se dio cuenta iba sola a los comercios y con frecuencia. “En vez de comprar un reloj, compraba dos, y en vez de solo zapatos, también llevaba un par de sandalias. Me basaba en la tarjeta de crédito, y las facilidades me dejaban tranquila. De este modo, no me importaba no tener dinero nunca”, confiesa.
Con el pasar del tiempo, Tania comenzó a percibir que compraba cosas innecesarias. Una amiga, inclusive, le alertó que nunca salía de una tienda con las manos vacías. De todos modos le resultaba muy difícil cambiar ese hábito. Hasta que un día quedó sin empleo y perdió la estabilidad profesional. La factura de la tarjeta de crédito comenzó a transformarse en una bola de nieve. “Eso robó mi tranquilidad y perdí noches de sueño”, cuenta.
Cuando el banco ofreció un límite mayor de crédito “reconocí que había ido demasiado lejos”, lamenta. Entonces le pidió ayuda a Dios para que la transforme y comenzó a evitar lugares que estimularan el consumo. Llegó al punto de tomar productos, y casi llorando, los dejaba nuevamente en su lugar. La decisión de cambiar la llevó también a apartarse de amigos gastadores y le pidió a Dios, en oración, que la ayude a cambiar los deseos de su corazón.
Consumismo patológico
De acuerdo con la psicóloga Simone Prata, existe un trastorno psiquiátrico llamado oniomanía – caracterizado por la voluntad incontrolable de comprar cosas innecesarias. “Las personas que sufren este mal compran solo por placer, y el momento les proporciona alivio, como si fuera una droga”, explica. Sin embargo, pasado el momento, viene el arrepentimiento y la angustia, e inclusive malestar físico.
Algunas señales revelan el comportamiento de las personas compradoras compulsivas: alivio de las emociones negativas, preocupación excesiva en obtener cosas que no necesitan, conflictos familiares debido a gastos mayores a los planificados, endeudamiento mayor que el ingreso, préstamos frecuentes y omisión del hecho para los familiares.
La psicóloga alerta que la oniomanía puede estar asociada a otras enfermedades emocionales, como los trastornos de humor (bipolar y depresión) y ansiedad, dependencia química, trastornos alimenticios y control de impulsos.
Consumismo y vida espiritual
Uno de los problemas de quien es consumista es la sensación de inutilidad de los bienes adquiridos y la consecuente frustración al percibir cuán efímera es la sensación de felicidad. Según el pastor Herbert Boger, director del Departamento de Mayordomía de la Iglesia Adventista para ocho países de Sudamérica, el cristiano debe decirle “no” al consumismo. “La felicidad no está en el consumismo insaciable, sino en el contentamiento con las cosas que van más allá de lo que podemos adquirir”, afirma. Otro aspecto fundamental que ayuda mucho es colocar primero a Dios en el presupuesto familiar y planificar los gastos posibles e inversiones para el futuro de los hijos y de la familia. [Equipo ASN, Silaine Bohry]