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Comportamiento

Solo, pero bien acompañado

Cómo aprovechar los años de soltería e invertir en una vida con Dios.


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La vida de una persona soltera puede ser plena y completa (Foto: Shutterstock).

En un escenario en el que el amor romántico es constantemente exaltado, muchos jóvenes cristianos pueden sentir la presión de casarse jóvenes. Ya sea por la cultura, por la familia o incluso por la iglesia, la idea de que la felicidad plena depende de una relación de a dos puede generar ansiedad y elecciones impensadas. Sin embargo, ser soltero no es solo un periodo de espera, sino una fase valiosa para crecer, madurar y descubrir un propósito.

Es fundamental diferenciar soledad de solitud. La soledad es el vacío que resulta de la ausencia de conexión, mientras que la solitud es la capacidad de encontrar contentamiento en uno mismo y en la presencia de Dios. Después de todo, él es nuestra mejor compañía, y estar soltero no significa estar solo.

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1. Usted no es una mitad

La creencia de que se necesita una relación para sentirse completo puede llevar a la dependencia emocional. Pero la Palabra de Dios nos recuerda que nuestra identidad y plenitud están en Cristo, y no en otra persona: “y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad” (Colosenses 2:10).

Cuando nos reconocemos completos en Dios, aprendemos a vencer la inseguridad y a evitar relaciones basados en el miedo a la soledad. Esa certeza nos da libertad para construir conexiones más saludables y llenas de propósito.

2. Soltería: un tiempo para plantar buenas semillas

La soltería no es un periodo de espera pasiva, sino una oportunidad única para invertir en lo que realmente importa. Es un tiempo fértil para servir a Dios, fortalecer amistades y trabajar en los sueños que él puso en su corazón. Como Pablo nos recuerda, hay una libertad especial en estar soltero para enfocarse en las cosas del Señor: “[…] El soltero tiene cuidado de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor” (1 Corintios 7:32).

Ese periodo es una oportunidad de plantar semillas que traerán frutos en el futuro, no solo en la vida personal, sino también en su caminar espiritual y en el impacto que usted puede causar en la vida de otros.

3. El tiempo de Dios es mejor que cualquier cronograma

La sociedad nos presiona a seguir cronogramas rígidos: enamorar o noviar jóvenes, casarnos pronto y “establecernos” rápidamente. Pero Dios no trabaja al ritmo de la cultura. Él nos recuerda que cada etapa de la vida tiene su propósito, y que su tiempo es perfecto: “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora” (Eclesiastés 3:1).

Confiar en el tiempo de Dios es una forma de ejercitar la fe y encontrar paz en el presente. La espera, cuando se ve como un regalo, nos prepara emocional y espiritualmente para lo que vendrá.

4. Ámese para amar mejor

La forma en la que usted se ve influencia directamente en sus elecciones. Quien reconoce su valor establece límites saludables y no acepta menos de lo que merece. La Biblia refuerza el valor intrínseco que Dios nos dio: “Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras […]” (Salmo 139:14).

Investir en el autocuidado y en la autoestima es una forma de honrar la obra de Dios en su vida. Cuando usted se ama, refleja esa seguridad en sus relaciones, atrayendo conexiones con base en el respeto mutuo y en el amor verdadero.

5. Dios está al control, descanse en sus manos

El futuro puede parecer incierto y generar ansiedad, pero Dios nos llama a entregarle nuestras preocupaciones. El Salmo 37 nos anima a confiar plenamente en el Señor, pues él sabe lo que es mejor para nosotros: “Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará” (Salmo 37:5).

Mientras confiamos, aprendemos a vivir el presente con gratitud, seguros de que Dios está preparando lo mejor. Cuando el matrimonio es parte del plan divino, este ocurrirá en el tiempo y de la forma que glorifique a Dios y traiga alegría duradera.

Viva plenamente

La soledad nace del miedo, pero la solitud es una elección consciente de encontrar plenitud en Dios y en la propia compañía. Quien vive bien en solitud desarrolla madurez, evita relaciones interpersonales por falta de afecto y construye conexiones más saludables.

La felicidad no depende del estado civil, sino de la forma en la que elegimos vivir cada fase de la vida. Lo más importante no es tener una relación humana, sino estar bien acompañado de quien nunca nos abandonará: ¡Cristo!


Henilson Erthal es teólogo, educador, magister en terapia familiar y psicología de la educación. Giselly Zahn es psicóloga, magister y doctoranda en Enseñanza de la Salud.