Ser educador adventista por primera vez
Un llamado urgente a una escuela que necesita permanecer en pie durante los últimos días de la historia del Universo.
Después de tantos relatos bíblicos y las emocionantes narrativas de personajes que hicieron la diferencia en el lugar en el que estaban, es recién en Hechos 11 que los discípulos son llamados cristianos por primera vez. Y esa frase no se encuentra en el inicio del capítulo, sino en la segunda parte del versículo 26. Eso indica que posiblemente lo que viene antes del versículo 26 sea la explicación de por qué han sido denominados de esa forma.
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Calificados como cristianos
Hay por lo menos cuatro elementos que nos indican, según el teólogo Amim Rodor, la razón por la cual los que fueron dispersos en función de la muerte de Esteban fueron clasificados como cristianos:
1. “La mano del Señor estaba con ellos y gran número creyó y se convirtió al Señor” (v. 21).
Principio: creer, sin embargo, también convertirse diariamente.
2. “Este [Bernabé], cuando llegó, y vio la gracia de Dios, se regocijó, y exhortó a todos a que con propósito de corazón permaneciesen fieles al Señor” (v. 23).
Principio: permanecer en Cristo ante cualquier circunstancia.
3. Bernabé “era varón bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una gran multitud fue agregada al Señor” (v. 24).
Principio: la presencia del Espíritu Santo para transformar personas.
4. “Después fue Bernabé a Tarso para buscar a Saulo; y hallándole, le trajo a Antioquía. Y se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente” (v. 25, 26).
Principio: estar en la iglesia y enseñar.
Respetadas las debidas diferencias, pensando ahora en la Educación Adventista, podríamos hacer la siguiente pregunta: ¿cuándo usted y yo podremos ser llamados, por primera vez, educadores adventistas?
Y añado que estas características o actitudes deben ser parte de todos los cristianos que, de alguna manera, en su esfera de actuación, ayudan y enseñan a otros sobre el mensaje del evangelio.
Principios esenciales
Tal vez, usted ya se identifique como uno, así como los discípulos creían que tal vez ningún otro “título” les correspondía. El hecho es que, a pesar de que las historias sean diferentes, los principios para que yo sea denominado, de hecho, un educador adventista del séptimo día, son los mismos:
Principio 1: Creer, sin embargo, también convertirse diariamente. En realidad, la placa de nuestra escuela ya indica que somos creyentes, no necesitamos hacer mucho para convencer de eso a las personas. Pero solo nuestras actitudes dentro de la escuela pueden indicar la dimensión de nuestra conversión. Ser educador adventista requiere una conversión diaria.
Principio 2: Permanecer en Cristo ante cualquier circunstancia. Estamos siendo fuertemente probados en los últimos días. Permanecer en Cristo ante tantos desafíos es la fase práctica de la conversión. Ser educador adventista requiere permanecer en Cristo y estimular a que cualquier persona bajo su influencia también lo haga.
Principio 3: La presencia del Espíritu Santo para transformar personas. La prerrogativa de la transformación de nuestros alumnos es la presencia del Espíritu en los profesores. Va mucho más allá de cualquier corriente pedagógica o estrategia innovadora del salón de clases que esté siendo predicada por ahí. Ser educador adventista requiere comenzar el día conversando y consultando al mayor Modelo, aquel que traerá luz y discernimiento en los momentos más difíciles del día.
Principio 4: Estar en la iglesia y enseñar. Somos iglesia antes de ser escuela. Parece contradictorio, pero el mejor educador es lapidado dentro de la iglesia y no en su propio salón de clases coleccionando las mejores experiencias. Ser educador adventista requiere una vida en la iglesia antes de la vida en la escuela.
Podemos ser profesores o empleados, así como el mundo del trabajo lo ve. Sin embargo, tenemos una invitación aún más especial de nuestro Maestro: ser educadores adventistas y, tal vez, en la profundidad de actuación que ese título merece, por primera vez.
Un llamado urgente a una escuela que necesita permanecer en pie durante los últimos días de la historia del Universo. La escuela que, por medio de sus educadores inspirados por estos cuatro principios, se convertirá en uno de los mayores refugios establecidos por Dios en la confusión de la humanidad.
Josney Prado es pedagogo, tiene un posgrado en Gestión Escolar y Educacional y está cursando una maestría en Educación por la Pontifícia Universidade Católica (PUC) de Campinas, en el interior del estado de São Paulo. En la actualidad es coordinador pedagógico de la Unión Central Brasileña, sede administrativa de la Iglesia Adventista para el estado de São Paulo.