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Comportamiento

¿Quién le tiene miedo a la adolescencia?

¿Asustado con las alertas de la serie de Netflix? La Biblia y otros escritos pueden ayudarte bajo una mirada cristiana.


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La adolescencia es una fase desafiante para padres y educadores, pero seguir consejos bíblicos e inspirados puede hacer la diferencia. (Foto: Shutterstock)

“Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6). Este versículo es frecuentemente invocado en discusiones sobre la crianza de los hijos, en una fórmula simplista de causa a efecto: “Adopte las actitudes A o B, y obtendrá los resultados X o Y”.

Sin embargo, el estreno de la serie Adolescencia, en Netflix, vino para poner esta certeza en discusión. En la trama, el adolescente Jamie Miller es acusado de apuñalar a un compañero de clases. Los padres, perplejos, intentan entender qué lo llevó a cometer el crimen, pero el guion no ofrece respuestas fáciles. La familia de Jamie no es desestructurada como se esperaba que fuera. A medida que se desarrolla la historia, vamos siendo sumergidos cada vez más en el complejo mundo de las relaciones adolescentes y la pregunta se vuelve inevitable: “¿El proverbio salomónico está desactualizado ante el escenario moderno que nos rodea?”.

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Por supuesto que no, pero podemos estar creyendo que “enseñar el camino” solo significa crear reglas y fiscalizar conductas. Y es mucho más que eso. Los padres que quieren enseñarles a sus hijos el camino del Señor deben volverse un refugio, un ancla y una base de lanzamiento.

¿Se puede explicar mejor? Claro. Estos conceptos son cruciales para poder realizar un análisis de tu relación con tus adolescentes y, para desarrollarlos, voy a recurrir a la Biblia y a los escritos de Elena G. White. Por favor, acompáñeme.

Creadores de reglas y fiscales de conducta

¿Los padres deben ser amigos de sus hijos? Muchas voces se levantarán diciendo que no, que el deber de los padres en la educación de sus hijos es, en primer lugar, informarlos sobre lo que pueden y lo que no pueden hacer. Una vez vencida esta etapa, lo que sigue es acompañar el desempeño de ellos en la obediencia a estas reglas. Pero la relación amorosa y el compañerismo entre los padres y sus adolescentes es justamente lo que le da sentido al desarrollo moral. Por eso, la escritora adventista Elena G. White destaca la relación familiar como la base para que la educación funcione. Confirma conmigo lo que ella dice: “Dedicad parte de vuestras horas libres a vuestros hijos; asociaos con ellos en sus trabajos y deportes, y conquistad su confianza. Cultivad su amistad”.[i]

¿Y entonces? ¿Puedes mirar tu hogar y discernir cómo ha sido tu conducta en ese punto? Si siente que debe mejorar en este aspecto, los siguientes temas pueden darte una buena dirección. ¿Vamos?

Refugio

El mayor regalo que recibí de mis padres fue el sentimiento de que soy amado incondicionalmente. Estoy absolutamente seguro de que, sin importar lo que haga, siempre tengo un hogar al cual volver.

Fue ese tipo de seguridad que hizo que el hijo pródigo, de la parábola del evangelio de Lucas 15, regresara a casa a fin de intentar ser aceptado de vuelta por su padre. En la historia, contada por Jesús para ejemplificar su relación con nosotros, no hubo una simple desobediencia, sino una ruptura completa de la relación. Sin embargo, la postura del padre mientras estuvieron juntos le dio la seguridad al hijo de que ni su mayor acto de rebeldía sería capaz de separarlo del amor de su Padre. No es condescendencia con el pecado. El amor no renuncia a la disciplina, sino que la disciplina sin amor es solo castigo destructivo. Sea firme, pero nunca deje de expresar su amor con palabras y gestos.

Ancla

 Este tal vez sea el aspecto más difícil en el trato con los hijos. Los adolescentes confían en sus padres cuando estos demuestran equilibrio y conocimiento sobre su universo. Los adolescentes evitarán a sus padres si estos son emocionalmente inestables. Los hijos buscan en los padres la seguridad y la misma estabilidad que un ancla le da a un barco. Elena de White afirma: “Instruidlos bondadosamente y ligadlos a vuestro corazón. Este es un tiempo crítico para los niños. Los rodearán influencias tendientes a separarlos de vosotros, y debéis contrarrestarlas. Enseñadles a hacer de vosotros sus confidentes. Permitidles contaros sus pruebas y goces”[ii].

Este es el consejo certero de Elena de White. Si los hijos supieran que serán correctamente orientados, ayudados y disciplinados, tendrán más confianza de traer sus errores y ansiedades a los padres.

Bases de lanzamiento

Cuando se trata del difícil equilibrio entre el control y la libertad, Elena de White es aún más enfática: “Aquellos padres y maestros que se jactan de ejercer el dominio completo de la mente y la voluntad de los niños que están bajo su cuidado, dejarían de jactarse si pudiesen ver la vida futura de los niños así dominados por la fuerza o el temor. Carecen casi completamente de preparación para compartir las severas responsabilidades de la vida”[iii].

La voluntad de aprender, de probar por sí mismo e ir asumiendo el control de la propia vida es parte de la juventud. Ayuda a tu hijo, de manera progresiva, a ir haciéndose responsable de sus propias decisiones.

En esta misión, los padres pueden contar con una ayuda muy importante. Colocarlos en una comunidad religiosa saludable, bíblica y equilibrada puede generar un ciclo de influencia virtuoso más amplio que el que puede ofrecer la familia. Las denominaciones espiritualmente responsables, como la Iglesia Adventista del Séptimo Día, tienen especial interés en el desarrollo de las nuevas generaciones.

La Iglesia Adventista tiene proyectos como el Club de Conquistadores y Aventureros, que se enfocan en el desarrollo físico y en las habilidades prácticas, el servicio de streaming Feliz7Play, que contribuye con películas y series cristianas, y la propia Red de Educación Adventista, un sistema de enseñanza centrado en valores. Esta red de apoyo ofrecida por la religión debe ser un complemento auxiliar a la función de los padres, pero nunca un sustituto.

De vuelta al versículo del inicio

Enseñar es un acto mucho más completo de lo que parece ser. Deuteronomio 6:6,7 muestra que la enseñanza es menos un método y más un estilo de vida, en lo cual, los padres ven oportunidades de aprendizaje en todos los momentos: “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes”. Educar implica la vida por completo, en todos sus matices. Implica amor y firmeza, perdón y disciplina, jugar y trabajar, hablar, pero principalmente, escuchar. No solo las palabras dichas, sino también las expresiones, los gestos, leer los sentimientos, preguntar cuando uno no está seguro, oír con un abrazo.

Si estás enfrentando dificultades con tus hijos adolescentes, el camino del amor puede no ser el más fácil, pero sin duda será el más exitoso. Tal vez, sea necesario pedirles perdón, si te equivocaste. Tal vez, sea necesario trabajar en algunos de los rasgos de carácter más duros que tengas. No tengas miedo de abrir un diálogo honesto con tus hijos. Ora, no solo entregando tus hijos a Dios, sino también entregándote como padre/madre. Pero actúa. Cambia lo que debe ser cambiado, aunque no lo logres a la primera vez. Crear fundamentos sólidos requiere tiempo, pero ningún crecimiento es exitoso sin una buena base.

Ângelo Bernardes está graduado en Derecho y Comunicación y es director de Comunicación de la Iglesia Adventista del Séptimo Día para los estados de Bahía y Sergipe, Brasil.


Referencias:

[i] El hogar cristiano, p. 171.

[ii] El hogar cristiano, p. 170.

[iii] Mente, carácter y personalidad, t. 1, p. 289.