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De Argentina a la India: la historia de un matrimonio misionero

Esta pareja de argentinos nos cuenta la experiencia y el desafío de ser misioneros en el extranjero.


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Patricia y David jugando con los chicos en Bangalore, India. Foto: David Flier.

Existen muchas personas que dedican sus vidas a la misión. Algunos lo hacen en su ámbito de vida. Otros, deciden alejarse un poquito para sentir el sabor de otra cultura. En ambos casos, Dios guía y bendice, siempre.

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Patricia Marcos y David Flier, un matrimonio comprometido con la misión de alcanzar a otros con el mensaje de Cristo, decidieron, hace un año, emigrar hacia India. Ya de regreso, le preguntamos ¿cómo tomaron esa decisión? ¿Por qué eligieron India? ¿Cómo los guió Dios en todo este año? Conocé la historia en esta entrevista.

¿Por qué tomaron la decisión de ser misioneros?

Patricia (P): Donde vivíamos, en Buenos Aires, siempre nos involucrábamos en trabajos misioneros. Intentábamos copiar el ejemplo de Jesús e ir a compartir con otros el evangelio. Tratábamos de aliviar las necesidades que había. También nos gustaba mucho viajar y conocer otras culturas. Habíamos decidido conocer otros lugares del mundo, pero pensábamos, ¿cómo encaja Dios en este plan? Oramos y sentimos que teníamos que dedicar un tiempo a Dios. Queríamos hacerlo en un lugar lejano, en otra cultura. Conocer personas con otra mentalidad. Poder compartir con ellos el amor de Dios. Desde ahí lo pusimos en oración y así fue como decidimos ser misioneros.

David (D): Lo que nos motivó a irnos tiene que ver con el hecho de aprender de otros. Saber cómo viven. Cuáles son los problemas que tienen en otros lados. Esto nos ayuda a futuro. Nos abre la cabeza y nos capacita con nuevas herramientas.

David de viaje con los chicos de Bangalore. Foto: David Flier.

¿Cómo y por qué eligieron India?

D: La gran decisión fue elegir ser misioneros. Dejamos que Dios elija el lugar. Teníamos nuestras preferencias, no de un lugar específico, pero sí que sea un lugar en el que podamos ser una ayuda concreta. Queríamos tener un contacto con las personas que tenían problemas reales. Queríamos un lugar que tenga una cultura distinta para poder enriquecernos de esta experiencia. Pero era Dios quien decidía. Preguntamos a amigos, conocidos, y se armó una red. Se abrieron puertas y luego se cerraron. Y el único lugar donde parecía continuar la luz verde fue el orfanato de Bangalore, en India.

El contacto nació con una amiga de Patricia que estuvo hace diez años en ese lugar. Hablamos con la directora de la Institución. Le dijimos que somos un matrimonio. Ellos nos contaron que estaban atravesando una crisis y que lo único que nos podía dar era un lugar donde dormir y la comida diaria del orfanato. No nos podían dar ningún viático, ni pasaje, ni visa ni cuestiones de salud. Pusimos todo en oración y vimos que Dios nos mostró claramente que sigamos adelante con este plan.

Patricia ayudando en la huerta de la institución. Foto: David Flier.

¿Cuál fue el trabajo que realizaron allá?

P: Cada mañana hacíamos actividad física con los chicos. Los varones por un lado y las mujeres por otro. Al comienzo fue muy complejo porque mi inglés era muy básico y tenía que hacerme entender. Pero Dios fue misericordioso y lo fuimos logrando con su ayuda.

Durante la semana preparábamos comida para vender en la cantina (restaurante) del colegio. De esa manera, los ayudamos a recaudar fondos para la institución. Vendíamos de todo. Desde pochoclo, donas y hasta un snack local.

Cuando los chicos volvían del colegio los ayudábamos con las tareas. Allá el sistema educativo es muy diferente a la Argentina. Sin embargo, los ayudábamos a pensar y reflexionar en sus tareas. Allá se enseñan muchas cosas de memoria. Fue un gran desafío porque nosotros tenemos una formación diferente, pero pudimos ayudarlos en esa área también.

Patricia y las chicas de Bangalore en India colaborando con la huerta. Foto: David Flier.

Otra de las actividades consistía en ayudarlos con las plantaciones de la huerta en el campo. Ellos colaboraban mucho y nosotros nos encargábamos de vender. Creamos una fan page de Facebook y también nos sentábamos a vender en la salida del colegio y en la puerta del orfanato, en la calle.

También organizábamos juegos y pasábamos tiempo con ellos. Los fines de semana veíamos películas cristianas, series de la Iglesia Adventista, de misioneros. Por la mañana asistíamos a la iglesia con ellos. El domingo organizábamos talleres como storytelling para que conozcan y puedan contar sus historias. Fue difícil porque ellos no están acostumbrados a contar mucho o a redactar. Muchos de ellos no saben leer ni escribir bien el inglés. Porque allá hablan tres o cuatro idiomas. Hablan el dialecto de sus lugares. Imagínate que en cada estado hay una lengua. Por eso el inglés nos unía. El domingo por la tarde también le dábamos clases de español. Últimamente estábamos con clases de lectura y el taller de manualidades.

Por otro lado, ellos tienen un culto por la mañana y por la tarde. Nosotros organizábamos el programa de la tarde. E inclusive le enseñamos dos canciones en español.

¿Cómo vieron a Dios en todo el proceso hasta hoy?

D: Vimos la mano de Dios desde el comienzo. Nosotros, antes de ir a India, teníamos un poco más de un año de casados. Gozábamos de una vida cómoda. Cuando decidimos ser misioneros empezamos a planear todo. Es una logística que va desde las vacunas, certificados, pasajes, etc. Pero Dios nos acompañó en todo eso.

Otra de las cuestiones importantes era que debíamos renunciar a nuestros trabajos. También teníamos que usar parte de nuestros ahorros para la visa, viajes, y estadía en la India. Allá nos daban la comida y un lugar para dormir. Pero si necesitábamos un elemento de limpieza o tomar un colectivo, teníamos que pagarlo nosotros. En ese sentido, Dios nos guio y mostró de manera clara su misericordia. En mi trabajo se pudo llegar a un acuerdo ya que ellos estaban ofreciendo un retiro voluntario. Eso nos vino muy bien para solventar nuestros gastos por algún tiempo.

El tema de los papeles para ir a India fue un desafío. Teníamos que disponer de la visa de trabajo para viajar y se demoraban mucho en las respuestas. Estábamos vendiendo muebles, nos estábamos poniendo vacunas y estábamos esperando la visa para viajar, pero confiábamos en que Dios manejaba todo. El 29 de diciembre dejamos nuestro departamento y nos quedamos en el de nuestras familias durante el mes de enero. Sin embargo, la visa llegó unos días antes de fin de año.

Las tardes de juegos con los chicos de Bangalore en India. Foto: Patricia Marcos.

Ya en la India, Dios nos dio paciencia en el día a día. Nos ayudó a sobrellevar emocionalmente contextos que son muy duros. Chicos que vienen de pobreza extrema. Casos de abandono. Traumas emocionales que viven los niños porque sus padres ya no están. Algunos niños tienen un papá o una mamá y por cuestiones de maltrato no pueden estar en su casa. Afrontar todo eso fue muy duro. Le pedimos a Dios que nos diera sabiduría para tratar con ellos ya que también son muy chicos. Sus edades van desde los 6 hasta los 17. Vimos mucho la mano de Dios bendiciéndonos en este sentido.

Lo que nos costó fueron las relaciones humanas en el trabajo. La cultura es muy diferente. Se vive de una manera en la que tal vez las cosas cambian de un momento a otro y nadie se siente en falta por no avisarte. A nosotros nos costó mucho ese tema y pedimos a Dios paciencia y tacto para tratar con ellos. Todo esto nos llevó a pedir sabiduría a Dios y vimos su mano también en estos detalles.

P: En relación a los chicos, ellos necesitaban mucho cariño. Demandaban mucha presencia y eso nos generó un desgaste físico y mental. A mí me afectó y estaba re estresada. La comida picante me generó un colon irritable. Pero Dios estuvo siempre al control. Su poder se perfeccionó en la debilidad. Nos aferramos a las manos de Dios y aprendimos a depender de Él. Hay un momento en el que decís: estoy lejos de todo y no me queda otra que confiar plenamente en Dios.

Patricia junto a chic@s de Bangalore en India. Foto: David Flier.

¿Recomiendan esta experiencia a otros? ¿Por qué?

P: Sí. Lo recomiendo. No es fácil. No lo recomiendo como una diversión sino como una etapa de aprendizaje, de crecer, de pasar a otro nivel espiritual. Es una forma clara y contundente de ayudar a otros. De no quedarse con las palabras sino hacer cosas concretas. No sé si es para todos irse un año, creo que depende de cada uno. Pero esta experiencia de irse lejos es muy positiva porque creces mucho espiritualmente.

D: Como dijo Salomón, todo tiene su tiempo. No lo veo como un viaje de placer, para divertirse. Sino para crecer. Es un momento en donde nos beneficiamos todos. Allá aprendimos herramientas que llevaremos para toda la vida y para servir a Dios y a las personas. Creo que hay que evaluar cada caso. Nosotros quisimos hacer esto en esta etapa de nuestra vida. La recomiendo 100% con el análisis y buscando a conciencia el lugar que Dios quiere para nosotros.

Patricia y David juntos con los chicos de Bangalore en India. Foto: David Flier.