Una aventura de 28 horas para vivir “La mejor aventura”
Clubes de Conquistadores llegan a Barretos y comienzan a transformarse en el símbolo de la ciudad.
Comenzaron a llegar. El Parque do Peão, uno de los símbolos de Barretos, en el interior del estado de São Paulo, albergará a casi 100 mil personas hasta el 20 de enero. Se trata de conquistadores, líderes y un equipo segmentado responsable de que todo funcione. Los ómnibus y automóviles se hacen más livianos mientras que las maletas, carpas y pilas de lonas cubren el césped que esconde la tierra colorada de la región.
De a poco, el complejo se tiñe de nuevos colores, además del verde y amarillo: los de las banderas de países como Chile, Bolivia, Ecuador, Paraguay, Uruguay y Argentina, desde donde viene una parte de los participantes. Al desembarcar, la mirada de algunos se pierde delante del tránsito de personas y vehículos que se mueven a combustión y electricidad que circulan de un lado a otro.
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Otros se confunden con el clima y los “fenómenos naturales” alterados por el horario brasileño de verano. De una localidad totalmente diferente, la estudiante Jaqueline Mesa enfatiza que una de las primeras dificultades que sintió fue en relación al calor. “En Perú hace menos calor que aquí. Y a las 7 de la tarde todavía hay sol [en Brasil], lo que es un poco raro”, observa mientras gesticula con las manos y dice en voz alta.
Sin embargo, ni la cuestión climática ni mucho menos la distancia que ha recorrido son factores que la desaniman, incluso habiendo enfrentado una travesía de 28 horas. Dieciséis de esas horas fueron en un ómnibus desde Arequipa, ciudad en la que vive, hasta Lima, capital del país; un vuelo de 6 horas hasta São Paulo y otras seis horas en ómnibus hasta el Parque do Peão.
Choque de realidades
Participar por primera vez de un encuentro sudamericano de Conquistadores (el quinto de esta magnitud que se realiza en el continente, y que en esta edición tiene como lema “La mejor aventura”) es, según ella, un estímulo para aprender, por lo menos, lo básico del idioma portugués, uno de los idiomas oficiales del Camporí – junto al español – para comunicarse con otras personas con las cuales convivirá en los próximos días.
Pero no sin esfuerzo, bromea. “Es complicado entenderse porque aquí las personas hablan portugués y muy rápido”, se ríe mientras mira a la amiga que observa todo en silencio.
Lo que le llamó la atención, sin embargo, fue el verde. No el de la bandera brasileña, sino el que les da color a los paisajes del país. “Es algo que no se ve siempre. Lo que se ve [en Perú] son las montañas (que allí son más cenizas, ya que por lo general están compuestas por rocas). Cuando mirábamos desde el avión, todo era verde. Era como si estuviéramos en la selva”, compara.
Para ella, “la mejor aventura” ya comenzó.
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