Piloto aprovecha competiciones para distribuir libros misioneros
Historia del piloto Sandro Bruno, campeón nacional de corridas, muestra que es posible testificar en diferentes ambientes y circunstancias.
Brasilia, Brasil...[ASN] Sandro José Bruno, de 46 años, es un ejemplo de un adventista del séptimo día que utiliza sus dones para testificar en un ambiente inusitado. En las pistas de carreras, en medio del ruido de los motores, el piloto y preparador mecánico, que vive en Boituva, en el interior de San Pablo, tiene una meta bien clara. Él corre en las competencias, pero también acelera en la distribución de libros misioneros y en el contacto con personas para hablar acerca del evangelio de Dios. En uno de sus autos no falta el adhesivo de la TV Nuevo Tiempo. Por lo aprendido sobre la calidad de vida y salud, Sandro Bruno cambió su alimentación y perdió 14 kilos con un estilo diferente. La Agencia Sudamericana de Noticias (ASN) conversó con él sobre esa realidad.
¿Cómo funcionan esas carreras? ¿Cómo se caracteriza ese tipo de modalidad deportiva?
Las carreras comenzaron en Estados Unidos en los años 50 y eran como carreras callejeras (disputas de velocidad). Allá, “corrían” carreras en las cuadras. Como allá, en estados como California, por ejemplo, las cuadras son grandes, se solía hablar de pruebas en un trayecto de un cuarto de milla. Comenzaron a hacer pruebas en varios lugares de Estados Unidos y a construir pistas de carreras. Hace unos diez años que la modalidad creció mucho en Brasil. Hay varias pistas, principalmente en el sur de Brasil. Las carreras comenzaron a ser profesionales. Son siempre con dos autos y tienen varias categorías. Está la categoría de autos con tracción delantera y la categoría de autos con tracción trasera y se habla de las cilindradas del motor de los vehículos. Hay categorías, por ejemplo, de coches con 2, 4 y 6 cilindros. Se recorren 402 metros (1/4 de milla) o 201 metros lo más rápido y con la mayor velocidad posible. En la carrera cuenta mucho la reacción en la largada, cuando se da la luz verde y se enciende la última señal amarilla. El tiempo que se tarda en salir hace la diferencia e influye en el tiempo final del auto, además, está la quema. Si usted sale en la última señal amarilla, ahí se quema y enciende una luz roja y se pierde aquel “empuje”. Está también la categoría de los dragsters (tipos de vehículos ligeros y con motores extremadamente potentes proyectados para ese tipo de pruebas).
¿Hace cuánto tiempo que usted es parte de ese mundo y qué títulos ganó?
Comencé a participar de las carreras en 1991 y 1992 y quien me incentivó fue mi padre. A él siempre le gustaron las carreras y me llevaba a Interlagos, San Pablo, para ver los coches de circuito; y ahí, una vez, me llevó en la noche, pues había este tipo de carrera. Esos eran los coches de carrera de hoy. Cuando vi aquello, quedé como loco. Incluso tenía algunas jaulas (autos adaptados para carreras). Comencé a dedicarme, abrí mi primer taller y el primer auto que tuve fue uno de carrera. Corría todos los meses. Me comenzó a gustar y empecé a llevarlo en serio; conseguí patrocinio y hace algunos años, vivía de las carreras. Llegué a ser campeón paulista unas tres veces, y después comencé a participar del campeonato fuera de San Pablo. Fui campeón paranaense dos veces y comencé a participar del campeonato brasilero. En la primera prueba nacional salí en segundo lugar y, en otra oportunidad, fui campeón. Entonces comencé a correr en varios lugares de Brasil. En Manaos, Fortaleza, el campeonato gaucho (fui campeón una vez). Se hablaba de carreras y yo estaba en el medio. Creo que Dios me puso en esas carreras, me volví conocido y hoy él me está usando.
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¿Cómo ha testificado en esos eventos y para qué tipo de público? Explique en detalles cómo fue eso.
Comencé a testificar de la siguiente forma. Estuve dos años sin correr, lejos de las carreras. Después, cuando volví, volví siendo adventista y fui a ver una prueba. Yo estaba en casa y algo me pidió que fuera a esa prueba que se estaba llevando a cabo, y que quedaba a 60 kilómetros de casa. Terminé yendo allá y me encontré con varios amigos, y uno de ellos me dijo que yo había desaparecido. Expliqué que no tenía patrocinador y que las carreras eran muy caras. Pero afirmé que volvería a correr, solo que el viernes y el domingo correría, pero no el sábado. Mi amigo me miró y me dijo: “¿Eres adventista?”. El hombre comenzó a llorar y dijo que estaba apartado hacía 20 años de la iglesia. Mi amigo me contó que, aquella semana, su madre había ido a su casa y le llevó la Biblia que había usado; y le pidió que volviera a la iglesia. La madre insistió con él y mi amigo le había dicho que solo volvería si Dios le daba una señal. Creo que yo fui la señal para él. Después de tres meses, él fue bautizado, la esposa y el hijo y después otro hermano de él. Cuando comencé a hablarle de la Biblia, él sabía mucho más que yo. Vea como Dios usa a las personas sin que nosotros sepamos. Fue muy emocionante.
Y usted distribuye muchos libros, ¿verdad?
Hoy hago eso. Volví a correr, pero no como antes. Cada dos meses voy a una prueba. Corro los viernes, pero el sábado por la tarde voy a la pista a distribuir libros misioneros, hablando sobre Dios con algunos amigos y explico el sentido del sábado. Les digo que, si fuera a correr, dependo de mis empleados, voy a hacer trabajar a algunas personas, para hacer el servicio, en el día sábado. Yo explico. Muchos entienden, otros me miran de forma extraña, pero es muy bueno, porque entonces hablo de Dios. No es fácil, pero en aquel medio siempre hay alguien que está con el corazón abierto.
Otra cosa que mi esposa y yo hacemos en la empresa es comprar cajas de libros y en toda la mercadería que vendo (piezas, motores) y en cada caja que mando a los clientes pongo un libro adentro. Hay algunos clientes que agradecen el regalo enviado. Acostumbro distribuir libros misioneros. Estimo que, por mes, distribuyo unos 50 ejemplares de los libros. [Equipo ASN, Felipe Lemos]