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El racismo no está en armonía con los principios bíblicos

La Iglesia Adventista se opone a la discriminación y degradación de las personas.


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El amor y el respeto deben ser la base de todas las relaciones sociales (Foto: Shutterstock)

El amor y el respeto deben ser la base de todas las relaciones sociales (Foto: Shutterstock)

A lo largo de la historia, el racismo ha levantado un muro de separación entre las personas que, humanamente y a los ojos de Dios, son iguales. Además de causar perjuicios físicos, emocionales y sociales, la creencia de que existe una superioridad entre razas echa por tierra la misión de Cristo: salvar a todos, sin distinción. Su muerte en la cruz como un acto de amor incondicional por el ser humano no fue limitado a ningún grupo de personas. Se hace evidente en las palabras registradas por el apóstol Juan en uno de los textos más profundos que encontramos en la Biblia: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él crea, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).

Para reforzar esa verdad, la Iglesia Adventista del Séptimo Día, hoy presente en más de 200 países, con culturas distintas y singulares, votó una declaración oficial en la que asegura que el racismo no está vinculado a la esencia del cristianismo y debe ser condenado y combatido.

Lea el texto completo:

Uno de los males más desagradables de nuestros días es el racismo, la creencia o práctica que ve o trata a ciertos grupos étnicos como inferiores y, por lo tanto, objeto de dominio, discriminación y segregación.

Aunque el pecado del racismo sea un fenómeno antiquísimo basado en la ignorancia, en el miedo, en la alienación y en el falso orgullo, algunas de sus más horribles manifestaciones han ocurrido en nuestro tiempo. El racismo y los prejuicios irracionales actúan en un círculo vicioso. El racismo está entre los peores de los prejuicios arraigados que caracterizan a los seres humanos pecaminosos. Sus consecuencias generalmente son devastadoras, porque el racismo se torna con facilidad en algo permanentemente institucionalizado y legalizado. En sus manifestaciones extremas puede llevar a la persecución sistemática y hasta al genocidio.

La Iglesia Adventista condena todas las formas de racismo, inclusive la actuación política del apartheid, con su segregación forzada y discriminación legalizada.

Los adventistas quieren ser fieles al ministerio reconciliador designado a la iglesia cristiana. Como una comunidad mundial de fe, la Iglesia Adventista desea testificar y exhibir en sus propias hileras la unidad y el amor que trascienden las diferencias raciales y sobrepujan la alienación del pasado entre los pueblos.

Las Escrituras enseñan claramente que todas las personas fueron creadas a imagen de Dios, que “de un solo linaje hizo toda la raza humana para habitar sobre toda la faz de la Tierra” (Hech. 17:26). La discriminación racial es una ofensa contra los seres humanos iguales, creados a imagen de Dios. En Cristo, “no hay judío ni griego” (Gál. 3:28). Por lo tanto, el racismo es realmente una herejía y en esencia una forma de idolatría, pues limita la paternidad de Dios, negando la hermandad de toda la especie humana y exaltando la superioridad racial de algunos.

La norma para los adventistas está reconocida en la Creencia Fundamental Nº14 de la iglesia, “La unidad en el Cuerpo de Cristo”, basada en la Biblia. En ella se destaca: “En Cristo somos una nueva creación. Las distinciones de raza, cultura y nacionalidad, y diferencias entre altos y bajos, ricos y pobres, hombres y mujeres, no deben ser motivo de disensiones entre nosotros. Todos somos iguales en Cristo, el cual por un solo Espíritu nos unió en una comunión con él y unos con otros. Debemos servir y ser servidos sin parcialidad o restricción”. Cualquier otro abordaje destruye la esencia del evangelio cristiano.


Esta declaración fue presentada por Neal C. Wilson, entonces presidente de la Asociación General, después de una consulta con los 16 vicepresidentes mundiales de la Iglesia Adventista, el 27 de junio de 1985, durante el Congreso de la Asociación General realizado en Nueva Orleans, Louisiana.

Los adventistas y el racismo: