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Cómo vivir en el presente siglo

En el artículo del periodista Fisher conozca cómo sobrevivir a este tiempo difícil.


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Otro resultado de ese estado es que las religiones pueden acostumbrarse a una liquidez que apele a lo individual. (Imagen: shutterstock)

Los lazos humanos son cada vez más frágiles y esto se hizo más evidente en la pandemia, cuando el número de divorcios creció más del 50% en 2020. Hoy, la frase “hasta que la muerte nos separe” tiende a ser sustituida por “lo que cada uno puede ganar”. El sociólogo Zygmunt Bauman llama a todo eso modernidad líquida.

Para él, ese fenómeno de liquidez cultural y social está asociado a la idea de las relaciones entre personas, amigos, familia, sociedad, en fin, todas como relaciones transitorias, flexibles, que generan un amor superficial y modelable como es el agua en su recipiente modelador. Y aquí entra la pregunta: ¿Cómo vivir en tiempos de liquidez y enfrentar los desafíos de la sociedad líquida?

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Relativización

Además de relacional, la amenaza de ese fenómeno también es teológica. Por ejemplo, la historia de los orígenes del ser humano, el Edén, los días literales de Génesis, la caída y redención en función del pecado, todo es una meta narrativa, o sea, una explicación de acontecimientos que creemos ser verdades absolutas. Además, existe el riesgo de que el relativismo y la liquidez alcance la mente de los fieles, y el cuidado que hay que tener puede compararse a lo que aconsejó Pablo:

“Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Colosenses 2:8).

Otro resultado de ese estado es que las religiones pueden acostumbrarse a una liquidez que apele a lo individual. No se puede, de acuerdo con la sociedad líquida, hablar sobre seguridad o afirmar verdades. Sin duda, es que cada uno se apropia de ella como referencia para la vida; todo lo que fue sólido (autores consagrados, ideas, pensamientos discursos) está en el banco de los reos. Vivimos en un período difícil caracterizado por más preguntas que respuestas, más problemas que soluciones.

O sea, no existen modelos fijos y la individualidad aflora y hace imposible una regla: las seguridades antes agraciadas se derriten. De acuerdo con el propio sociólogo, vivir en una multitud de valores, normas y estilos de vida en competición, sin una garantía firme y confiable de estar seguros, es peligroso y cobra un alto precio psicológico.

Conveniencias y no convicciones

Al comienzo del siglo XX, los valores y las instituciones eran bien definidos y cuando se esperaba un proceso de ruptura o revolución, uno sólido era sustituido por otro. Ahora, la convicción está quebrada y lo fluido asume formas de conveniencia como reflejos de sus propias voces.

Un ejemplo práctico de lo que ocurre dentro de la iglesia es la transformación de dogmas a los placeres de la clientela, un caso típico de iglesia a la carta. Como dice Rodrigo Silva en la serie El Adventismo en tiempos líquidos, “las personas se quedan en la iglesia por conveniencia, no tienen convicciones”. Afirma él, además, que “ellas tienen formas y se quedan dentro mientras les conviene; cuando esa forma se rompe, también se derraman como agua porque son líquidas…” no están firmes por mucho tiempo, no quieren venir a la iglesia porque las incomoda en sus hábitos”.

Para el filósofo y teólogo, “las personas no quieren venir para ser siervas de un mensaje de Dios, sino para ser como un cliente que asume la cuenta de un banco, el cliente siempre tiene la razón, y el día en que la música o el pastor no le agradan, salen y se mudan. Eso es cristianismo líquido. De esa forma, tenemos un problema, porque en el cristianismo existen absolutos bien definidos, a pesar del espíritu de nuestra época (zeitgeist) de hacer líquidos los sólidos, y corromper lo sagrado.

Los cristianos, a veces, se han infectado con la liquidez de pensamiento. Es posible observar que, en las más variadas denominaciones, no se cree en la literalidad de la meta narrativa de Génesis como días literales, aliando la teoría del evolucionismo darwiniano al texto sagrado, una adaptación característica de los siglos 20 y 21, que transforma las estructuras solidificadas. Todo ese clima cultural e intelectual del mundo trae el colapso del pensamiento sólido creacionista, adentrando en fundamentos antes no movidos; la identidad queda comprometida.

Algunos argumentan que el concepto por detrás del sábado es válido, pero el día no, porque puede ser otro. En este caso, entra la relativización ya abordada y la liquidez de pensamiento. ¿Usted es líquido o sólido? ¿Relativista o remanente? ¿Será que sus pensamientos y actos se acomodan al presente siglo?

Recuerde: en tiempos de liquidez, las relaciones sufren, la teología cambia, nada es hecho para durar, pero el remedio para la liquidez es “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).

Neide Fischer es periodista, profesora de arte y miembro del grupo de Científicos Adventistas.