No podía quedar embarazada pero Dios hizo un milagro
Ahora es el momento de que tú esperes el tiempo de Dios, pues sus tiempos son perfectos.
Creo que el sueño de toda mujer es llegar a ser madre y este era un sueño que yo tenía desde siempre. Me casé el 2012 con un hombre increíble, el cual lo describo como mi complemento perfecto. Un mes antes de casarme, él recibió un llamado para pastorear el distrito misionero de Puno, en la Misión del Lago Titicaca, en Perú, a cientos de kilómetros de distancia de donde vivía.
Aunque soy hija de pastor, sentí este llamado como si fuera el primero que recibía, y con ello los desafíos de ser esposa de un pastor. Una vez casada, comenzaron a llegarme las clásicas preguntas que hacen a una mujer que recien contrajo matrimonio:“¿Para cuándo el bebé?” y otros comentarios que al comienzo me sonaban hasta graciosos e inofensivos.
Mi esposo y yo teníamos planificado tener un bebé, pero a medida que iba pasando el tiempo, no quedaba embarazada, y es entonces cuando decidimos visitar por primera vez al médico.
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Después de algunos exámenes de laboratorio, recuerdo amargamente cuando la doctora que me evaluó nos miró y luego me dijo: “Mire señora, usted tiene el síndrome de ovarios poliquísticos, sus quistes son como racimos de uvas, además de otras complicaciones que se han encontrado”. Al final, concluyó diciéndome que era una mujer estéril. Podría decirles que ése fue el peor día de mi vida; pero una sensación similar ya la había vivido años atrás cuando me enteré que mi mamá tenía cáncer de mama en fase 3.
La confianza em Dios
Los días siguientes a aquel día cuando me tocó oir esas duras palabras de que no podría tener hijos fueron muy difíciles. No había día que no llorara preguntándole al Señor: “¿Por qué a mí?”. Pero fue en esos momentos cuando también decidí que el Señor pelearía mi batalla, como siempre lo había hecho.
Recuerdo que desde muy pequeña fue lo que me enseñaron mis padres; pero de vez en cuando desistía creyendo que mis oraciones no eran contestadas. Con mi esposo visitamos muchos médicos con la esperanza de un diagnóstico diferente. Gracias a Dios, y para nuestra alegría, encontramos un doctor que me volvió a realizar muchos exámenes concluyendo que sí podría quedar embarazada si me realizaba un tratamiento que solo se realizaba en cierto hospital estatal.
Con entusiasmo, empezamos los trámites para acceder al tratamiento, cuando de pronto, con mi esposo, recibimos un llamado para trabajar en otro campo misionero.
Como hijos de pastores, ambos teníamos claro que un llamado no se rechaza porque es el llamado de Dios y no de hombres. A pesar de todo lo que habíamos avanzado, tuvimos que dejarlo todo y mudarnos. Esta vez estábamos en una ciudad lejana donde era más difícil llevar un tratamiento; pero una vez más, dejamos todo en manos de nuestro Señor, orando y confiando en el tiempo de Dios.
Recuerdo que cuando me desanimaba, leía la historia de Ana y su pedido por Samuel. El tiempo fue transcurriendo y los comentarios de los hermanos al saber nuestros años de casados se hacían más hirientes para mí. Recuerdo que un sábado de noche lloré amargamente diciéndole al Señor: ¿Cuánto más tengo que esperar?
Después de hablar con Dios, mi esposo y yo decidimos que comenzaría un tratamiento contínuo que involucraba viajar periódicamente a la capital. Nuevamente me sometí a múltiples exámenes, esta vez sola porque mi esposo tenía que atender al distrito. Fui a la clínica confiada de que Dios escogería el médico por mí, y así lo hizo.
Respuesta a las oraciones
Han pasado aproximadamente dos años y medio desde que comencé mi nuevo tratamiento. Mi médico me informó al inicio que con las medicinas que yo había estado tomando era imposible que saliera embarazada, que una vez que terminara con el nuevo tratamiento ahí recién estaría apta para quedar embarazada. Hace unos meses atrás me sentía agotada, con síntomas extraños, pero no quería realizarme ningún descarte de embarazo puesto que había sufrido varias desilusiones antes, sin embargo por precaución lo realicé.
Recuerdo que fue un sábado cuando mi esposo me trajo la prueba. Él tenía que irse a predicar y yo estaba con un fuerte resfriado, así que decidí quedarme. Luego que mi esposo se fue, me arrodillé y le dije a Dios: “Yo sé que tú me regalarás un bebé, ayúdame a seguir esperando en tus promesas y salga positivo o negativo que sea tu voluntad, Señor”.
Me realicé la prueba de embarazo, dejé que pase más de cinco minutos hasta que fui a revisar y observé las dos ansiadas rayitas. No podía creerlo, estaba sola en casa, solo atiné a arrodillarme pidiéndole al Señor que guiara todo. No quería aún ilusionarme, puesto que esas pruebas tienen margen de error. Me realicé un examen de sangre y efectivamente el resultado era psotivo.
Cuando llegamos al auto con mi esposo, luego de esta última prueba de laboratorio, oramos nuevamente pidiendo que sea Dios quien dirija todo. Yo tenía mucho temor, puesto que estuve con varias pastillas de mi tratamiento y además con pastillas e inyecciones por una fuerte gripe. Sin embargo cuando me hicieron mi primera ecografía y escuché los latidos de mi bebé, rompí en un llanto de felicidad y gratitud a mi Creador. Mi bebe estaba ahí, mi oración había sido contestada. ¡Alabado y glorificado sea mi Dios!
Ya ingresé a mi segundo trimestre de embarazo y solo tengo palabras de gratitud a mi eterno Creador. Aún no sabemos el sexo de nuestro bebé, pero desde ya él o ella escucha de que existe un Dios de amor y de grandes milagros. Y así como dice la Biblia, en 2 Samuel 22:31: “En cuanto a Dios, perfecto es su camino, Y acrisolada la palabra de Jehová. Escudo es a todos los que en él esperan.”
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