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El tercer Elías – parte 2

Descubra la verdadera identidad del mensajero profético de Malaquías y la importancia de su ministerio para los eventos finales de este mundo.


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La Biblia presenta la responsabilidad y el papel del remanente en los últimos días. (Foto: Shutterstock)

“¿Qué haces aquí, Elías?”, dijo Dios con el objetivo de despertar la conciencia entorpecida del profeta. Después de la gran victoria en el monte Carmelo, Elías huyó a otro monte: Horeb. Aunque él quisiera esconderse de los enemigos y abandonar la misión, el Señor lo animó a seguir por el camino del desierto, pues había un remanente de siete mil hombres que no se habían postrado ante Baal (1 Reyes 19:15-18). En otras palabras, podemos decir homiléticamente que el profeta Elías debería ser una voz clamando en el desierto.

En el texto anterior, vimos que el mensajero escatológico del último libro del Antiguo Testamento es llamado ‘Elías’ (Malaquías 4:5). También aprendemos que esa profecía se cumplió solo parcialmente en la vida y el ministerio de Juan el Bautista, quien predicó un mensaje de advertencia y reconciliación con base en Malaquías y en Isaías (Lucas 1:15-17; 3:7, 9; Juan 1:19-23).

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Sin embargo, el concepto más importante presentado en el texto anterior era el de que, en el futuro, otro mensajero, a semejanza de Juan el Bautista, debía ser elegido para exaltar la “ley de Moisés”, preparar un pueblo para el “día de Jehová, grande y terrible” y convertir el “corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres” (Malaquías 4:3-6).

En este artículo, continuaremos el anterior y develaremos algunos de los misterios relacionados al mensajero profético de Malaquías, levantando algunas cuestiones importantes sobre la escatología adventista, especialmente en lo que se refiere a la misión para con el pueblo judío.

El mensajero apocalíptico

El libro de Apocalipsis parece identificar este personaje misterioso. En el capítulo 14, el apóstol Juan describió a un ángel con el evangelio eterno para predicarlo a cada nación, tribu, lengua y pueblo. El término “ángel”, del griego ‘angelos’, también puede ser traducido como ‘mensajero’. Además, esa es la misma palabra utilizada por la Septuaginta para ‘mensajero’ en Malaquías 3:1.

El apóstol identificó este mensajero en Apocalipsis 14:12: “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”. Es curioso notar que Juan retrató el remanente apocalíptico con las dos características distintivas del Elías profético: (1) la fiel obediencia a la ley de Dios; (2) la fe en la salvación ofrecida por el Mesías (ver Malaquías 4:2, 4). Además, lo presentó como el mensajero de Dios que antecede el derramamiento de las plagas de Apocalipsis 15 y 16, esto es, antes de que la Tierra sea herida con “maldición” en el “día de Jehová, grande y terrible” (Malaquías 4:5, 6).

El Tratado de Teología (ACES, 2014), en la página 997, confirma esa conclusión: “Los adventistas se ven a sí mismos como […] un movimiento profético llamado a preparar a un pueblo en todas las partes de la Tierra para estar listo para la aparición de Cristo. Consideran colectivamente ser el cumplimiento del Elías prometido en Malaquías 4:5 y 6, enviado por Dios para ‘restaurar todas las cosas’”.

La identificación del remanente apocalíptico como el Elías profético también es apoyada por los escritos de Elena de White. Por ejemplo, en el devocional La fe por la cual vivo, página 292, la mensajera del Señor afirmó: “Las palabras finales de Malaquías son una profecía acerca de la obra que debía ser hecha antes del primero y segundo advenimientos de Cristo. […] En esta época de apostasía casi universal Dios llama a sus mensajeros para que proclamen su ley en el espíritu y poder de Elías. Así como Juan el Bautista, al preparar al pueblo para el primer advenimiento de Cristo, les llamó la atención a los diez mandamientos, así nosotros hemos de dar con voz segura el mensaje: ‘Temed a Dios y dadle honra porque la hora de su juicio es venida.’ Con el mismo fervor que caracterizó al profeta Elías y a Juan el Bautista, hemos de esforzarnos en preparar el camino para el segundo advenimiento de Cristo”.

Moisés y Elías

Como vimos, los libros de Malaquías y Apocalipsis nos muestran que el Elías profético debía unir el mensaje de la ley con el de la inminente venida del Mesías. Sin embargo, los dos testimonios inspirados parecen sugerir algo más. Al relacionar las figuras de Moisés y Elías, los mayores profetas de Israel, es posible que ambos registros sagrados quisieran representar la totalidad de la revelación bíblica y, por extensión, los dos pueblos que la preservan: Israel y la Iglesia.

Jaques Doukhan, en el libro Secretos del Apocalipsis (ACES, 2008, p. 103), observó que Malaquías 4:2-6 “tienen una orientación doble. La primera remite al pasado. Es un llamado para recordar el Antiguo Pacto y permanecer fiel a él. En ese caso, Moisés representa el Antiguo Testamento. […] La segunda orientación, que tiene que ver con Elías, señala al futuro. Es la promesa de la venida del Mesías […]. Moisés nos dirige a la Torá, mientras que Elías nos lleva a la esperanza mesiánica del Nuevo Testamento”.

Con respecto a Apocalipsis, está bien establecido en la literatura que Juan empleó imágenes relacionadas a Moisés y a Elías para caracterizar los dos testigos del capítulo 11. Según el apóstol, sale “fuego” de la boca de los testigos para devorar a sus enemigos (versículo 5; cf. 1 Reyes 18); “Estos tienen poder para cerrar el cielo, a fin de que no llueva” (versículo 6ª; cf. 1 Reyes 17:1); “y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda plaga” (versículo 6b; cf. Éxodo 7-11); son “dos profetas” (versículo 10; cf. Deuteronomio 34:10; 1 Reyes 18:36); fueron arrebatados al cielo (versículo 12; cf. 2 Reyes 2:11, 12; Mateo 17:3; Judas 9); y debían profetizar durante 1.260 días/años proféticos, el equivalente a tres años y medio simbólicos, al mismo tiempo que Elías oró para que no lloviera en Israel (versículo 3; cf. Lucas 4:25; Santiago 5:17).

En el libro El conflicto de los siglos, página 271, Elena de White dice claramente que “Estos dos testigos representan las Escrituras del Antiguo Testamento y del Nuevo”. Además, en el cuarto tomo de los Testimonios para la Iglesia, en la página 588, ella empleó la fraseología bíblica referente a los dos testigos para retratar a la iglesia. Eso quiere decir que, metonímicamente, la persecución de la Palabra de Dios implica la persecución del pueblo de Dios, y la persecución del pueblo de Dios implica la persecución de la Palabra de Dios.

De esta manera, al mismo tiempo en que los dos testigos representan los dos Testamentos de la revelación divina, estos también podrían simbolizar los dos pueblos que luchan para preservarlos y que fueron brutalmente perseguidos durante los 1.260 días/años. Para no dejar dudas, Juan usó ese mismo periodo profético para referirse a la persecución del pueblo de Dios a lo largo de la historia (Apocalipsis 11:3; 12:6).

Un ministerio de reconciliación

La declaración más enigmática con respecto al Elías profético se encuentra en Malaquías 4:5, 6: “He aquí, yo os envío el profeta Elías […]. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres […]”.

Considerando el contexto escatológico del pasaje y la simbología vinculada a Moisés y Elías, parece que el profeta Malaquías quiso referirse a la unión del pueblo de Dios más que a la unión del círculo familiar. Esa sea probablemente la idea en Lucas 1:17, que habla sobre “preparar al Señor un pueblo bien dispuesto”, y Eclesiástico 48:10, en donde la expresión “reconducir el corazón de los padres a los hijos” es paralela a “restablecer las tribus de Jacob”. En el último caso, aunque no se trate de un libro canónico, su texto puede ayudarnos a entender cómo ese versículo era comprendido en el periodo intertestamentario.

Es posible que el profeta tuviera en vista la restauración final de la familia de Dios, a la semejanza de lo que Pablo proclamó a los gentiles: “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios” (Efesios 2:19). Separados a lo largo de la historia, el pueblo judío y la iglesia cristiana son dos voces de la revelación divina. Cada uno de esos pueblos preservó un testimonio de las Escrituras, un haz de luz en medio de las nubes oscuras del oscurantismo y del prejuicio que caracterizaron buena parte de la historia. En este contexto de separación entre los testigos históricos de la revelación divina, la voz conciliadora del remanente se vuelve aún más necesaria. Por lo tanto, el tercer Elías, que une a las dos revelaciones, debe no solo presentar un evangelio eterno indivisible, sino también reunir a la familia de Dios.

Impacto en la misión adventista

Como el Elías profético de Malaquías y la voz que clama en el desierto de Isaías, la Iglesia Adventista del Séptimo Día es desafiada no solo a exaltar la ley de Dios y preparar al mundo para la venida de Jesús, sino también a ejercer un ministerio de reconciliación. Fue elegida para ser la voz que clama en el desierto y confrontar al pueblo judío: “Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalén; decidle a voces que su tiempo es ya cumplido, que su pecado es perdonado; que doble ha recibido de la mano de Jehová por todos sus pecados. Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios” (Isaías 40:1-3).

Para desempeñar totalmente su papel profético, el remanente apocalíptico no puede ser negligente con la misión para con el pueblo judío. Solo después de cumplir la misión delineada en Isaías 40:1-3 es cuando la promesa del versículo 5 finalmente se cumplirá: “Y se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá; porque la boca de Jehová ha hablado”.

En el libro Los hechos de los apóstoles, páginas 305 y 306, Elena de White aconsejó: “Cuando este Evangelio se presente en su plenitud a los judíos, muchos aceptarán a Cristo como el Mesías. Entre los ministros cristianos son pocos los que han sido llamados a trabajar por el pueblo judío. Pero a éstos que han sido pasados por alto, tanto como a todos los otros, ha de darse el mensaje de misericordia y esperanza en Cristo. En la proclamación final del Evangelio, cuando una obra especial deberá hacerse en favor de las clases descuidadas hasta entonces, Dios espera que sus mensajeros manifiesten particular interés en el pueblo judío que se halla en todas partes de la tierra. Cuando las escrituras del Antiguo Testamento se combinen con las del Nuevo para explicar el eterno propósito de Jehová, eso será para muchos judíos como la aurora de una nueva creación, la resurrección del alma”.

En una de sus cartas, ella también afirmó: “Un espíritu extraño ha sido revelado entre nuestro pueblo, pero ahora debe haber un despertar. Existe una obra misionera verdadera y sincera a ser realizada en favor de los judíos. Algo se está haciendo, pero eso no es nada comparado a lo que podría ser realizado. Fallamos en conducir esa obra como deberíamos. Que el pueblo del Señor ore y medite sobre ese asunto.” (Carta 42, 1912).

Cuando la iglesia simbólicamente vista el manto de Elías y se llene del poder que caracterizó a ese profeta, “Habrá muchos conversos de entre los judíos” dice Elena de White, “y estos conversos ayudarán a preparar el camino para el Señor, aparejando calzada en el desierto para nuestro Dios. Los conversos judíos han de tener una parte importante en la gran preparación que ha de hacerse en lo futuro para recibir a Cristo, nuestro Príncipe. Una nación nacerá en un día. ¿Cómo? Por medio de hombres a quienes Dios ha señalado como convertidos a la verdad. Se verá “primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga”. Las predicciones de la profecía se cumplirán” (El evangelismo, p. 421, cursiva agregada).

Hace milenios que los judíos han aguardado ansiosamente la manifestación poderosa del profeta Elías, que restaurará todas las cosas y traerá consigo la redención final. Como mencionado en el artículo anterior, cada semana ellos entonan la canción Eliyahu HaNavi, invitando a este mensajero de las buenas nuevas a su casa para presentarles al Mesías, hijo de David. Pero ¿por qué Elías tarda tanto para aparecer? ¿Será que está huyendo de su misión, escondiéndose en el monte de la ley? Hoy, la pregunta que Dios le hace a su pueblo es: “¿Qué haces aquí, Elías?”.


André Vasconcelos es magister en Teología Bíblica y doctorando en Antiguo Testamento. Actualmente trabaja como editor en la Casa Publicadora Brasileña.