Mujer da a luz como resultado de la oración
La oración que hizo posible un sueño de maternidad.
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Muchos consideran que no hay relación entre ciencia y religión. Sin embargo, la religión tuvo un papel fundamental en grandes descubrimientos científicos a lo largo de la historia en los campos de la genética, astronomía, biología y psicología. Hoy en día, ese concepto ha cambiado, con la propia ciencia comprobando temas relacionados a la religión. Por ejemplo, un estudio realizado en 2001 por el Centro Nacional de Adicción y Abuso de Drogas de los Estados Unidos constató que los adultos que no consideran la religión como algo importante en sus vidas consumen mucho más alcohol y drogas que lo que la consideran relevante.
El doctor Andrew Newberg, profesor de la Universidad Thomas Jefferson, en los Estados Unidos, realizó un estudio de resonancia magnética y descubrió que la oración y la meditación tienen poder. Con la práctica, el cerebro aumenta la actividad de los lóbulos frontales y del área del lenguaje y ese entrenamiento físico de la mente resulta en la cura de varias enfermedades y en el desarrollo del cerebro.
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Otro estudio, publicado en la revista cáncer, de la Sociedad Americana de Cáncer, probó que los pacientes que tienen fuertes creencias espirituales reaccionan mejor al tratamiento y tienen menos síntomas. Los investigadores de la Moffitt Cancer Center, en Florida, descubrieron que los pacientes que creían en una fuerza superior tenían más salud física y mental que los incrédulos.
Gabriela Galvão no es paciente oncológica, pero tenía el sueño de ser madre. Enfrentaba dificultades y puso ese tema en sus conversaciones con Dios, o sea, en la oración. Fueron 19 años intentándolo. Hasta que una amiga la animó a adoptar. Su corazón estaba enfocado en esa posibilidad. Así, ella y su esposo fueron habilitados para adoptar en 2018. Ese mismo año, ella participó del programa Entre Familia, de la TV Nuevo Tiempo , cuyo tema era la infertilidad. Al final de la grabación, el médico especialista que participó le dio su tarjeta a Gabriela y le dijo que podía intentar ser madre biológica a través de la fertilización in vitro (FIV). Al principio, ella se sintió incómoda, pues ya estaba en la fila de adopción y ese era un tema resuelto para ella. Por eso, tiró la tarjeta a la basura.
Respuesta a la oración
Ella cuenta que “en 2023, al ir a la peluquería para cortarse el cabello, la mujer que me había atendido en 2022 recordó la conversación que habíamos tenido y de que yo esperaba tener un hijo por medio de la adopción. Ella sacó el tema y me sugirió buscar una clínica de fertilidad que había en la ciudad, pues tenía un valor accesible para que las parejas realizaran el procedimiento de fertilización. Confieso que me impactaron sus palabras cuando me dijo que pensara en eso mientras aún tenía la posibilidad. Ya había escuchado esa frase antes, entonces decidí que debía cerrar esa puerta. Necesitábamos agotar las posibilidades”. Fue entonces cuando ella y su esposo buscaron la clínica recomendada por la amiga peluquera. Para su sorpresa, el médico que los atendió fue el mismo que estaba a su lado en 2018, en el programa de TV.
Sin embargo, al realizar los exámenes en la clínica, el esposo de Gabriela fue diagnosticado con azoospermia, condición caracterizada por la ausencia de espermatozoides en el líquido seminal eyaculado y, entonces, la recomendación fue que recurrieran al banco de semen.
Ella cuenta que “la elección era darse por vencidos o recurrir a un recurso, que nos dejaba en duda si realmente ese era el plan de Dios. Oramos y lloramos por eso. En un intento desesperado, le pregunté al médico si realmente no había nada más que se pudiera hacer. Y fue entonces cuando la esperanza renació. Había un procedimiento, poco recomendado porque los exámenes no eran conclusivos, pero una punción podría intentar encontrar algún espermatozoide viable. Yo dije que era lo que necesitábamos, una centella de esperanza y que finalmente tendríamos la respuesta que estábamos buscando. Mi marido y el médico estuvieron de acuerdo en avanzar y agendamos el procedimiento”.
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En ese tiempo, la oración no era solo la de Gabriela, de su esposo y de sus familiares, sino también la de muchos amigos, e incluso de la iglesia a la que ella asiste. Todos empezaron a orar por el sueño de la pareja. Y Dios respondió de manera sorprendente. “Cuando mi marido entró a la cirugía, le pedí a Dios que realizara el milagro que él había realizado, en el pasado, en Sara, Raquel, Ana y tantas otras hijas. Que hiciera lo mismo en mi marido. Cuando llegó el resultado, ni el médico ni mi marido lo podían creer. Podíamos descartar el banco de semen, pues Dios garantizó lo que era necesario para naciera Theodoro”, detalla.
Confianza
El procedimiento de la fertilización in vitro fue un éxito y el embarazo de Gabi fue tranquilo, hasta que en el octavo mes tuvo muchas contracciones. Al ir al hospital, le dijeron que Theodoro aún no estaba listo para nacer. Era necesario aplicar inyecciones que pudieran madurar sus pulmones y garantizar que él respirara bien al nacer. Y así fue. Días después, Gabi rompió bolsa y ella llegó al hospital ya con cinco centímetros de dilatación. “Pudimos ver lo sobrenatural en acción, y el equipo médico pudo ser testigo de lo que tanto le había pedido a Dios. Quería un parto que testificara a todos los del equipo sobre la bondad de Dios. Sentí su presencia cuando escuché que el médico decía: ‘Ojalá que todo parto fuera así’”, relata Gabi.
Sin embargo, debido a haber nacido prematuro, Theodoro tuvo que permanecer internado en la UTI Neonatal durante 23 largos días. “Algunos de esos días yo no pude pasar la noche con él, no pude amamantarlo, ni cambiarle los pañales. Dios tenía ángeles en ese hospital en forma de enfermeras que cuidaban y celaban por mi pequeño cuando yo no podía hacerlo. Theodoro fue un regalo de Dios para mí. No podríamos haber elegido otro nombre para él”, subraya.
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La oración es parte de la vida de Gabi desde pequeña. Ella se crió en la Iglesia Adventista del Séptimo Día y tiene una relación íntima con Dios a través de la oración. Gabi cuenta que, al pasar por todo ese camino, el propósito de tener un hijo cambió. Hoy, ella puede entender mejor por qué Ana dejó a Samuel en el templo. “La convicción del milagro es tan fuerte que nos sentimos llamadas a devolverle nuestros hijos a Dios. El dolor de no engendrar deja una marca de reconocimiento de que le debemos a Dios el don de la vida, de que nada podemos hacer si no es por él. Mi oración desde el día en el que dejamos embriones en la clínica era para que mientras estuviera vivo, su vida fuera para alabar a Dios. Y hoy pido aún más para que la vida de mi hijo y para que nuestra historia sean un testimonio del poder de Dios”, relata, emocionada, con Theodoro en brazos, ya con cuatro meses de vida.