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Ministerio Joven fue su “salvavidas” ante crisis emocional

Andrea Claros nunca imaginó que su éxito de 13 años se derrumbaría, pero que el Ministerio Joven la rescataría dándole otra perspectiva de vida


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Andrea Claros en su campamento (Foto: Rosmery Sánchez)

Un mar de carpas azules se levantaba bajo un sol que no solo brillaba, sino que abrasaba con fuerza en el autódromo internacional de Brasilia, en Brasil. Luego de acomodar sus cosas en su carpa, me recibió con una sonrisa Andrea Claros, quien vino desde Bolivia, dispuesta a contarnos cómo Dios la había guiado.

Una maleta y una cobija fueron necesarias para llegar a Brasil, pero un corazón dispuesto a aprender fue imprescindible para llegar a la Convención de Jóvenes Maranata.

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Inició contándonos que estudió en un Colegio Adventista y desde niña supo quién es Dios. “Pero pasaron los años y me olvidé o no lo quise reconocer porque cuando salí del colegio, también salí de la Iglesia Adventista”, confiesa.

Su historia se resume en una vida de éxito y fracaso al mismo tiempo. “Estaba en el punto más álgido de mi vida donde el dinero, los lujos, los viajes no me faltaban. Ya tenía una carrera y estaba estudiando una segunda”, cuenta. La vida y esos buenos amigos le sonreían. Había logrado todo con su propio esfuerzo y los aplausos siempre fueron para ella.

Una falsa felicidad

Pero la pandemia llegó a Chile, donde vivía Andrea en ese entonces y todo se cerró. El miedo se convirtió en pánico. Las fiestas y el disfrute de la vida se acabó y todo se tornó virtual. Y Andrea hizo lo que comúnmente haría un ser humano cuando atraviesa una dificultad: orar a Dios.

Los meses amargos llegaron a su final y Andrea viajó a Bolivia, su país natal, y, con visión empresarial, puso su propio consultorio. Todo marchaba bien y su vida iba viento en popa.

Mientras ella contaba lo bien que le iba y cómo tenía tanto éxito, sus ojos comenzaron a brillar. “Mi alegría era falsa. Dije que no necesitaba de Dios porque mi autosuficiencia me decía que yo lo podía sola”, comenta mientras intenta esconder su voz entrecortada. “Esa felicidad no dura. Cuando caí en una crisis financiera, esos amigos se fueron… me sentí muy sola y entré en depresión y ansiedad”, continuó.

Las noches sin dormir eran interminables. Los castillos que construyó a lo largo de 13 años se estaban cayendo y sus luchas internas no la dejaban tranquila. “Pedir ayuda significaba humillarme y eso no lo podía permitir”, narra en medio de una pausa entrecortada por un suspiro. “Pero me atreví”, siguió. Fue a sus redes sociales y buscó el nombre de uno de sus amigos y escribió: “Necesito ayuda”.

Encuentro con el Ministerio Joven

Un joven adventista le respondió con amabilidad y luego de unos días la contactó con una amiga suya para una ayuda profesional. Ambos amigos y pertenecientes al Ministerio Joven de su iglesia local empezaron a orar por Andrea, compartiendo versos de la Biblia e inspirándola hacia un encuentro con Dios. “Cuando ellos oraban por mí, me sentía muy reconfortada”, sostiene Andrea.

Ambos jóvenes perseveraron en oración por Andrea, realizando actividades misioneras durante cerca de ocho meses. Cuando Andrea se sintió más preparada, comenzó a asistir a su iglesia local. “Me emocioné cuando volví a ingresar al templo y me dije a mí misma: ¿En qué momento salí? Nunca debió pasar eso. Entonces pedí perdón a Dios y me perdoné a mí misma”, menciona entre sonrisas de victoria.

Gracias al trabajo misionero de los dos jóvenes, la vida de Andrea cobró un nuevo sentido y, luego de un proceso profesional y la ayuda divina, Andrea dejó de tomar pastillas para dormir y experimentó paz. Así Andrea se involucró en las actividades del Ministerio Joven y participó en Misión Caleb y, poco a poco, en otros ministerios de la Iglesia. Hoy Andrea Claros o “la claros”, como la llaman sus amigos, es consejera del Club de Aventureros, secretaria asociada de la Escuela Sabática y participa en el Ministerio de la Mujer para jóvenes, que tiene como misión impartir el mensaje de salvación a otras jóvenes.

“El Ministerio Joven es mi salvavidas… no podría vivir sin este ministerio. Vine al Maranata para capacitarme y salvar a otras ‘andreas’ que están allá afuera desesperadas. Quiero ser un instrumento de Dios”, finalizó, mientras terminaba de alistar sus cosas para participar en el programa estelar de la Convención de Jóvenes Maranata.


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