Matrimonio de Temuco acepta llamado para servir en Yibuti, África
Desde el sur de Chile hasta África, su historia es un recordatorio vivo de que siempre hay algo que dar, sin importar lo lejos que nos lleve el llamado.

Con una maleta cargada de fe, amor y vocación de servicio, Felipe Pranao y Jocelyn Hidalgo, un joven matrimonio chileno, están a punto de emprender uno de los desafíos más grandes de sus vidas: un año de misión en Yibuti, África.
Desde pequeños, tanto Felipe como Jocelyn soñaron con servir como voluntarios en algún rincón del mundo.

El anhelo de servir al prójimo
Hoy, ese sueño se hace realidad gracias a sus profesiones y al profundo deseo de aportar desde lo que saben hacer mejor: ayudar a otros.
Felipe, odontólogo; y Jocelyn, fonoaudióloga, ambos egresados de la Universidad de La Frontera en Temuco, se trasladarán a este país del Cuerno de África que, según confiesan, hasta hace poco desconocían.

“Nunca habíamos escuchado sobre Yibuti, y cuando lo mencionamos, casi nadie sabía dónde quedaba. Pero hemos estado aprendiendo sobre su cultura y su gente”. Señala Felipe.
Su destino será una clínica misionera donde, además de brindar atención profesional en salud, esperan ser un apoyo humano y espiritual para una comunidad que enfrenta diversas necesidades económicas y sociales.
“Nuestro anhelo no es solo ayudar en lo profesional, sino también acompañar, escuchar, entregar cariño y compartir el amor de Cristo con quienes más lo necesitan”, explican.

365 días misionando
La estadía está proyectada por un año, tiempo que han puesto en manos de Dios con el deseo de ser un “granito de arena” en la vida de las personas que conocerán. La motivación que los impulsa es clara: poner sus talentos y vocación al servicio del prójimo. “Es un lindo desafío. Queremos ser útiles en lo que se necesite”, afirman.
Jocelyn, reconocida por su carisma, sensibilidad y compromiso social, ya ha representado a Chile en congresos mundiales de jóvenes adventistas en Sudáfrica y Alemania, lo que ha fortalecido su espíritu misionero.
Felipe, por su parte, es recordado por su liderazgo, su pasión por el servicio y su activa participación en labores sociales y eclesiásticas.
Este matrimonio de fe se despide de su tierra con una mezcla de emociones, pero con la certeza de que su llamado trasciende fronteras. Van convencidos de que la verdadera grandeza se encuentra en dar, en amar y en servir.

Ellos necesitarán también de las oraciones y el apoyo de quienes deseen acompañarlos en esta misión a la distancia. “Cada palabra de ánimo, cada oración, cada gesto de cariño nos fortalece”. Señala el matrimonio.

Desde el sur de Chile hasta África, su historia es un recordatorio vivo de que siempre hay algo que dar, sin importar lo lejos que nos lleve el llamado.