Más de 2.600 pacientes recuperados de la COVID-19 en instituciones adventistas
Los datos de pacientes recuperados se refieren al primer semestre de 2021 y son relativos a las unidades hospitalarias de ocho países sudamericanos.
Los 23 días en coma fueron solo una parte del doloroso proceso por el cual pasó Ezequias Guimarães, de 56 años, de São José dos Campos (SP), a causa de la contaminación por COVID-19. Desde inicios de diciembre de 2020 hasta febrero de 2021, él pasó mucho tiempo muy cerca de la muerte. Los primeros síntomas como falta de aire, fiebre, pérdida del olfato y del gusto derivaron en un cuadro grave, y que dejó secuelas hasta hoy, con un tratamiento que sigue siendo realizado.
Una situación semejante fue la que vivió el profesor universitario argentino, René Smith, de 75 años. Por más de 70 días permaneció internado en la unidad de terapia intensiva. Llegó a ser intubado y también vivió un largo periodo de coma. Prácticamente tres veces fue considerado muerto. “Llegaron a preguntar si deberían desconectar los aparatos”, recuerda.
Un análisis realizado por la Red Adventista de Salud en Sudamérica demuestra que, desde enero a junio de 2021, 3.446 pacientes fueron internados a causa de la COVID-19 en las unidades hospitalarias. En este mismo periodo, 2.679 lograron recuperarse de la enfermedad y pudieron retomar sus vidas.
Drama en São Paulo
Por detrás de la historia de estos sobrevivientes, y de los números, hay un elemento poco resaltado. Ambos, Ezequias y René, fueron atendidos en unidades de la red hospitalaria adventista sudamericana. Guimarães afirma que comenzó a sentirse mal a principios de diciembre y fue, inicialmente, llevado a una unidad en la ciudad de Jacareí, en São Paulo, donde vive. Su estado de salud empeoró, lo que obligó su traslado hasta el Hospital Adventista de São Paulo (HASP).
El pastor experimentó todos los síntomas más agresivos que la enfermedad acarrea. Llegó a tener una saturación del 64% y pasó en la UTI casi 50 días. Adquirió una infección viral, bacteriana y por un hongo. Él afirma que fue el primer paciente de la institución adventista en São Paulo en hacer diálisis 24 horas por día. Una verdadera lucha por la vida.
“Hasta hoy me pregunto cómo salí. Estoy muy agradecido a Dios por todo lo que él hizo por mí. Pienso más en lo que gané en este tiempo y no en lo que perdí”, asegura.
Aflicción en Argentina
En la región de Libertador San Martín, en el interior de Argentina, el profesor Smith vivió su pesadilla particular mucho antes. Ya en marzo de 2020, al inicio del anuncio de la pandemia al mundo, el educador desarrolló los principales síntomas de la enfermedad después de un viaje por Europa.
Al sexto día de fiebre y dolores, se dirigió al Sanatorio Adventista del Plata (SAP). Y de allí no salió tan rápido. Smith recuerda que, por lo menos en tres momentos, no parecía que hubiese recursos disponibles para seguir vivo. “Estuve totalmente en las manos de Dios”, resalta con emoción.
Trabajo reconocido
Tanto Guimarães como el profesor argentino reconocieron la importancia de la estructura de una red hospitalaria que los recibió en ese momento desafiante, y que sirvió de amparo a familiares que, con profunda ansiedad, esperaban noticias sobre su recuperación. Ezequias Guimarães considera maravillosa la forma como fueron tratados él, su esposa e hijas que siguieron todo el proceso por la institución de salud. Hoy, él puede mirar hacia adelante con optimismo. Pero el proceso pos COVID-19 es lento y requiere mucha paciencia. El pastor presentó secuelas, especialmente con relación a algunos tipos de movimientos, que están siendo tratados con fisioterapia y seguimiento con otros especialistas.
Smith también intenta tocar la vida después de un largo periodo internado. Cuando salió del SAP, apenas lograba moverse, pero afirma que está mejorando. Los planes para el futuro tienen que ver, por ejemplo, con finalizar un libro sobre ética por la perspectiva adventista para ser publicado.
Nuevos y difíciles desafíos hospitalarios
Por detrás de estas historias emblemáticas de recuperación se encuentran instituciones con enormes desafíos. Imagine que, de un momento a otro, equipos administrativos, financieros, y de enfermeros y médicos cambian una rutina intensa por una realidad prácticamente de guerra. El director clínico del HASP, el especialista en infectología Dorival Duarte, confirma que este fue el mayor desafío que la institución, que posee 860 empleados, ha enfrentado.
El esfuerzo para atender esta incomparable situación de emergencia tuvo que ver con diversas acciones. Fue el caso de la creación de nuevas unidades de terapia intensiva (algunos centros quirúrgicos se transformaron en UTIs), una estrategia para enfrentar el aumento de los precios de los equipos de protección individual (los famosos EPIs), así como los propios medicamentos. “Llegamos a tener hasta el 110% de ocupación por varias semanas. Y, en todo este proceso, tuvimos un desafío adicional por el hecho de que las familias tuvieron que estar lejos de sus seres queridos debido a la alta transmisibilidad de la enfermedad. Todo eso fue una prueba gigantesca”, destaca Duarte.
Muchos protocolos, muchos ajustes
En Paraguay, el Sanatorio Adventista de Asunción (SAA), con 284 empleados, en la capital del país, registró el primer caso de internación, específicamente el día 10 de marzo de 2020. El médico Alexis Oleynik, director médico de la institución, recuerda ese día, todavía asustado. “De un momento a otro, tuvimos que crear estrategias, accionar un comité de crisis, pensar en la duplicación del área de atención, internación y establecer nuevos flujos para varias actividades”, recuerda.
Por cuatro meses, las unidades de terapia intensiva del hospital paraguayo estuvieron totalmente ocupadas. Fue necesaria la adaptación de muchos lugares para recibir pacientes que llegaban rápidamente y en gran cantidad a la unidad hospitalaria. Oleynik también recuerda la crisis de falta de oxígeno (que ocurrió en varios lugares, incluso en Brasil) para los pacientes. Y refuerza la importancia de que el SAA sea parte de una red hospitalaria más grande. “Para nosotros fue muy importante integrar esta red que, en una acción conjunta, logró ayudar con rapidez en momentos muy difíciles”, explica.
Para el director de la Red de Salud Adventista, Sérgio Reis, la pandemia proporcionó lecciones importantes. Uno de los legados, según su evaluación, fue la necesidad de un estilo de vida diferente y saludable en el transcurso de la vida. “Sin dudas, en algún momento este estilo de vida diferente y saludable marcará la diferencia entre la vida y la muerte”, comenta.
Para Reis, también hay aprendizaje institucional. “El hecho de que la Iglesia Adventista tenga una red de hospitales fue una oportunidad de testificar al mundo, de manera poderosa, de los cuidados especiales de Dios para con su iglesia”, finalizó.