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Las madrugadas de mamá

El desarrollo espiritual de una madre no solo afecta su propio bienestar, sino que tiene un impacto profundo en la educación y el desarrollo espiritual de sus hijos


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La relación de las madres con Dios tiene un impacto profundo y duradero en la educación y el bienestar emocional y espiritual de los hijos. (Foto: Shutterstock)

Yo no sabía lo que ella hacía cuando se levantaba sigilosamente en la madrugada, encendía el fuego de la cocina a leña y preparaba un té. Luego se sentaba en la mesa con su biblia, la meditación matinal y su lección, para encontrarse con la persona más importante de su vida. Ella no sabía que con ese hábito estaba ejerciendo una poderosa influencia sobre mí, porque su búsqueda de Dios en la madrugada se reflejaba durante el día, cuando frente a las dificultades que se presentaban sacaba a relucir su dependencia de Dios...

Estos días escuchaba el podcast de una mujer que se dedica a incentivar a otras mujeres a ser felices, a separar tiempo para el autocuidado, la meditación y el encuentro consigo mismas haciendo las siguientes preguntas: ¿Cómo me encuentro hoy? ¿Qué puedo hacer para facilitar mi día? ¿Qué puedo modificar para tener un día feliz?  

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Su foco era despertar el interés para ponerse en primer lugar en la lista de prioridades, ya que, siendo parte de una realidad llena de compromisos y obligaciones, muchas veces nos olvidamos de cuidar de nosotras mismas. Esto me hizo reflexionar en el interés que existe últimamente en el mundo por retomar aquellos valores y principios que nos mantenían equilibrados tanto física, mental, como espiritualmente.  

Hoy las visitas al consultorio psicológico tienen como principal inquietud la búsqueda de paz, equilibrio emocional, descanso mental, reencuentro con el propósito de vida y una dirección asertiva a la hora de tomar decisiones.  

El exceso de información nos tiene tan confundidos que no sabemos a quién creer. La verdad se ha vuelto tan relativa que no tenemos rumbo ni dirección cuando se trata de construir nuestro carácter. ¿Qué decir entonces cuando se trata de los modelos que estamos presentando para las nuevas generaciones? ¿Podemos decir que tenemos convicciones a la hora de educar a nuestros hijos? ¿Estas convicciones se reflejan en nuestros principios y valores? ¿Tienen ellos a quién imitar cuando se encuentran en el proceso de colocar los cimientos de su vida?  

Es aquí donde entra en escena el papel fundamental de nosotras como mamás, porque en el contexto familiar, la madre juega un rol fundamental no solo en el cuidado y educación básica de sus hijos, sino también en la formación de su carácter mediante la aplicación práctica de los principios y valores espirituales.  

El poderoso ejemplo de las madres

El desarrollo espiritual de las madres, refiriéndome a su propia experiencia de relación con Dios, tiene un impacto profundo y duradero en la educación y el bienestar emocional y espiritual de los hijos.   

Elena G. De White refuerza este concepto: “A toda madre se le confían oportunidades de valor inestimable e intereses infinitamente valiosos. El humilde conjunto de deberes que las mujeres han llegado a considerar como una tarea tediosa debiera ser mirado como una obra noble y grandiosa. La madre tiene el privilegio de beneficiar al mundo por su influencia, y al hacerlo impartirá gozo a su propio corazón. A través de luces y sombras, puede trazar sendas rectas para los pies de sus hijos, que los llevarán a las gloriosas alturas celestiales. Pero sólo cuando ella procura seguir en su propia vida el camino de las enseñanzas de Cristo, puede la madre tener la esperanza de formar el carácter de sus niños de acuerdo con el modelo divino”. (El hogar Cristiano p. 209) 

Muchas de nosotras no tenemos noción de la gran responsabilidad que descansa sobre nuestros hombros y que no podemos delegar a la escuela, la iglesia o la comunidad. Es única y exclusivamente nuestra responsabilidad y necesitamos aprovechar toda la ayuda del cielo a nuestra disposición para cumplir este propósito. Por eso quisiera traer a nuestra consciencia los siguientes puntos:  

1. Somos modelo de conducta espiritual 

Los niños aprenden observando y copiando el comportamiento de aquellos que los rodean. Como madres, al pasar tanto tiempo con nuestros hijos, nos convertimos en uno de sus primeros y más influyentes modelos a seguir. ¿No te pasó que observando a tu hija de 4 años jugando con su muñeca, percibiste que la dejó sentada en un rincón como castigo por portarse mal, usando el mismo método de disciplina que tú usas con ella? No es diferente cuando se trata de hábitos espirituales.

Una madre que demuestra una fe activa y comprometida, pasando tiempo con Dios a través de la oración regular, la lectura de la Biblia y la participación en los servicios de la iglesia, naturalmente inculca estos hábitos en sus hijos. Los niños, viendo la devoción de su madre, aprenden a valorar y respetar estas prácticas desde su más tierna edad. Además, la manera en que manejamos los desafíos diarios también sirve de enseñanza para nuestros hijos. Si enfrentamos las dificultades con paciencia y ponemos nuestra confianza en Dios, proporcionamos un ejemplo poderoso de fe en acción. Esto les enseña a confiar en Dios y a recurrir a la oración cuando enfrentan sus propios retos. 

2. Somos modelo de valores cristianos 

El desarrollo espiritual de una madre afecta profundamente los valores que practica y que enseña a sus hijos. Valores como la honestidad, el amor al prójimo, la compasión, la paciencia y el perdón son esenciales en la vida cristiana y son enseñados con mayor efectividad a través del ejemplo diario. Cuando una madre encarna estos valores en su comportamiento cotidiano, los niños tienen la oportunidad de aprender estos principios no solo en la teoría sino también en la práctica. Por ejemplo, una madre que demuestra compasión por los demás, participando en actividades de servicio comunitario o ayudando a un vecino en necesidad, muestra a sus hijos la importancia de cuidar a los demás. 

3. Somos apoyo emocional y espiritual

El desarrollo espiritual e individual de una madre la equipa con las habilidades necesarias para proporcionar apoyo emocional y espiritual a sus hijos. Una madre espiritualmente madura está más preparada para guiar a sus hijos a través de sus propias luchas espirituales y emocionales. Ella puede ofrecer consejos basados en principios bíblicos y ayudar a sus hijos a entender y aplicar estos principios en sus propias vidas. 

La oración juega un papel crucial en este aspecto. Las madres pueden enseñar a sus hijos a buscar la guía y el consuelo de Dios en la oración, creando así un refugio espiritual para ellos en tiempos de necesidad. 

4. Somos responsables de la educación formal e informal 

La influencia de una madre en la educación de sus hijos no se limita al ámbito espiritual, a menudo valora la educación en su sentido más amplio. Esto puede traducirse en una actitud más activa y comprometida con la educación escolar de los hijos, incluyendo la selección de escuelas que reflejen sus valores, la participación en las actividades escolares y la motivación de un ambiente de aprendizaje en casa. Estas madres pueden ser más propensas a incluir enseñanzas bíblicas y lecciones de vida en la educación informal en casa, aprovechando las oportunidades diarias para enseñar a través de la lente de su fe. 

5. Necesitamos construir una comunidad de apoyo 

Una madre con un sólido desarrollo espiritual a menudo busca construir y mantener una red de apoyo dentro de su comunidad religiosa. Esto proporciona a los hijos un entorno enriquecedor donde pueden desarrollar amistades, desenvolver sus dones y talentos y tener acceso a otros adultos que pueden servir como mentores espirituales y modelos a seguir. 

El desarrollo espiritual de una madre no solo afecta su propio bienestar, sino que también tiene un impacto profundo en la educación y el desarrollo de sus hijos. Al vivir nuestras creencias de manera activa y consciente, podemos proporcionar un modelo sólido de fe y práctica cristiana, inculcar valores morales y éticos, apoyar emocional y espiritualmente a nuestros hijos, y fomentar un entorno educativo que priorice el crecimiento en todos los aspectos de la vida.  

Por eso quiero dejarte algunos consejos prácticos para cuidar de tu vida espiritual: 

1. Establece una rutina de oración y estudio de la Biblia: Dedica tiempo cada mañana para conectarte con Dios. Usa un cuaderno para anotar tus preguntas, reflexiones e insights. Esto te dará una perspectiva de tu crecimiento y madurez espiritual.  

2. Participa en la comunidad de tu iglesia: Únete a las actividades de adoración y comunión en tu iglesia local. Asiste a los servicios regulares, coloca a disposición tus dones y talentos para fortalecer tu fe y comunión.  

3. Busca recursos inspiradores: Busca nuevas perspectivas y enseñanzas leyendo libros cristianos, escuchando sermones o podcasts que te inspiren y fortalezcan tu fe.  

4. Practica la gratitud y la reflexión: Cultiva una actitud de gratitud, reconociendo las bendiciones de Dios en cada momento. Tómate un tiempo para reflexionar sobre tu fe y tu relación con Dios, evaluando cómo puedes crecer y mejorar en tu camino espiritual. 

5. Busca el equilibrio y la paz interior: Encuentra formas de reducir el estrés y la ansiedad, como practicar ejercicios de respiración, una caminata al aire libre, o simplemente pasar tiempo en la naturaleza. Usa los 8 remedios naturales.  

6. Sirve a los demás: Busca oportunidades para servir a los demás en tu comunidad. El servicio altruista no solo refleja los valores cristianos, sino que también te brinda una sensación de propósito y conexión con Dios. 

7. Cultiva relaciones significativas: El compañerismo y el apoyo mutuo pueden proporcionarte un sentido de pertenencia y amistad. 

8. Sé flexible y perseverante: Reconoce que tu vida espiritual es un viaje en constante crecimiento. Sé flexible en tu enfoque y permítete crecer a través de las experiencias y los desafíos que enfrentas. Mantén una actitud perseverante, confiando en que Dios está contigo durante todo el camino. 

“Hay un Dios en lo alto, y la luz y gloria de su trono iluminan a la madre fiel que procura educar a sus hijos para que resistan a la influencia del mal. Ninguna otra obra puede igualarse en importancia con la suya. La madre no tiene, a semejanza del artista, alguna hermosa figura que pintar en un lienzo, ni como el escultor, que cincelarla en mármol. Tampoco tiene, como el escritor, algún pensamiento noble que expresar en poderosas palabras, ni que manifestar, como el músico, algún hermoso sentimiento en melodías. Su tarea es desarrollar con la ayuda de Dios la imagen divina en un alma humana”. (El Hogar Cristiano p. 211) 

No puedo cerrar sin recordarte las palabras de Jesús en Juan 15:5: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”. ¿Quieres como fruto, hijos para el reino de Dios? Entonces, no dejes de permanecer en Él… Mamá lo entendió y siempre priorizó sus madrugadas con Dios.  


Lía Treves es Educadora, Psicóloga y Máster Coach con Inteligencia Espiritual.