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La Iglesia y las personas con deficiencia

Cumplir con la misión de predicar el evangelio tiene total relación con la inclusión, especialmente de personas con deficiencia.


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El desafío de evangelizar implica comprender que las personas con deficiencia necesitan ser respetadas y recibidas completamente en la comunidad de la fe. (Foto: Shutterstock)

El 03 de diciembre se “conmemora” el Día Internacional de las personas con deficiencia (PcD), instituido el año 1992 por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). La fecha tiene el objetivo de concientizar a la sociedad de que las personas con deficiencia deben tener los mismos derechos, deberes, privilegios y responsabilidades que las personas sin deficiencia. 

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Según los datos de la ronda censal 2010, la prevalencia de la discapacidad en América Latina varía desde 5,1% en México hasta 23,9% en Brasil. En total, cerca del 12% de la población latinoamericana y caribeña vive con al menos una deficiencia, lo que involucra aproximadamente a 66 millones de personas. Sin embargo, en varios lugares y contextos, no hay mucho que conmemorar, teniendo en cuenta que las personas de ese grupo también se encuentran en la iglesia, y son olvidadas y segregadas. 

Qué es deficiencia

La mentalidad sobre lo que es deficiencia debe ser definida con más claridad. Es necesario entender que deficiencia es una o más características del ser humano que lo hace “incapaz” de desempeñar algunas actividades que son comunes a las personas que los rodean. Por ejemplo, si una persona no puede correr a una velocidad mayor que 100 km por hora, eso no es una deficiencia, siendo que ningún ser humano puede hacerlo; pero, si alguien no puede simplemente caminar, algo común a la mayoría de las personas, entonces eso es una deficiencia. 

Los derechos de las personas con deficiencia son relativamente respetados y protegidos, en lo que respecta a las instancias internacionales y nacionales. Pero en la práctica, esos derechos no siempre son respetados, provocando en la vida de las PcD marcas de desigualdad, prejuicio y hasta discriminación delante de sus pares. Cuando presentamos esa discusión en el contexto de la iglesia, a pesar de ser algo triste, necesitamos reconocer que uno de los principales motivos de discriminación es una interpretación teológica completamente equivocada sobre la forma por la cual la Biblia trata la cuestión de las deficiencias. Sobre eso trataremos en un artículo futuro.

Inclusión

Delante de todo lo que tratamos, necesitamos también reconocer que proporcionar la inclusión de las personas con deficiencia en la iglesia no es tarea tan sencilla como algunos pueden pensar. Porque la inclusión no es solo construir rampas con barras de apoyo, adaptar baños, instalar piso táctil direccional o incorporar lenguaje braille en los carteles de comunicación. Comprende instruir, concientizar y capacitar a personas para aprender a tratar con ese público, lo que muchas veces es algo totalmente desconocido para muchos de nuestros miembros y líderes.

Aun así, los cristianos, líderes y miembros no tenemos derecho a buscar excusas para no ser inclusivos en nuestra realidad congregacional. El mensaje del Señor Jesús es muy directo: “Vosotros sois la sal de la tierra […] Vosotros sois la luz del mundo” (Mateo 5:13, 14) ¿Para qué sirve la sal, si está guardada dentro del más lindo recipiente hecho con un fino cristal? ¿Para qué sirve una lámpara escondida debajo de un cesto, aunque fue producido artesanalmente por el mejor de todos los artesanos y teniendo como materia prima la mejor fibra? La respuesta en ambos casos es la misma: ¡no sirve para nada!

Mientras nuestras iglesias no sean inclusivas, en el sentido más profundo de la palabra, aunque tengan construcciones hermosísimas y adaptadas arquitectónicamente, nosotros continuaremos siendo irrelevantes, meramente sal en el salero y lámpara debajo del cesto. Por lo menos para ese grupo de personas, que es tan importante para Dios como las que son “perfectas” física o intelectualmente.  


Julio Cesar Ribeiro es pastor y asistente del Centro de Investigaciones Elena de White y del Centro Nacional de Memoria Adventista. Es consejero voluntario del Ministerio Adventista de las Posibilidades de la Iglesia Adventista del Séptimo Día para el área de personas con deficiencia física y movilidad reducida.


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