¡Haya luz! Y hubo oscuridad
Hay mucha oscuridad respecto a la interpretación bíblica. Es necesario observar cinco criterios básicos para detectar falsos maestros y falsas enseñanzas.
En Génesis 1 las palabras de Dios producen un eco creador. Dan forma a las ideas divinas, pasan entre la energía y la materia, escriben y articulan la física para estructurar el tiempo y el espacio. Por medio de su palabra, el Señor no sólo ordena el caos, sino que también expresa nuevas realidades. “Porque él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió” (Salmos 33:9).
Sin embargo, un terrorista cósmico lanzó un atentado contra el Autor de la creación y minó sus objetivos más vulnerables. Inesperadamente echa mano del arma más terrible que podría utilizar: las palabras de Dios. Como en un arte marcial, intenta usar la fuerza del oponente contra él mismo. Así, la serpiente antigua reproduce y tuerce las palabras divinas que, al comienzo produjeron luz, pero ahora, comienzan a teñir el cielo de oscuridad.
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Conflicto textual
Jacques Doukhan destaca que “la serpiente no desafía la palabra de Dios ni argumenta contra ella. De hecho, se presenta como la expositora de Dios dando a entender que Eva no lo había comprendido bien”.1
Irónicamente, la primera interpretación de las palabras de Dios fue hecha por Satanás, según lo destaca Garret Green: “La hermenéutica teológica comenzó en el Jardín del Edén, así como cualquier observador cuidadoso reconocerá inmediatamente a la serpiente, esa hermeneuta sutil de la sospecha”. Ella hizo la “interpretación incorrecta más antigua de un texto religioso”.2 En el dulce veneno de sus palabras estaban escondidos todos los desastres, toda la discordia, todas las enfermedades, todas las bombas, todas las muertes, todo el dolor.
Fue en el campo de la hermenéutica, la ciencia y el arte de interpretar la Biblia, donde Satanás tentó a Jesús en el desierto. Pero Cristo lo venció por la Palabra. Tanto la caída como la redención comenzaron con una disputa sobre el sentido de las palabras de Dios. La experiencia del Israel bíblico y la del cristianismo hasta que llegue su desenlace al final, fue y será dictada por los caminos de la hermenéutica. “La historia de la iglesia”, afirma Gerhard Ebelling, es nada más que la “historia de la exposición de las Escrituras”.3
Teniendo esto en mente, debemos abrir muy bien los ojos cuando el asunto son nuevas tendencias de interpretación de la Biblia. Innumerables voces en las redes sociales han articulado los métodos de interpretación más exóticos. Sin notar y muchas veces sin cualquier aviso, los internautas se ven expuestos a los ángulos más seductores de discursos antibíblicos.
Alertas
“Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo” (1 Juan 4:1). En el tiempo de Juan ya había falsos maestros, y hoy, mucho más. Para ambos tiempos, fue y es necesario probarlos. Siguen cinco criterios básicos:
¿Hablan de acuerdo con la Palabra de Dios? Algunos discursos religiosos parecen muy lindos y hasta son “sellados”, pues atraen cientos de “me gusta”, pero contrarían enseñanzas claras de las Escrituras. Cada vez es más común una insurgencia contra la propia idea de que la Biblia contiene enseñanzas o doctrinas, pero eso no pasa de una posverdad, una mentira agradable para los que no tienen el amor de la verdad (2 Tesalonicenses 2:9).
¿Cómo hubiera dado Jesús un estudio bíblico sobre su identidad mesiánica, “comenzando por Moisés y todos los profetas” (Lucas 24:27), si la Biblia no presentara enseñanzas sobre eso? ¿Qué decir de las enseñanzas bíblicas sobre el pecado, la salvación, la vida cristiana y la segunda venida? “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que, teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas” (2 Timoteo 4:3, 4). Ese tiempo ya llegó.
La Biblia como fuente esencial
¿Usan la Biblia como fuente esencial? Necesitamos verificar si lo que se presenta tiene su raíz en lo que Dios afirma o si deriva de la filosofía, sociología, sicología, antropología, de teorías políticas, teologías segmentadas, autoayuda, misticismo, relativismo, espiritualismo, perfeccionismo, etc. Necesitamos diferenciar las palabras vivas de Dios de la palabra muerta de construcciones humanas. Sin duda, la Biblia puede dialogar con otros conocimientos, pero siempre tengamos bien clara la excelencia y la primacía de la Palabra. Además, no toda teología es bíblica, y la paja puede ser bonita, pero el trigo alimenta.
¿Ven las Escrituras como un todo coherente? Algunos influenciadores hacen distinción entre los libros bíblicos, rechazando algunos o proponiendo un tipo de grado de valor entre ellos, como Marcio y Lutero hicieron en el pasado. No existe libro menos inspirado que el otro; todos son inspirados y útiles (2 Timoteo 3:16).
Aun las palabras de Cristo registradas en los evangelios no deben llevarnos a menospreciar las demás Escrituras. Las enseñanzas de Jesús, según él mismo avisó, serían complementadas y expandidas después de su partida (Juan 16:12). Es algo que encontramos acentuadamente en los escritos apostólicos. Del mismo modo, todo el Antiguo Testamento testifica sobre Jesús (Lucas 24:27) y no debe leerse en contraposición a los evangelios. Las falsas dicotomías bíblicas deben ser desenmascaradas.
¿Presentan frutos dignos en su vida? Cristo nos alertó: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:15, 16). Entonces cabe preguntar: El testimonio de esos maestros ¿los recomienda? Sus palabras y obras ¿son inspiradoras? El resultado ¿son vidas salvadas? ¿Conducen a la perseverancia en la fe o desaniman a los de dentro y desvían a los de afuera? Hacer ese tipo de análisis no es “juzgar a las personas”, sino dar oídos a una recomendación clara de Jesús en cuanto a los falsos maestros.
Ataques al cuerpo remanente
¿Niegan la existencia y atacan el cuerpo remanente? Los vientos ecuménicos soplan cada vez más fuerte. Se habla de eliminar muros de separación, de vivir el amor puro y la plena aceptación, lo que en un primer momento parece ser loable. Sin embargo, ese es solo un lado de la moneda de un discurso acusatorio contra la idea de que Dios tiene un pueblo remanente en el tiempo del fin. Los alérgicos a la escatología bíblica se olvidan de la identidad cristalina del remanente: “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apocalipsis 14:12).
Ese remanente no es un grupo secreto, sino una comunidad real, organizada y mundial, estructurada para cumplir la misión (Mateo 28:18-20; Apocalipsis 14:6). Sin duda, tanto el pueblo como la organización son imperfectos y tienen mucho que cambiar, mejorar y crecer. Pero, la necesidad de organización es una recomendación apostólica y sin ella el mensaje del advenimiento no hubiera alcanzado el mundo y protegido su fe (lea Hechos 15). El ataque impiadoso al remanente y a su organización no podría tener otro origen a no ser la ira del propio enemigo de Dios (Apocalipsis 12:17). Por lo tanto, abra los ojos para los que dicen que “aman la iglesia”, pero lanzan sobre ella sus ladrillos verbales, sospechas y acusaciones constantes. Eso no es amor.
Podrían agregarse otros criterios, pero estos cinco son suficientes por el momento. No deben ser usados para actuar de manera agresiva contra los individuos, acusar, faltar a la ética y al amor cristianos. Sirven solo para identificar tendencias y orientar en una época de vértigo y desorientación. Los que conocen a Jesús están afirmados en su Palabra y mantienen una vida de oración y testimonio, distinguen con facilidad la voz del Pastor de los ruidos sutiles de la serpiente. Mientras se conoce y vive la Palabra, la luz brillará y superará la más densa oscuridad.
Diogo Cavalcanti es teólogo, periodista y editor de libros de la Editorial Brasileña.
Referencias
1 Jacques Doukhan, Seventh-day Adventist International Bible Commentary. Genesis. (Nampa, Idaho: Pacific Press, 2016), p 91.
2 Garret Green, Theology, Hermeneutics, and Imagination: The Crisis of Interpretation at the End of Modernity (Cambridge: Cambridge University Press, 2004), p. 1.
3 Gerhard Ebeling, The Word of God and Tradition: Historical Studies Interpreting the Divisions of Christianity (Philadelphia: Fortress Press, 1964), p. 11-31.