Hace más de una década, I Will Go une culturas y reafirma la misión de la Iglesia
Desde 2011, el encuentro internacional ya involucró casi 15 mil personas.
Frente a una temperatura superior a los 30 grados, miles de personas dan color a los caminos de la Facultad Adventista de Bahía (FADBA), en Cachoeira, Brasil. Procedentes de más de 50 países, llegan al lugar con un interés en común: aprender y compartir formas de contribuir con la misión de la Iglesia Adventista del Séptimo Día alrededor del mundo.
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Entre el grupo hay personas que ya tuvieron algún tipo de experiencia de voluntariado y misión, incluso sirviendo en otras culturas. También hay personas que buscan dar los primeros pasos y descubrir oportunidades sobre cómo usar sus dones y talentos para atender las necesidades específicas y hablar sobre Jesús.
El estudiante Miguel Mamani, de 24 años, ya participó en varios proyectos misioneros en su país, Bolivia, y también en Argentina y Paraguay. Para él, eso tiene un significado especial. “La misión es más que estar en un lugar específico; es un estilo de vida”, subraya.
Su objetivo es aprender más sobre el tema y conocer proyectos misioneros que la Iglesia mantiene en Sudamérica y el mundo. Además, quiere entender cómo puede ser útil en su realidad y en otras regiones.
La estudiante Clara Liz también vio en el programa una oportunidad para servir mejor a otros. “Siempre me gustó la idea de ayudar. Cuando veía en la TV Nuevo Tiempo los proyectos Maranatha [Voluntarios Internacional], eso me inspiraba. Quería hacer eso”, cuenta. Pero ella casi desistió de venir.
Ante problemas personales que enfrentó recientemente, las ganas de estar en el I Will Go se fueron debilitando, pero ella entendió que, en este momento, no había un mejor lugar para ir. “Decidí venir porque quiero ayudar a mi prójimo, y aquí voy a reencontrarme”, cree.
De corazón a corazones
La iniciativa que hoy reúne 5 mil personas en Bahía nació, en realidad, de forma tímida en el corazón de dos jóvenes que respiraban misión. Mientras eran estudiantes de Medicina en la Universidad Adventista del Plata (UAP), en Argentina, Rigoberto Vidal y un compañero suyo estaban liderando el Instituto de Misiones que existía en el campus. El deseo de ambos era involucrar más alumnos en actividades de esa naturaleza como parte de su formación académica y profesional.
Mientras estaba de visita en Filipinas, no de ellos conoció a Lester Merklin, en ese momento profesor en el Instituto Mundial de Misiones (IWM), y le contó que le gustaría que la UAP estuviese más inmersa en la misión. El sueño era que algunas personas tuvieran la oportunidad de ir al Instituto para participar de un curso y traer conocimiento para ser compartido con quienes se habían quedado. Sin embargo, surgió otra idea, propuesta por el doctor Abraham Acosta, entonces decano de la Facultad de Ciencias de la Salud de la UAP, en conversación con Wagner Kuhn y Marklin: realizarlo en la propia universidad.
En agosto de ese año, 2010, Vidal y su compañero llevaron la propuesta de un congreso de universitarios enfocado a quienes deseaban ir al campo misionero. La idea fue aceptada y aprobada. Con eso, inició una movilización para preparar la primera edición para el año siguiente.
Vea abajo los detalles de las ediciones anteriores del I Will Go:
2011 – Argentina
Universidad Adventista del Plata
700 participantes
2013 – Argentina
Universidad Adventista del Plata
1.000 participantes
2015 – Brasil
Centro Universitario Adventista de São Paulo
2.000 participantes
2017 – Argentina
Universidad Adventista del Plata
2.000 participantes
2019 – Perú
Universidad Peruana Unión
3.642 participantes
A todo el mundo
Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Ecuador, Paraguay, Perú y Uruguay recibieron una herencia en lo que se refiere a la misión, ya que el mensaje adventista llegó a estos territorios justamente porque familias se dispusieron a dejar su tierra natal para compartir lo que habían descubierto, según el pastor Stanley Arco, presidente de la Iglesia Adventista para ocho países de Sudamérica.
Para él, las instituciones adventistas, sobre todo las de enseñanza, deben formar personas para servir. “Tenemos una deuda para con el mundo, y por eso no podemos mirarnos sólo a nosotros mismos. Debemos hacer que esa esperanza alcance otros lugares, como la ventana 10/40, China y tantos otros lugares. Estamos formando una generación de profesionales con foco misionero”, resalta. “Queremos que esas mujeres y esos hombres dejen un legado en otros lugares y vuelvan para influenciar localmente”, sueña.
Mire la apertura del evento:
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