Especial semana de las madres: Un ángel para llamar de mamá
Dejó parte de su trabajo para dedicarse a su madre.
São Paulo, SP [ASN] Angelina Sicília, 85 años, siete hijos, cuatro mujeres y tres hombres, de los cuales dos de ellos murieron, no tuvo vida fácil. A los 13 años perdió a su madre y tuvo que cuidar de su padre y dos hermanos de 8 y 10 años. No pudo estudiar. A los 16 años fue forzada a casarse con el joven de quien estaba enamorada. A los 17 comenzaron a venir los hijos. Después de cuatro años, pasó por la maternidad en cuatro ocasiones.
A medida que los hijos crecían, Angelina sintió la necesidad de matricularlos en la escuela. Comenzó a trabajar como sirvienta para poder ayudar con los gastos de la familia. El marido, sin embargo, argumentaba que los hijos de pobres no podían estudiar. Aún así, Angelina consiguió que todos recibieran estudios para poder ejercer alguna profesión en el futuro.
Para eso ella trabajaba todo el día. Al llegar a casa corría a realizar las tareas del hogar. En un tiempo que no tenía acceso a una máquina de lavar, la mano era la herramienta para dejar la ropa limpia. No había energía eléctrica en el lugar donde vivía, entonces planchaba con plancha a carbón. ¿Fogón? Solo de barro, abastecido con leña. La hija mayor ayudaba como podía. Vida de mucho sufrimiento de esa madre que luchaba para dar el mínimo bienestar a sus hijos.
Cuando el segundo hijo tenía dos años, sufrió de parálisis infantil. A los siete fue operado, pero la cirugía no resolvió el problema. Quedó con una pierna atrofiada. Al ser motivo de burlas donde estudiaba, el niño reaccionó mal y la madre tuvo que presentarse en la dirección. La noticia la sorprendió y la dejó triste. Aunque presentó argumentos, la decisión no cambió: el niño fue expulsado de la escuela.
Posiciones invertidas
Aunque fue una mujer luchadora, Angelina cambió de lado. No por voluntad propia, sino debido a un problema físico. La madre dedicada, ahora necesita de cuidados especiales. Después de una cirugía en el fémur, está debilitada y necesita de ayuda para hacer cosas que acostumbraba a hacer sola. Totalmente dependiente, no tiene posibilidades de tomar un baño sin que alguien la ayude. Se transformó en hija de Márcia Menezes, una de las hijas.
“Antes yo subía y bajaba esa escalera corriendo. Ahora me siento atada. No puedo hacer nada. Ella [Márcia] tiene que pagar para que alguien le haga las cosas. Yo siempre fui muy activa y ahora estoy así”, cuenta. Ella lamenta que no puede quedar mucho tiempo sentada en un banco. Dejó de ir a la iglesia y como consecuencia la hija tampoco puede ir porque necesita acompañarla.
Márcia es profesora de la Enseñanza Media. Enseña Matemática en una escuela adventista en la región sur de São Paulo. Madre de dos hijos, Hugo de 27 años y Anny de 23, asumió la responsabilidad de cuidar de Angelina después que su salud empeoró. Redujo el tiempo de trabajo a fin de poder estar al lado de su madre y dar atención y cariño a quien tanto hizo por sus hijos.
“No considero que mi madre es una carga para mí. Daba clases todo el día, entonces reduje la carga horaria para quedarme con ella medio período. Me despierto a las 4:30 de la mañana, le doy el remedio, le hago la vitamina y dejo todo arregladito. A medio día llego del trabajo. Pero no es una carga, lo hago con mucho amor, resalta Márcia Menezes.
Amor incondicional
La educadora recuerda una experiencia del pasado y cuenta que cuando niña, mientras ayudaba en la cocina, su vestido prendió fuego. Su madre sin demora se echó sobre ella la derrumbó y apagó las llamas. “Aún colocando en riesgo su propia vida, ella apagó el fuego. Una madre hace cualquier cosa por sus hijos, ella entrega la vida si fuera necesario, comenta.
Hoy, la mujer que dejó a un lado los propios intereses para poder cuidar de su madre, explica cómo es la relación entre las dos: “Todo lo que tengo que hacer para mis hijos lo hago también para ella. Si compro un regalo para mis hijos, compro para mi madre también. Es como si fuera mi hija. Parece que no es amor de hija hacia madre. Parece ser amor de madre a su hija, aclara.
El carácter materno se refleja en la sala de clases. Márcia es tratada cariñosamente como “madraza”. Sus actitudes de consejera, persona con mucha experiencia de vida y por dar muchas oportunidades a sus alumnos recibió esa característica. Ella cuenta que ama dar clases y usa eso para distraerse un poco debido al exceso de actividades diarias que desempeña.
Márcia rechaza la idea de dejar a su madre en un asilo o casa de reposo y no se conforma con la actitud de hijos que reclaman por tener que cuidar de los padres ancianos. “Veo a algunos que dicen: Tengo que cuidar de mi madre, no tengo tiempo, tengo que trabajar. En un momento dado yo pensé de esa forma y jamás colocaría a mi madre en una casa de reposo. No podría quedar lejos de ella. Ninguno de los otros hijos pensaría en colocarla en un lugar de esos”, comenta la profesora.
Al citar un versículo de la Biblia, la educadora recuerda el compromiso de los hijos: La Biblia dice: “Honra a tu padre y a tu madre”. El hijo tiene que cuidar de los padres, Dios pide eso de nosotros. Según ella, por más que reciba mejores cuidados en las casas de reposo, dejar a la madre en uno de esos lugares haría que se sintiera abandonada y cuestionaría la ausencia de los hijos que crió y que tanto ama. “Yo creo que son personas egoístas las que piensan así. ¿Si dejan al propio padre y madre en un lugar así, que harían si fuera otra persona?, finaliza. [equipo ASN, Nelton Silveira]