Escuela construida por voluntarios fortalece la misión cristiana en Uruguay
El trabajo de Maranatha, realizado por voluntarios, ha sido un fuerte apoyo para la construcción de iglesias e incluso escuelas en varios países.
Julie Lee (traducción de Lisandro Staut)
Hace mucho tiempo, la Escuela Adventista del Séptimo Día de Barros Blancos, en Montevideo, Uruguay, estaba casi por cerrar sus puertas para siempre. Debido a los grandes desafíos financieros, los líderes de la Iglesia Adventista sintieron que tendrían que cerrar varias escuelas. Elizabeth Urtazú, la directora de la escuela, sabía que necesitaría un milagro. “Cuando vimos que íbamos a perder la escuela, nos dimos cuenta de cuánto amábamos ese lugar. Los profesores se miraron entre ellos y dijeron: ‘¿Qué sucederá con los niños?’”, nos cuenta Urtazú.
“Somos nosotros los que tenemos que cuidar de este lugar. Ya tuvimos tantos desafíos,
¿Cómo podemos hacer para mejorar? ¿Cuál es nuestro futuro?”, eran las preguntas que surgían en el equipo.
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La situación cambio. En marzo de ese año, Urtazú se reunió con el equipo de Maranatha y los líderes de la Iglesia Adventista en Uruguay y en Sudamérica, y celebraron la inauguración del campus Barros Blancos. La nueva escuela, construida por Maranatha tiene ocho salas de aulas, baños y oficinas para la administración. También tiene un auditorio central que puede ser usado como gimnasio.
Respuesta a la oración
La escuela nueva es una respuesta a las oraciones. Cuando Barros Blancos estaba bajo amenaza de ser cerrada, Urtazú y su equipo imploraron por una oportunidad para salvar la escuela. Ellos actuaron rápidamente para reclutar más alumnos, donaron parte de su propio salario y oraron incasablemente. La fe y el trabajo arduo valieron la pena cuando el número de matrículas subió a 140 alumnos. En esa época, ellos se reunían en una iglesia local, y usaban las salas de las escuelas sabáticas y los containers para otras actividades educativas. Pero incluso con los 140 alumnos, no había recursos suficientes para operar la escuela. Para sustentar y ampliar la estructura, Barros Blancos necesitaba de un nuevo campus.
La situación era terrible, no solamente para la escuela, sino también para la Iglesia Adventista. Uruguay es considerado por las investigaciones como la nación más secularizada de Sudamérica, y el sexto país menos religioso del mundo. Un lugar difícil para cultivar el evangelio. “La religión no es parte de la vida cotidiana”, dice Carlos Sánchez, presidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en ese país. “Claro que hace que el evangelismo sea más difícil”, concluye Sánchez.
La Iglesia Adventista fue establecida en Uruguay hace más de 100 años. Pero hay solamente alrededor de 9.000 miembros en el país, un número relativamente pequeño comparado con otros países de Sudamérica.
Uno de los abordajes más eficaces para alcanzar a las personas con el evangelio, y también una forma de contornar a la cultura secular, ha sido la educación. Las escuelas adventistas han logrado atraer a niños de varios orígenes, la mayoría de los cuales no son parte de la Iglesia Adventista. Sus padres pueden incluso no ser cristianos, pero están interesados en dar a sus hijos una educación basada en valores, y esto es lo que las familias están encontrando en las escuelas adventistas.
Movilización de voluntarios
Durante el año 2017 y los primeros meses del 2018, Maranatha movilizó 150 voluntarios para ir a Uruguay. Ellos ayudaron a los equipos locales en el proyecto de construcción. En total, seis equipos de voluntarios ayudaron a construir la Escuela Barros Blancos. Entre ellos, un equipo de Brasil, un equipo de la Iglesia Adventista de Fox Valley, un equipo de Detroit, y un equipo de la Iglesia Adventista de West Houston, todos de Estados Unidos. Los lideres adventistas también participaron con arquitectos que proyectaron las fachadas para la entrada del edificio dándole más detalles visuales a la estructura.
En la ceremonia de dedicación, centenas de personas fueron a acompañar el corte de la cinta y a visitar el nuevos campus. Como parte del programa de celebración, cada alumno soltó un globo hacia el cielo, simbolizando sus sueños y objetivos que pueden subir con la educación y con la ayuda de Dios.
Una lección que los niños aprendieron es que, con fe, todo es posible, hasta llegar a tener una escuela nueva.