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Emociones en la balanza

Qué hacer para equilibrar la salud física y mental


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Para tener una mente sana, también es necesario tener un cuerpo sano. (Foto: Shutterstock)

Ya lo dice el viejo dicho: “Dime con quién andas y te diré quién eres”. Pero podemos parafrasearlo de la siguiente manera: “Dime cómo está tu salud y te diré cómo están tus emociones”. Sucede que la mente y el cuerpo están interconectados de manera tal que el estado de uno influye directamente en la condición del otro. 

La escritora Elena de White afirma que “gran parte de las enfermedades que afligen a la humanidad tienen su origen en la mente y solo pueden ser sanadas por la restauración de la salud de la mente” (Mente, carácter y personalidad, t. 1, p. 63). De la misma manera, no es posible mantener una mente sana si el cuerpo padece. Y sabemos que la salud física tiene mucho que ver con nuestro estilo de vida y los hábitos que ejercemos diariamente; prácticas que, además, fueron abruptamente afectadas en los últimos meses, con la pandemia. Estudios muestran que la interrupción inesperada de las actividades diarias aumenta el riesgo de desarrollar problemas mentales, como estrés, ansiedad y depresión. 

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Hablando de hábitos, algunos están directamente conectados con la salud de las emociones. Entre esos, podemos destacar: 

Sueño 

El reposo es uno de los factores de mayor importancia para el funcionamiento ideal del cuerpo y de la mente. Es durante el sueño cuando el organismo repone sus energías y repara daños sufridos a lo largo del día en órganos y sistemas. Y entre estos está el sistema nervioso, responsable por mantener las emociones estables y controlar los niveles de estrés. El descanso también mejora la capacidad de memoria y concentración, siendo fundamental para un buen desempeño en nuestras actividades rutinarias, académicas y profesionales. 

Preocupaciones cotidianas y cambios en nuestro día a día pueden afectar el horario e incluso la calidad de nuestro descanso. El insomnio – que sucede principalmente entre las mujeres – puede también encuadrarse en este escenario. En estos casos, vale la pena reformular la agenda, priorizar el reposo y buscar ayuda de profesionales de la salud para exámenes y terapias. Es mejor ocuparse en estos esfuerzos hoy que enfrentar en el futuro mayores complicaciones por la falta del sueño. 

Actividad física 

Yo diría que el ejercicio físico es una de las mayores pruebas de amor que podemos darnos a nosotros mismos; es un regalo para el cuerpo y la mente. Mejora la calidad del sueño, reduce los niveles de estrés, ansiedad y depresión; esto porque, cuando está en actividad, nuestro organismo libera neuroquímicos como las betaendorfinas, que están asociadas con el estado de relajamiento y de euforia. El sedentarismo, a su vez, es una de las principales causas de enfermedades cardiovasculares, diabetes e hipertensión, además de propiciar una percepción negativa de la imagen corporal, afectando la autoestima. 

Es necesario mencionar que, a pesar de que la actividad física consiste en cualquier movimiento del cuerpo que exija un gasto de energía, sus beneficios físicos y psicológicos dependen de algunos factores, que los investigadores llaman el principio FIIT: frecuencia, intensidad, tiempo y tipo de ejercicio. A su vez, la disposición para ejercitarse dependerá del estado de espíritu de la persona; lo que refuerza la idea de que la salud física tiene una relación de doble mano con las emociones. En este sentido, vale la pena rodearse de personas que sean una buena influencia y motivadoras del cuidado de la salud. 

Equilibrio total 

A pesar de haber destacado esos dos hábitos, por tener una conexión directa con la producción de neuroquímicos relacionados con el bienestar emocional, no disminuyo la importancia de los demás “remedios naturales” que conocemos muy bien: alimentación saludable, agua, aire puro, luz del sol, temperancia y confianza en Dios. La armonía entre todos ellos proporciona un equilibrio orgánico propicio a la salud física y emocional. 

Apreciado lector, te hago un llamado a que no descuides estos hábitos elementales. Cuida el templo del Espíritu Santo, para que él se sienta libre para actuar en ti y por medio de ti. Y si alguna turbulencia ha afectado tu rutina, recuerda que cada día el Señor nos da la oportunidad de recomenzar y renovar nuestros hábitos. 


Ruth Quiroz es psicóloga, magíster en Terapia Familiar y doctoranda en Psicología. 

Artículo publicado originalmente en la edición de Jul/Sep 2020 de la Revista Afam