El culto familiar como instrumento de formación espiritual
Actualmente el culto familiar puede ser un desafío por el tiempo y las rutinas, pero es de gran importancia para la base de la familia.
La realización del culto familiar es un desafío de la vida contemporánea para las familias cristianas, pero debe encararse como de importancia crucial en la formación de los hijos.
Se entiende como formador espiritual a quien educa y forma un carácter con principios y valores cristianos. De esta manera es indispensable que los padres, mientras son agentes formadores de sus hijos, reserven en su rutina diaria un tiempo regular y de calidad para realizar sistemáticamente el culto familiar. En la infancia la rutina transmite seguridad al infante.
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Desgraciadamente, muchos padres están realizando el culto familiar con los hijos solo cuando sobra el tiempo, no razonando que de esta forma están enviando un mensaje a la estructura cognitiva de los niños de que el culto no tiene tanto valor. Así, es bastante probable que esos niños crezcan sin considerar el culto como una prioridad en la rutina, ni siguiera como un parte importante de la vida cristiana.
Es necesario dar atención al hecho de que la infancia pasa muy rápido. Por eso, es indispensable aprovechar el tiempo y la capacidad del niño para ayudar a moldear su carácter; y seguir el ejemplo Jocabed que decidió utilizar cada minuto para preparar espiritualmente a su hijo.
¿Cuándo se debe iniciar la formación espiritual?
La escritora Elena de White afirma que “La educación comienza cuando el niño está en los brazos de su madre. Mientras la madre moldea y forma el carácter de sus hijos, los está educando” (La conducción del niño, p. 26). Vale destacar que los principios cristianos experimentados desde bebé y en los primeros años de vida, encontrarán en esta fase una mente más susceptible de absorber lo que se les enseña. De la misma manera que el niño aprende diariamente en los primeros años a comer, caminar, tomar baño y cepillarse los dientes, necesita que se le enseñe con la misma constancia a relacionarse con Jesús. De esta manera, a medida que va creciendo, vivir los principios espirituales será una práctica natural.
Si los padres proceden así, mientras el bebé se desarrolla físicamente, también estará fortaleciendo su propio concepto de un Dios real y cercano. Entonces, cuando llegue a la fase de los cuestionamientos y las crisis, los mensajes, la música e historias que conoció en la infancia vendrán a la mente, y tales experiencias hablarán alto a la consciencia, que estará preparada para tomar decisiones conscientes; decisiones acertadas que agraden a Dios y a los padres, basados en los valores bíblicos y cristianos.
Una encuesta realizada por la Asociación General, sede administrativa de la Iglesia Adventista del Séptimo Día para el mundo, al inicio de la década de 90, señaló que muchos niños conocían varias historias de la Biblia pero que no se sentían amadas por Dios, ni comprendían la gracia como un regalo. O sea, tenían la información espiritual, pero no habían experimentado la vivencia práctica del cristianismo.
Por eso, con el objetivo de formar para salvar, se desarrolló en este mismo período un currículo para las lecciones de la Escuela Sabática de los niños, desde el nacimiento hasta los 13 años denominado “Eslabones de gracia”. Este esquema organizó más de 600 historias bíblicas con énfasis en la gracia, adoración, servicio al Señor y a la comunidad.
También vale resaltar que un proceso de formación espiritual traspasa las prácticas superficiales como entregarle al niño una tableta con historias y músicas bíblicas. Los principios cristianos deben incorporarse en las historias y reforzarse en conversaciones de la vida diaria, cumpliendo la enseñanza de Deuteronomio 6:6-9.
¿Cómo realizar un culto familiar con el niño?
Deben considerarse los cuatro estilos de aprendizaje: auditivo (escuchando), visual (observando), sinestesia (con estímulos táctiles o movimientos corporales), artístico (dibujando, dramatizando, cantando).
A partir de esto, es valioso tener una música que sirva de invitación para que el niño vaya hasta el lugar de culto. En seguida, debe comenzar el momento de alabanza con hasta dos cantos infantiles. Para los niños hasta cuatro años es importante tener en ese momento un apoyo concreto para ilustrar el canto, por ejemplo: un jabón, para cantar el canto del jabón.
A continuación viene la parte más importante del culto: el momento de la historia, y en ese momento debe asegurarse que sea de calidad. Al principio, es necesario presentar la Biblia como una carta de Dios, verdadera, con historias que enseñan a los hijos a ser victoriosos. Los materiales de ayuda visual deben estar organizados en el lugar del culto con anticipación. Estos pueden ser cosas cotidianas como colador, vasos, cajas, rollos de papel higiénico, botellitas de yogur, etc., que pueden decorarse con facilidad para representar personajes de la historia.
En ese momento se requiere objetividad (dos o tres minutos), pero es necesario dejar claro al niño el relato bíblico y cuanto es amado y valorizado por Dios. Le resultará más fácil asimilar la historia si está relacionada a la vida cotidiana; entonces, los padres deben hacer preguntas que lo hagan reflexionar sobre cómo puede aplicar las lecciones de la historia a su vida, y deben sugerir que realice, en algún momento del día, una actividad de las sugeridas al final de cada lección de la Escuela Sabática, cuya finalidad es poner en práctica el principio bíblico enseñado. Y es imprescindible cerrar con una oración.
Finalmente, como disponen de poco tiempo, el desafío de hoy para las familias es hacer del culto familiar una prioridad innegociable para todos, niños y adultos. Allí se planta y riega diariamente en los corazones el deseo de ver volver a Jesús. Y si él demora, como algunos creen (2 Ped. 3:9), alégrense los padres por la satisfacción de haber cumplido el propósito de Dios para ellos, de instruir al niño en el camino que debe andar (Prov. 6:22). Y cuando llegue el día del grandioso encuentro con Dios, que cada familia cristiana consiga devolver
al Señor los hijos que él bondadosamente les confió.
Juliana Miranda Damasceno es psicopedagoga clínica e institucional, especialista en Metodología de la Enseñanza Superior y profesora de educación infantil.
Este artículo fue publicado originalmente en la edición número 07 de la revista Familia Esperanza del 2018.