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Cuando una voz se calla

En los abusos contra los ancianos, el silencio suele hablar fuerte, pero no es necesario que sea así


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Adultos mayores que sufren de violencia y de falta de apoyo pueden derivar en tragedias. (Foto: Shutterstock)

¿Qué duele más: un cachetazo o palabras hostiles? ¿El quebrantamiento de la confianza en las relaciones familiares o la noción de que el nido seguro, llamado hogar, es sinónimo de fragilidad y dolor? Esta es la realidad de muchos ancianos que sufren por agresiones y abandono.

Los casos de violencia contra ellos suceden especialmente cuando hay dependencia financiera, vulnerabilidad y disminución acentuada de la salud; es decir, cuando el anciano ya no puede cuidar de sí mismo.

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Según la investigación titulada Envejecer con cuidado, realizada en el 2019 por el Banco Interamericano de Desarrollo, ocho millones de ancianos en Latinoamérica y el Caribe no pueden vivir de manera independiente y necesitan ayuda para actividades como cambiarse la ropa, bañarse o alimentarse. En esos casos, existe un deber moral de cuidado y responsabilidad por parte de la familia. Por lo tanto, el abandono afectivo comienza cuando dejan de cumplir con ese deber.

La pandemia por la covid-19 intensificó la violencia contra los ancianos en sus diversas formas. Con la víctima y el agresor confinados por un largo período, solo en Brasil el número de denuncias registradas aumentó seis veces, de acuerdo con los datos del “Marca 100”, un servicio ofrecido por el gobierno federal. La violencia psicológica y financiera y las agresiones físicas forman parte de este cuadro. Además, la soledad y la discriminación al anciano generan un sentimiento de desamparo. Como resultado, sufrieron más problemas de salud, especialmente depresión.

La violencia y el impacto en la salud

La agresión puede estar frente a tus ojos, quizás debajo de una manga larga o de un pantalón. Muchas veces, está estampada en esa ropa gastada y sucia que el anciano viste. Pero también puede estar clavada en el corazón.

Los moretones, las quemaduras, las “caídas repetidas”, la deshidratación, la desnutrición, la falta de higiene, las escaras, el abuso sexual, la medicación inapropiada, la ansiedad, la depresión y el miedo pueden ser señales de violencia. Por eso, es necesario observar el comportamiento de la persona anciana, que dará indicios de que algo no está bien.

Los impactos de los abusos son muchos. Además, la presencia de comorbilidades puede inducir a la forma más grave de violencia autoinfligida: el suicidio. Por lo tanto, para proteger a los ancianos, hay recursos como el apoyo informal, formado por una red de relaciones con la familia, la iglesia, los amigos y los vecinos. Son fuentes naturales de protección e intercambio de afecto que proporcionan bienestar.

El apoyo formal está relacionado con políticas públicas direccionadas a esa población, como, por ejemplo, los servicios de atención de la salud, los centros y núcleos de convivencia que favorecen aprendizajes, intercambio de experiencias, vivencias y fortalecimiento de los vínculos familiares.

Un cambio de rumbo

Al percibir señales de violencia, es importante que se haga una denuncia. Esa es la manera más eficaz para
poner fin al ciclo de abuso. Cada país cuenta con un canal de denuncias que puede ofrecer orientaciones y
dirigir al denunciante a instituciones de apoyo al anciano.

Cuando ignoramos situaciones como las relatadas en este artículo y nos callamos, admitimos el preconcepto, la violencia y el abuso. Es más, callar frente a una evidencia de agresión contra el anciano es ser negligente con el deber de prestar amparo y defender su dignidad, bienestar y derecho a la vida.

Si sospechas, denuncia. Juntos, familia, iglesia y sociedad pueden contribuir para asegurar que ese tipo de crimen deje de suceder. Adoptemos el principio bíblico: “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos” (Mateo 7:12).

Cuidado del anciano

¿Cómo ofrecer apoyo adecuado y mejor calidad de vida, y cómo establecer una relación saludable con el anciano? A continuación, algunas orientaciones generales:

  1. No lo trates como a un niño. Respeta sus decisiones y deseos y valora su experiencia.
  2. Ten una actitud afectuosa y paciente. Ante una postura inadecuada, sé conciliador. Recuerda que eres la persona que está en mejores condiciones para aliviar algunas situaciones.
  1. Mantén el contacto visual, escucha, charla y usa frases simples y cortas. No te refieras a la persona como si no estuviera allí.
  2. Aprende a reconocer las alteraciones del humor y evita situaciones que ocasionen nerviosismo, ansiedad y molestia, como los cambios de rutina y el frecuentar ambientes ruidosos.
  3. Mantente atento a las señales de compromiso cognitivo (demencia). En caso de constatarlo, no confrontes al anciano, sino informa a su médico sobre los síntomas, a fin de que se administre alguna medicación que proporcione mayor calidad de vida al paciente.

Silvana Martinez Lopez Cazonato es especialista en Gerontología y magíster en Promoción de la Salud.


Este artículo fue publicado originalmente en la Revista Basta de Silencio, edición 2022.