“Al principio lo veía difícil, pero ahora estoy feliz”, comenta Josué Serna mientras descansa junto a su carpa de acampar, luego de una mañana de eventos y piscina en el IV Campori de Conquistadores “Discipulados”.

Sus ojos brillan al recordar el proceso que atravesó. “Siempre me decían que es bonito, que habría juegos, piscina y más cosas”, dijo Josué Serna, un niño de 11 años y miembro del Club de Conquistadores en Moyobamba, selva nor oriental del Perú. Sin embargo, la ciudad de Lima estaba muy distante y eso hacía las cosas más difíciles.

Así que con sus padres pusieron manos a la obra porque el desafío ya estaba allí. “Mi mamá preparaba juanes (comida típica de la selva) cada semana o cada quince días para vender”, recuerda Josué. “¿Me podría comprar un juane para ir al Campori en Lima?”, ofrecía a las mamás de mis amigos, a los hermanos de la Iglesia, a los amigos de su papá y así comenzó la venta hasta lograr el objetivo.

Por su parte, su Club de Conquistadores también realizó actividades para obtener más recursos. Y su esfuerzo fue recompensado y cerca del 90% de sus miembros, incluyendo Josué, alistaron mochilas y carpas para este campori. La dedicación de los padres del niño protagonista también tuvo buenos resultados y se logró cubrir los gastos del hermano de Patrick, hermano de Josué.

Días antes del tan esperado campori, todo el club enrumbó una travesía desde Moyobamba hasta Lima, en un viaje de 28 horas con muchas ilusiones de aprender, disfrutar y divertirse al máximo.

“Ahora estoy en el Campori y me gusta mucho. Es muy emocionante. Me gusta participar en los eventos (juegos), la piscina, escuchar la Palabra de Dios y ver a Pedrito… es muy gracioso”, comenta entre risas.

Josué y su club es una muestra de valentía y esfuerzo, características que cientos de conquistadores mostraron al llegar al campori. Felicitaciones a cada uno de ellos y sus padres que apuestan por el Club de Conquistadores para sus menores.